Los tiempos están cambiando: Bob Dylan gana el Nobel de literatura. Más de tres décadas de influencia literaria

Uno de los sueños de la contracultura se ha convertido en realidad, tras el anuncio de que Bob Dylan es el ganador del Nobel de Literatura de este año. Como augura su canción “los tiempos están cambiando”: venid senadores, congresistas, académicos  del Nobel, por favor oíd la llamada (por supuesto esta es mi adaptación de una rola que llegó al corazón de los grandes soñadores de la década de los sesentas –y de décadas posteriores). Y vaya que los académicos suecos sí oyeron los golpes a la puerta. ¿Quién tocaba? la poesía con sus golpes furiosos, sus silenciosos golpes, con el sonido del soplo del viento, el crepitar del fuego, y el bla bla bla de los locos que se atrevieron a soñar lo imposible, acompañados de los acordes de una guitarra y de una voz única que imitaba la risa de la armónica y que terminó siendo la risa misma de un instrumento musical.

Influenciado por Arthur Rimbaud, como muchísimos otros artistas –no sólo poetas—, Dylan reiventó su propia biografía en el barrio de Manhattan donde descubrió el verdadero sentido de la música: la poesía. Porque la poesía no sólo habita la literatura; como decía otro premio Nobel, el mexicano Octavio Paz en su libro El arco y la lira: hay que diferenciar lo poético de la poesía, un amanecer es poético, pero no por ello es poesía. Sin embargo, qué sucede con las canciones, ¿no son éstas el reducto primigenio de la poesía y de lo poético? Por supuesto que sí, y basta comprender el sentido sagrado que depositaban los sacerdotes ancestrales en el ritmo de las pulsiones del universo. Después esas pulsiones fueron traducidas por la música, y por extensión el lenguaje adquirió ese ritmo con un sentido de comunión. Dylan supo interpretarlo así, y gracias a su propio talento descubrió la poesía en las entrañas mismas de lo sagrado: como un moderno sacerdote halló el ritmo de su propia generación y se convirtió en uno de los poetas más influyentes de los tiempos recientes.

Gurú de los tiempos violentos, el maestro Dylan ha recibido el Nobel para inmortalizarse definitivamente en la conciencia de  tres o cuatro generaciones.

Más de tres décadas de influencia literaria han provocado sus canciones. Desde aquellas composiciones iniciales con las cuales cambió el rostro del folk norteamericano: Blowin´in the Wind, Masters of War, The Times Are a Changing, A Hard Rain´s a-Gonna Fall, My Back Pages, o Mr. Tambourine Man. Posteriormente, su cercanía con los poetas beat, impregnó sus canciones de una forma literaria más incisiva, mordaz y combativa, sin proponérselo el propio Dylan esto lo había convertido en un guía espiritual, un militante de la poesía, y una artista en toda la extensión del término.

Es por ello que poetas muchísimo más jóvenes (digamos los nacidos en los años noventas) se atreven a decir, con entera confianza, que han recibido más influencia de la literatura musical de Dylan que de la poesía de Góngora. Tal parece que, en efecto, la distancia entre uno y otro no sólo es literaria sino emocional, pues el aliento furioso de Dylan está más cercano a las emociones  contemporáneas que el propio aliento perpetuo y ancestral del barroco gongorino. Gurú de los tiempos violentos, el maestro Dylan ha recibido el Nobel para inmortalizarse definitivamente en la conciencia de  tres o cuatro generaciones.

Parecía un chiste bastante divertido asegurar que Bob Dylan o Patti Smith serían los ganadores del Nobel. En cambio, el nombre de Philip Roth auguraba un acierto en la lotería final. Por tal motivo resulta más que sorprendente el pronunciamiento de la academia sueca. Con esta decisión termina por derrumbarse el falso paradigma de que la poesía sólo habitaba los libros. Y aunque la música sigue siendo un derrotero occidental —y una de las cumbres de la industria cultural—  pronto, más pronto de lo que imaginamos, podríamos ver a nuevos tipos de poetas transdisciplinarios recibiendo el máximo galardón de la literatura. En efecto, los tiempos están cambiando.

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