Bojack: Cuando un caballo habla

No sé si recuerdan este chiste:

Entra un caballo a un bar y se embriaga como si no hubiera un mañana. Al salir se enamora de una mujer pero lo arruina, pierde a algunos amigos y gana otros. Cuando por fin cree que todo comienza a caminar en su vida, hace algo increíblemente irresponsable y tira todo a la basura. Al final te das cuenta que ese caballo es en cierto modo muy parecido a ti. Tanto que te hace reir… y hasta llorar.”

Lo sé. Es un chiste rebuscado que ni es divertido, pero si ya vieron Bojack Horseman entenderán de lo que estoy hablando.

Las caricaturas hace mucho tiempo que dejaron de ser una producto cultural exclusivo para niños. Desde “Los Simpsons” y su retrato satírico de la familia estadounidense de fin de siglo hasta las irreverencias de “Southpark”, este formato dejó de ser el coto exclusivo del entretenimiento infantil y se ha convertido en una herramienta flexible para conectar con el humor de los que se supone que ya estamos creciditos.

Es aquí donde encontramos a Bojack Horseman, una historia de un caballo antropomorfo, exestrella de televisión, con la vida resuelta financieramente. Sus rasgos principales son un severo problema de alcoholismo y su misantropía potenciada por la fama de su sitcom en los 90’s. A pesar de que en conjunto, identificarse con un equino alcohólico puede sonar un poco extraño (tal vez para algunos no tanto), los personajes que acompañan a este caballo sin duda abren un abanico de posibilidades para vernos retratados en este clon de Hollywood animado que vemos en nuestra pantalla.

En este universo conviven animales antropomorfos y seres humanos por igual dando lugar a situaciones muy oscuras como pollos que comen pollos o ciudades subacuáticas a las que únicamente puedes llegar a través de un submarino. Los colores vibrantes y el dibujo sencillo permiten establecer la distancia necesaria al que mira la caricatura para poder reirse sin culpas de situaciones incorrectas que son espejo de la vida retratadas por medio de un humor oscuro y existencialista.

La cereza del pastel de esta comedia es una muy bien lograda selección musical que acompañan los momentos más importantes de cada episodio. Desde el inicio donde observamos a Bojack pasar un día cualquiera hasta los créditos finales con una canción que hace referencia directa a la fama de su programa de los 90’s.

Esta serie animada es una producción original de Netflix con tres temporadas estrenadas creada por el comediante Raphael Bob-Waksberg. Cada temporada consta de 12 episodios que duran 25 minutos en promedio, lo cual la hace una buena serie para hacer maratón (sí, “binge watching”, sé que lo hacen).

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Ya está confirmada una cuarta temporada para 2017. La fecha de salida aún no se ha dado a conocer. Habrá que estar al pendiente.


Para terminar les dejo algunos diálogos memorables de las tres temporadas que seguramente provocarán que la vean:

Sobre estar enamorado: “Es chistoso, ¿sabes? Cuando ves a alguien a través de los lentes color rosa todas las banderas rojas te parecen simplemente banderas.”

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Sobre renacer: “No estoy interesado en renacer, gracias. Apenas me estoy recuperando de la primera vez que nací”.

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Sobre procrastinar: “¡Acabo de pasar 6 horas eligiendo el tipo de letra, chingado!”

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Sobre morir: “No es una humillación morir por nada. La mayoría de la gente muere así”.


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Sobre la felicidad: “¿Debo ser responsable de mi propia felicidad? Ni siquiera soy responsable de mi propio desayuno.”


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