Comentario tras la investidura: importa Podemos
Hace apenas unas horas, Mariano Rajoy fue investido como Presidente del Gobierno español, con una votación en el Congreso de 170 votos a favor, 68 abstenciones y 111 votos en contra. Fue sin duda la investidura menos deseada de la historia.
Durante la ceremonia, la mayoría de las intervenciones de los voceros parlamentarios se dirigieron contra el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que decidió ordenar la abstención de sus disputados. Rajoy, podría decirse, pasó a segundo plano. Pero ha sido investido y ello quiere decir que la agitación del tablero por parte de Podemos, ese sujeto político surgido del animo social del 15M de 2011 (no en su representación), aunque colosal y de dimensiones históricas, no fue suficiente para provocar la inmediata orientación progresista del gobierno.
Si bien se trata de un resultado esperado hace tiempo, no deja de generar interrogantes que ameritan seguir de cerca el desarrollo de la política española de aquí en adelante. La situación no deja de ser nueva, y nadie puede prever cómo es que se comportará cada actor ante los nuevos retos. Aunque se hable de que se logró destrabar una “situación de bloqueo”, lo cierto es que la movida socialista ha sido para evitar unas terceras elecciones -que le auguraban una mayor pérdida de apoyos- y sigue sin estar claro cómo se alcanzarán mayorías para aprobar iniciativas legislativas.
Imposible saber, por ejemplo, cómo es que el PSOE, principal afectado de los reacomodos del sisma político, se comportará ante cada uno de los asuntos discutidos en el Congreso. Es previsible que en votaciones importantes la mayoría de sus diputados actúen en el mismo sentido que desde hace años, en consonancia con las mismas políticas neoliberales del PP; pero está claro que de aquí en adelante serán vistos desde una óptica distinta, haciendo evidentes los vicios que antes podían pasar desapercibidos. Será la respuesta emocional de sus electores, que viene más agitada y removida de lo que se pensaba.
Lo que genera mayor interés, empero, es lo que sucederá con la trama asociada a Podemos. Soy de los que piensan que más allá de lo que cada quien pueda considerar “errores”, el nuevo partido sale bien librado, pues mantiene sus posiciones y su proceso de construcción impugnando y descolocando a un régimen antes estable. Pienso incluso que el seguimiento de sus debates internos y de su comportamiento en los espacios institucionales seguirá siendo relevante para quienes nos movemos en los campos y exploraciones “progresistas”.
Los que juzgan a Podemos sólo en función del resultado electoral, o incluso a partir de la certeza de que debió actuar distinto en determinado punto de la negociación, continúan viendo la política como la relación entre actores racionales sin ningún tipo de vinculo con los ánimos y emociones de la sociedad. Pactar con un PSOE que prefirió acordar el programa con Ciudadanos y que de Podemos solo pidió la abstención hubiera sido insostenible para los ánimos surgidos del 15M, por más que parezca una operación “racional” para evitar las segundas elecciones. El movimiento del PSOE enunció entonces lo que su abstención el sábado pasado confirmó: la caducidad de una izquierda que no entiende las nuevas expresiones, que pone por delante el mantenimiento de las posiciones que les dan recursos, que no actúa en función de una mirada amplia, basada en principios, a partir de la cual se tendría que reconocer como positiva la emergencia de actores que renuevan la lucha originaria. Estamos ante una socialdemocracia empolvada, ahorcada por la derecha con turnos o con pactos, resignada a negociaciones redistributivas dentro de las reformas neoliberales y, sobre todo, que derivó en anti-izquierda y anti-radicalidad en favor de un posibilimismo tremendamente opresivo.
Atender lo que suceda con Podemos sigue siendo menester para quienes, de diversas formas, intentamos agitar los marcos de la disputa que han sido acotados, como dice Tariq Alí, al asfixiante “Extremo Centro”.1“Hace veiticinco años cuando cayó el muro de Berlín, no fue solo la Unión Soviética ni la idea comunista, ni la eficacia de las “soluciones socialistas” lo que se vino abajo. También cayó la socialdemocracia de Europa occidental. Ante el triunfalista vendaval capitalista que barrió el mundo entero, la socialdemocracia no tuvo ni la visión ni la determinación necesaria para defender muchos de los elementos de sus propios programas sociales de otros programas sociales de otros tiempos. Por el contrario, decidió suicidarse. Ese fue el momento fundacional del extremo centro”. Ali, Tariq, “El Extremo Centro”, Alianza Editorial, 2015, p.12
Podemos ha intentado ampliar los márgenes de lo político mediante la construcción de una compleja arquitectura discursiva que devela las anomalías del funcionamiento social que antes fueron consideradas inevitables. De ahí la importancia de reconstruir nuestros relatos sobre cómo es que llegamos aquí (“la transición contada a nuestros padres”, Monedero dixit) montando dispositivos discursivos para hacer sentir que los agravios de cada uno pueden agregarse en tanto que no son producto de condiciones individuales, sino atribuibles a los mismos responsables y las mismas dinámicas estructurales de despojo en sus diversas dimensiones.
A partir de ahora les tocará combinar, con mayor intensidad que antes, el polvoso y tedioso trabajo legislativo con la necesidad de estimular socialmente para la organización y movilización social, no sólo para el apoyo a sus posiciones en el Congreso, sino para continuar con esta tendencia abierta de involucramiento mayoritario en los asuntos públicos y de impugnación a la institucionalidad regenerada.
Lo que en México vivimos, por ejemplo, es el nulo entendimiento entre las dinámicas sociales autónomas y las dinámicas institucionales.
Cualquier exploración, de aquí en adelante, tendrá que asumirse con un rango de maniobra ciertamente menor, con la necesidad de cumplir mayores expectativas, ante el riesgo de ser asignatarios de altas responsabilidades por moverse ya en el mismo estrato que “todos los políticos”. El cambio de cultura política necesario aquí y allá pasa por recomponer la relación sociedad–movimientos–disputa institucional. Lo que en México vivimos, por ejemplo, es el nulo entendimiento entre las dinámicas sociales autónomas y las dinámicas institucionales. Se considera que una niega a la otra, en vez de considerar que conforman un mosaico de exploraciones estratégicas: “Acudir a los institucional es hoy “acomodarse” tanto como lanzar iniciativas desde la independencia es “hacerle el juego a la derecha” por no sumarse a las opciones existentes. Sin duda la institucionalidad que representa Podemos enfrentará tensiones al momento de asociarse con expresiones de las colectividades sociales, que seguirán gestando irrupciones en sus propios términos: nadie puede pretender canalizarlas. Por el contrario, habrá que potenciar su posibilidad agitadora.
Resolver la tensión mediante la formula “partido–movimiento” es insuficiente. El deber está primero en la edificación de una fuerza democrática, con claridad en sus mecanismos de funcionamiento, abierta a nuevas militancias, sin cacicazgos ni fuerzas internas paralelas, con bases asociadas a las luchas desde sus territorios, que tengan capacidad de influir en la Dirección; un espacio donde el programa y las propuestas de solución sean lo protagónico, más allá del señalamiento del adversario en clave “antagónica”. Donde continúen y se fortalezcan las formas de hacer política abiertas, dispuestas a la negociación con el adversario, siempre sobre base de los principios y en código de disputa ideológica a largo plazo. Donde las bases y las estructuras del partido sean capaces de defender (nunca incondicionalmente) a los Ayuntamientos del Cambio y las iniciativas legislativas.
Mientras que en México la preocupación de la oposición parece ser “no dar miedo” a las oligarquías (amnistía anticipada), el debate en Podemos es sobre cómo seguir moviendo emociones para no quedar arrinconados en la porción de representación de las viejas tradiciones de izquierda; se debaten ahora mismo sobre las maneras de arraigarse en los ánimos colectivos para incidir en las escalas de valores, generar emotividad y revertir los impacto individualizantes del neoliberalismo. Son, sin lugar a dudas, debates que acá resultan harto necesarios ante la sensación de zombificación de la política.
Este debate, enfocado a las estrategias de arraigo para incidir culturalmente, como condición para fortalecer el posicionamiento político de Podemos, podría contradecir a Amador Fernández Savater, cuando dice que “Según el discurso de Pablo Iglesias, parece que el neoliberalismo tiene lugar “desde arriba”: políticas de austeridad, recortes y desregulación. Es una visión limitada, puramente negativa. El neoliberalismo no es exactamente un “régimen político”, sino un sistema social que organiza la vida entera; no se trata de un “grifo” que derrama hacia abajo sus políticas y que podemos cerrar conquistando los lugares centrales del poder político, sino una dinámica que nosotros mismos reproducimos en mil decisiones cotidianas. No se impone simplemente por miedo o coerción, sino porque propone formas de vida deseables”.
Al respecto de lo escrito por Amador habría que decir que el neoliberalismo es, en efecto, el cúmulo de medidas que se resumen en austeridad, recortes y desregulación. Su instrumentación “desde arriba” es posible sólo mediante la construcción paulatina de un consenso “hegemónico” que, efectivamente, expande entre la sociedad esos deseos de vida que no están ahí instalados de manera “espontanea” o “natural”. Revertir esos “deseos” pasa por una propuesta política arriesgada y pertinente, desafiando el campo de lo posible. pero tomándolo como referencia. Esas propuestas son la base de la acción política y pueden movilizar en la construcción autonómica como en la lucha institucional, considerando los condicionamientos y los alcances de cada campo. Si algo hemos abrevado de Podemos, de sus discursos y sus dispositivos visuales, es la importancia de que esa batalla cultural sea por la expansión, mediante la acción política, de propuestas de vida distintas a las que promovieron quienes lograron convencer de esos “estilos deseables”.
Quedan muchos temas fuera y pendientes para esta nueva etapa. Algunos de los debates enfrentan posiciones y desacuerdos internos. La riqueza y complejidad de lo que se discute debería clarificar que son discusiones de largo alcance y que habría que encausarlas sin mayor trauma. Lo que es un hecho es que el fenómeno Podemos ha constituido una experiencia intelectual que ayuda a repensar cuestiones útiles para contextos como el nuestro en torno a la renovación de la política y sus condicionamientos. Los participantes y militantes que dieron el paso adelante merecen un gran reconocimiento. Se requerirá su interlocución para los puntos críticos. Colocarnos en la simple la posición de la critica y el “deberían”, implica un emplazamiento pasivo que nada aporta. Al final y a pesar de la distancia, se trata de la construcción conjunta de diversas formas y dispositivos que nos ayuden dibujar horizontes transformadores.
*El autor es miembro de la Fundación para la Democracia.
Referencias
↑1 | “Hace veiticinco años cuando cayó el muro de Berlín, no fue solo la Unión Soviética ni la idea comunista, ni la eficacia de las “soluciones socialistas” lo que se vino abajo. También cayó la socialdemocracia de Europa occidental. Ante el triunfalista vendaval capitalista que barrió el mundo entero, la socialdemocracia no tuvo ni la visión ni la determinación necesaria para defender muchos de los elementos de sus propios programas sociales de otros programas sociales de otros tiempos. Por el contrario, decidió suicidarse. Ese fue el momento fundacional del extremo centro”. Ali, Tariq, “El Extremo Centro”, Alianza Editorial, 2015, p.12 |
---|