El Universal: ¿Escudero invisible de la PGR?

En acuerdo a lo referido por Julio Sherer García en su libro Los Presidentes, el “chayote” es una remuneración económica que los periodistas obtienen a cambio de ser complacientes con el poder. El término se volvió común durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, con motivo de una escena pintoresca: en 1966, mientras el presidente realizaba un discurso en Tlaxcala a tenor de la inauguración de campos de riego- eran repartidas bolsas de dinero por un funcionario de gobierno, que intentaba disimular las indecorosas entregas al esconderse entre plantas de chayote. Los reporteros se decían entonces: “¿Ves aquel chayote? Están echándole agua. Ve para allá”.

En ambientes urbanos penosamente carecemos de plantas de chayote voluminosas, que permitirían la compra de conciencias preservando la tradición. Por eso el sistema se ha sofisticado, con depósitos bancarios para columnistas y articulistas mercenarios, que realizan piruetas mortales con tal de defender lo indefendible. En otras ocasiones, el trato puede consistir en transformar a un político de tercera fila en un eminente servidor público, mientras se degrada al que ayer fue laureado, pero que en últimos tiempos se olvidó de su “amigo periodista”. No viene mal un calambre travieso si es para revivir la vieja fraternidad.

Sin consultar a SAGARPA estamos seguros de que México es uno de los países donde se producen más “chayotes” del mundo. Sin embargo, más que su número, lo que sorprende es que casi en cualquier parte pueden florecer. A pesar de presentar una variedad que depende de las condiciones del terreno, podemos clasificarlos en sus tres familias más comunes: los que están verdes, los que son amargos y los ácidos.

Para probar nuestra hipótesis, usaremos el informe sobre Ayotzinapa realizado por el Grupo Interdisciplinario de Expertos y Expertas Independientes como nitrato. Del primer caso, los chayotes verdes, tenemos a Luis Cárdenas, quien escribió su artículo “Ayotzinapa somos todos” en “El Universal” el pasado jueves 9 de septiembre:
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Aquí vemos un doble juego perverso: reconocer el dolor y la rabia por un lado, pero con el objetivo de finiquitar esas emociones por el otro. Es algo así como “Nos duelen a todos los 43, pero los mataron. Supérenlo, se los digo yo, que estoy pasando lo mismo que ustedes”. Como EPN en tiempos recientes, Luis Cárdenas supone que al reconocer que la indignación existe, ésta se desactiva. Craso error. Finalmente, la puesta en escena de su aparente sensibilidad con las familias de los desaparecidos cae a pedazos con esa línea final.  

Ese chayote está verde.

El segundo caso es el de los chayotes amargos. Al día siguiente de la presentación del informe del GIEI, Ricardo Alemán escribió en el Universal su columna habitual con el título “Informe engañabobos de expertos en mentir”. En ese texto se puede leer:  

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Para este chayote amargo, la firma de tratados internacionales y el respectivo cumplimiento de las obligaciones contraídas por el Estado mexicano son asuntos menores. Incluso ofenden a la inteligencia de “los mexicanos que piensan” las comisiones independientes, al presentar conclusiones distintas a las “verdades históricas” de bolsillo que estila la PGR.

Pero estando al tanto “los mexicanos que piensan” de la verdad, ¿Por qué el GIEI se empeñaría en mentirles? ¿Acaso para confundir a los incautos, esos que no leen o no están de acuerdo con las columnas de Alemán, y que por tanto, son a priori excluidos del uso de razón? Tan seria duda es respondida por el mismo Alemán en un tweet reconcentrado y glorioso que escribió ese mismo día.  
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En el caso del chayote amargo, el riesgo es que se pudra al punto en que no sea útil ni para el festín de los gusanos.

Para finalizar no podemos desestimar el caso del chayote ácido. Guillermo Sheridan escribió el pasado martes en “El Universal” un artículo llamado “Donde se propone una comisión especial”. En él, convoca a resolver el caso de Ayotzinapa con ayuda de un selecto grupo de detectives, agentes e investigadores de hechura ficticia: Sam Spade, Steve Carella, Salvo Montalbano, Sherlock Holmes, Lisbeth Salander, entre otros, serían los encargados de llegar a la verdad.  

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El chayote ácido es menos dañino de lo que cree, y de una forma impensada, uno se entristece un poco cuando no se produce el efecto deseado. ¿Quién no gusta de vez en cuando paladear algo acedo, aunque su sabor conlleve gestos de disgusto? En este caso, es posible que además de perder la acidéz con el tiempo, ni siquiera se trate realmente de un chayote, sino de alguna extraña variedad de fresa. En cualquier caso, vale recordar ese consejo de que no debemos trabajar en lo que más nos gusta, pues como todos están enterados de esa pasión, nos negarán compesación a sabiendas de que lo haríamos gratis.

Queda preguntarse en estos tiempos de crisis, ¿A cuanto está el chayote hoy?

@CesarAlanRuiz

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