Lucha Libre Extrema: el arte suicida | Crónica de un torneo ultraviolento
Un reportaje de Tercera Vía Crónica: José Manuel Vacah Ilustración original: Jonathan Gil Fotografía original: Annick Donkers Diseño web: Francisco Trejo Corona
“Necesitamos más alambre de púas”. Ya tienen suficientes lámparas incandescentes, tachuelas, ya está lista la engrapadora y la sierra industrial.. Están preparando todo para la función, una función muy especial. Tendrá lugar un torneo ultraviolento en el que participarán ocho gladiadores extremos en busca de la gloria, para hacerse acreedores a una copa rodeada por una corona de púas.
Estamos en Tulancingo, Hidalgo –aquí nació el Santo, la leyenda de la lucha libre—y aquí es donde nacen los luchadores extremos. Entramos al autolavado VM, o mejor dicho, a la arena de lucha extrema, un sitio cualquiera en una ciudad sin muchos atractivos. Un visitante común y corriente llevará a lavar su automóvil y jamás imaginará que detrás, en una especie de garaje, se realicen funciones de lucha ultraviolenta. La gente de la localidad sabe que cada mes hay luchas extremas realizadas por la empresa DTU (Desastre Total Ultraviolento). No hay clandestinidad, pues en Hidalgo las funciones no están prohibidas.
El autolavado VM es una arena pequeña: calculo que pueden caber como cien personas, pero la afluencia es poca el día de hoy, a pesar del bajo precio de las entradas: hay boletos de $80 y $50 pesos, y los niños pagan $40 o $30 pesos, según los lugares que escojan.
Dance Boy, talento de DTU, me explica: “En el D.F. la lucha extrema se prohibió por ciertos accidentes. Pero no se trata nada más de destruir. Como dicen por ahí, para ser luchador extremo no hay que hacerse, hay que nacer. La prohibición está bien, porque hay muchos compañeros que en realidad no saben hacer lo que es la lucha extrema y esto afecta a los que en verdad nos dedicamos a hacer este tipo de lucha.” Deporte y espectáculo, la lucha extrema tiene una serie de códigos para prevenir, en la medida de lo posible, los accidentes. Por eso es importante que los luchadores sepan hacer “bien” la lucha extrema: “muchos compañeros no se fijan, botan los vidrios a la gente, hay que cuidar todos esos detalles porque es muy riesgoso.”
Con el rostro sereno, Dance Boy me asegura que no hay diferencia entre la lucha libre y la lucha extrema: “Hasta en una lucha normal hay riesgo, como dicen, sabemos todos cómo vamos a subir, pero no sabemos cómo vamos a bajar”.
“Antes que todo aprendes la lucha libre completamente, lo que es llaveo, contrallaveo y todo lo que esto significa. Ser extremo es un complemento más. Que te tomen como un luchador extremo, la gente piensa que es sólo que te rompas lámparas o los artefactos que se usan, pues no es así”. Sentencia Dance Boy, “la gente no sabe lo que en verdad es la lucha extrema”. ¿Pero entonces qué es?
Y agrega, “esto es algo con lo que te encariñas, y amas, le tienes que tener mucho respeto”, en sus ojos, severos y tranquilos, se refleja una especie de felicidad: “La gente me dice ¿piensas dejarlo?, no se puede, es un estilo de vida”.
Violento Jack, lleva en el nombre la fama, es un estandarte de la empresa DTU y de la lucha extrema en México. Con el Campeonato Extremo DTU colgando de su hombro, me platica sobre sus inicios en este arte: “No tengo familiares dentro de la lucha libre, pero mi papá es aficionado, de niño me llevaba a las funciones. En la adolescencia fue cuando dije, ‘yo quiero dedicarme a eso’. Cabe mencionar que desde un principio lo que me llamó la atención fue la lucha extrema, la lucha hardcore”.Como Dance Boy me explicó, la lucha extrema no es más que una modalidad de la lucha libre y para dedicarte a lo extremo tienes que pasar por un entrenamiento como luchador profesional, Violento Jack tuvo que formarse de esta manera: “Entrené lucha libre profesional, no de llenó entré a la lucha extrema. Luché dos o tres años en lucha tradicional y ya luego me enfoqué a este estilo. Mucha gente piensa que todas mis luchas son en esta modalidad y no, sigo practicando la lucha tradicional, la lucha normal, la lucha clásica, pero esto es lo que me apasiona y esto es lo que me ha llevado a muchísimas partes de México y del mundo entero”.
¿Es sólo una pasión?
Creo que es un poco de todo, es un poco de adicción, no al grado como lo pueda entender la gente. Te vuelves adicto al aplauso, a la reacción del público, a esa adrenalina que te provoca el riesgo, entre más te arriesgas más adrenalina te provoca, esa es la adicción que te provoca la lucha libre, es una recompensa la que tú buscas.Me gustan las películas de terror —me gusta el género slasher—, todo fue encaminado a lo mismo. Mi personaje Violento Jack va enfocado a eso, siempre me gustaron los videojuegos un tanto agresivos. Siempre me gustaron los deportes de contacto, a mí no me gustaba el futbol, ni el basquetbol, ni las canicas. Entrené taekwondo, lucha olímpica, box. Siempre me gustó, ora sí que la mala vida.”
Antes de subirte a un ring ¿qué es lo primero que pasa por tu mente?
Creo que trato de poner mi mente en blanco, no trato de pensar mucho… por ejemplo ‘hoy voy en una lucha de tachuelas’. No trato de pensar, por ejemplo en la vez que me enterré tachuelas en la mano, la vez que me enterré tachuelas en la cabeza o lo cerca que han estado las tachuelas de los ojos. Ese tipo de cosas malas no las trato de pensar, simplemente pongo mi mente en blanco y digo, vamos a ver qué pasa el día de hoy.
¿Cuál ha sido el peor de todos los momentos?
Hace nueve años tuve una quemadura de segundo grado en uno de mis brazos, no me di cuenta de la magnitud hasta que llegué a mi casa y me quité el vendaje que me pusieron en esa ocasión los paramédicos. Cuál fue mi sorpresa que con cada trecho de vendaje que me iba quitando iba quedándose piel en la venda. Fue una cosa de las más preocupantes porque digamos, las cortadas ya las conozco, pero una quemadura era algo nuevo para mí.
Violento Jack me cuenta que terminó la carrera de Psicólogo Social, pero me asegura que no la ejerce porque el estilo de vida de un luchador es muy gratificante. Me dice que gracias a la lucha libre ha conocido a muchas personas, ha recorrido toda la república, ha viajado a Estados Unidos, a Centroamérica, ha ido tres veces a Japón. Y como si esto no fuera suficiente, me cuenta que lo más importante de todo es el cariño del público, “a veces como luchador no te das cuenta de cuántas personas te aprecian, sobre todo gente que no te conoce, me ha tocado llegar a ciertos lugares y la gente me abre las puertas de su casa o me dan un ray. La gente nos da mucho más de lo que nosotros en realidad le devolvemos”
No puedo pasar la oportunidad de preguntarle cómo ve la lucha extrema desde el punto de vista de la psicología:
En el caso de la gente, del aficionado, pues le gusta. La gente no puede evitar el hecho de que esto es algo llamativo, algo interesante, hay morbo. A la gente le gusta la sangre, le gusta la violencia, pero siempre es algo bien raro, en todo deporte canalizas este sentido agresivo que todos tenemos, es sublimada la agresividad, la violencia la sublimas. Pero por ejemplo, en el fútbol, hay violencia en las tribunas. La lucha extrema sirve como catarsis a la gente, es rarísimo en una función de lucha que veas aficionados peleándose, la gente no se apasiona a ese grado porque la gente lo está canalizando, la lucha se queda arriba del ring simplemente.
Aldo Alcíbar es padre de familia y lleva a su hijo a que se divierta. Su padre también lo llevaba a las arenas desde niño.
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¿Cómo se creó la afición de su hijo?
Le empezó a gustar, yo lo traje desde los tres años. Hoy no iba a venir pero me rogó, hasta lloró para que lo trajera, le gusta mucho.
¿Cómo ves el aspecto de la violencia en este deporte?
En lugar de fomentar la violencia, hace que los niños sean más tranquilos. Mi hijo antes de que viniera por primera vez era muy agresivo, y ahora se controla. Alivia aquí toda su violencia, gritando y todo eso, desahogándose. Yo siento que fomenta menos la violencia.
¿Cuál es el lado más noble de la lucha extrema?
Los luchadores, verlos ofrecer todo por dos, tres, cien personas es lo más noble que he visto, sin importar la calidad o la cantidad que haya de gente.
El rugido de los acordes repercute en las sienes, “¡Aquí no es donde! ¡No es ningún lugar!”, es la música que antecede la entrada de los gladiadores. Estamos en uno de los círculos del infierno, pero aquí hay garnachas, tortas y refrescos.
Un torneo no puede llevarse a cabo sin una serie de fases de la misma envergadura extrema, con ocho gladiadores participantes: Ovett (miembro de la famosa facción extrema Los Porros); Miedo Extremo (quien forma parte de otra facción, Los Macizos); Rocket Rojo (directamente traído de Los Ángeles, Ca.); Cíclope (líder de Los Macizos); así como Vengador; Paranoico; Dance Boy y Violento Jack, quienes tuvieron que enfrentarse en distintas etapas. Primera fase: lucha con Kendo; segunda fase: lucha de sillas –el ritual hace homenaje al instrumento de tortura más utilizado en el gremio—; tercera fase: lucha callejera –esto significa que la cuenta de tres, espaldas planas, podrá ser en cualquier parte de la arena—; cuarta fase: lucha con tachuelas; primer encuentro semifinal: lucha con lámparas incandescentes; segundo encuentro semifinal: lucha con engrapadora.
La final es un encuentro fratricida —hermanos de la misma facción, los Macizos, cara a cara—, oh coincidencia funesta del destino, Cíclope (ganador anterior de la copa) o Miedo Extremo (quien a sus 20 años participa por primera vez en el torneo) ¿Quién de los dos reclamará la marca de Caín en el rostro? Sólo existe una recompensa: el trofeo, una copa bañada en la pétrea plata de la victoria ultraviolenta, coronada por una espiral de púas.
Antes de que aparezcan los finalistas, un comando de utileros extremos sube al ring a hacerle algunos ajustes: en una cara del ring están amarrando lámparas incandescentes sobre las sogas, en la otra cara enredan en las sogas un alambre de púas y en una tercera cara están colocando una sierra industrial, la cuarta cara queda libre. La promesa de la intensidad está justificada en estas mejoras del cuadrilátero, y para aderezar, en una esquina se coloca una tabla de madera y en la otra una silla.
El primero en aparecer es Cíclope, uno de los luchadores más carismáticos de la empresa DTU, con el rostro totalmente ensangrentado por la batalla anterior y con un vendaje alrededor de la frente. Sube al ring, mientras la gente corea su nombre, pues sin duda es uno de los favoritos. Ha demostrado a lo largo de este torneo su valía como luchador extremo, y ni las cortaduras con lámparas han llagado su entusiasmo.
Es el turno de Miedo Extremo, aparece como un fantasma, también emana de su frente el líquido vital y es coronado por un vendaje, pero su rostro está cubierto por la máscara, como enmascarado no esconde el rictus de dolor y fiereza, al contrario, lo proyecta, su personaje no es aquel ser petrificado por el miedo, sino el miedo mismo encarnado, proclamado como amo del terror y el aquelarre. Pero él no tiene miedo, me lo dijo en una breve entrevista que sostuvimos antes de que comenzara la función, lo único que pasa por su mente antes de subir al ring es “pensar en Dios y en que todo va a salir bien”, no tiene ningún ritual antes de subir “nada más una oración y ya”. ¿Miedo? “Nooo miedo no, pero respeto sí”, me asegura.
Miedo Extremo sale con su mejor amigo, un instrumento manufacturado a la imagen y semejanza de su propio sueño de tortura extrema: una silla en la cual dos lámparas incandescentes están amarradas a cada uno de sus lados, todo rodeado por un elegante alambre de púas.
Comienzan con los golpes y los castigos de alto impacto, una andanada de patadas en el pecho, en la cabeza, en la espalda. La lucha sucede veloz, un castigo tras otro sin dar tregua, los vendajes que llevan ambos gladiadores en la frente son arrojados hacia el público. Una dama aficionada, recoge uno de éstos y lo guarda en su bolso como recuerdo de la noche.
Cíclope trata de enviar a su adversario contra las cuerdas en las que se amarraron las lámparas, pero Miedo Extremo revierte el castigo y la espalda de Cíclope revienta los cristales incandescentes, una andanada de esquirlas de nieve cae sobre el rostro (the winter is coming) de algunos aficionados de la primera fila, quienes tienen que cubrirse el rostro en un instante, para prevenir una ceguera temprana.
Cíclope se recupera, y con la espalda cortada se lanza sobre su rival, Miedo Extremo es arrojado a las cuerdas envenenadas con alambre de púas y queda atrapado como una mosca en una telaraña mortal, sus gritos de dolor colman el escenario. Logra zafarse de las púas, mientras Cíclope aprovecha para castigarlo con una lámpara rota, reventándole la frente.
Unas patadas voladoras sacan del encordado —por el único lado en que no es mortal salir del encordado— a Miedo Extremo. Es el turno de Cíclope de salir en un tope suicida entre la segunda y la tercera cuerda. La gente de las tres —y únicas,— filas se levantan de sus asientos y los luchadores deshacen las filas cayendo brutalmente sobre las sillas. Ambos luchadores se levantan y comienzan a golpearse ahí, la gente se arremolina a su alrededor, no hay barreras entre el aficionado y el luchador, lo que sí hay es un diálogo entre los gritos y los mamporros. Cansados de los golpes en el pecho, deciden recurrir a los cabezazos y el sonido que provocan los cráneos impactándose entre sí eriza verdaderamente la piel. Un rugido del público hace eco a la música de los cráneos, de la garganta del respetable se arranca el grito de “¡Esto es lucha! ¡Esto es lucha!”.
La brutalidad no ha sido demostrada aún, en un alarde de extrema autoflagelación, Cíclope toma una engrapadora que había sido dejada ex profeso para el castigo, y se autoengrapa la frente. La sangre que no ha dejado de manar de su rostro, se vuelve una cascada turbia de vitalidad. “¡poooooooooooooower!” grita el autoengrapado Cíclope y castiga a Miedo Extremo engrapándole una mascada —que una señorita descuidadamente arrojo al ring— en la frente.
Ya no hay tiempo para improvisar, comienzan a darse golpes brutales con el fin de diezmar a su adversario, se revientan lámparas incandescentes en el cráneo, una de éstas lámparas tenía un aceite que baña a ambos gladiadores de negra suciedad. Cubiertos de sangre y aceite, dan una imagen devastadora, parece como si hubiera estallado una bomba y ellos fueran los únicos sobrevivientes.
Todo se resume en una última acción. Miedo Extremo aprovecha un segundo de distracción de Cíclope y lo castiga, lo levanta y le hace un movimiento de contralona, brutalmente sobre el montículo, es un castigo brutal, sórdido. Cíclope ya no se levanta, el réferi cuenta las tres palmadas de rigor. Ha ganado Miedo Extremo.
La gente aplaude el desenlace. Cíclope no se levanta, de inmediato sube la asistencia “médica”, sabe Dios si una de aquellas personas que sube a auxiliarlo tiene conocimientos médicos. La gente se arremolina sobre el filo del cuadrilátero con los celulares en ristre, todos quieren tomar una foto del final.
Por fin se levanta Cíclope, sólo fueron unos segundos de aturdimiento, seminoqueado toma el micrófono y dice “Miedo Extremo eres un cabrón, tienes huevos, ¡gracias carnal!”.
Ciclope y Miedo Extremo. Fotografía: Annick Donkers
¿Qué significan esas gracias? Le preguntó a Cíclope casi una hora después de finalizada la batalla, cuando éste decide salir de los vestidores para concedernos una última entrevista: “Estoy con los sentimientos encontrados, feliz porque la copa se la llevó mi carnal, pero yo hubiera querido tenerla en mi casa… Le di las gracias porque yo sé de su capacidad y él sabe de mi capacidad, y bueno, yo creo que las mejores guerras empiezan entre hermanos, le di las gracias por entregarse al máximo en esta final, él sabe que yo me entregué al máximo, y bueno la gente salió contenta”.
Antes de terminar esta última entrevista le pregunto si está loco. Antes de contestarme, ríe, “Mucha gente me pregunta lo mismo, vulgarmente me dice, ‘te metes algo o qué traes encima’, no nada, simplemente es adrenalina, emoción, amor por lo que estoy haciendo y bueno, no podría meterme nada, porque yo soy de la idea de que los golpes los debes de sentir, entonces, si estoy intoxicado, como la gente lo cree luego, no tendría chiste que yo me suba, a mí me gusta subir sanito para sentir los golpes, los castigos, las cortadas, la sangre derramada”.
Ya son las 11:30 de la noche, ya se han ido todos los aficionados, sólo quedan los luchadores (por ahí está Miedo Extremo celebrando la victoria con su novia), algunos amigos de ellos, la directiva DTU y la señora que vende las garnachas. Me acerco a la directiva DTU y le hago una última pregunta.
¿Cuál es el lado positivo de la lucha extrema?
“Es un tema un poco delicado, pero considero que toda la energía que tienen estos chicos, si no les diéramos este espacio para venir y hacer lo que es lucha extrema, imagínate toda esa energía en potencia allá afuera, haciendo otras cosas. Entonces como te puedes dar cuenta, los luchadores no son malvivientes, no son gente que tenga vicios, son gente que es deportista, profesionistas (Violento Jack es psicólogo, Slayer Pack es licenciado en derecho, Black Fire es entrenador olímpico, y así te puedo mencionar a muchos luchadores que son parte de DTU). La empresa lo que hace es albergar talento, talento de alto impacto y talento de lucha extrema. Sí estamos locos y gustamos de esto”.
En la lucha extrema el sufrimiento es un instante para la posteridad.