Tradwives, Incels y Discursos Tóxicos: Relaciones de Amor y Poder en la Era Moderna

Los grupos conservadores de derecha asumen que las culpables y responsables de la crisis en el amor son las mujeres modernas. La única posible solución: que vuelvan a las casas, a cuidar a los niños y a atender a sus esposos. Han concluido que el individualismo imperante, el aislamiento y la incapacidad de relacionarnos son producto de la mujer feminista que trabaja y que está demasiado empoderada.

Es cierto que las instituciones del matrimonio y la familia están en crisis. Los divorcios están a la alza, los hogares unipersonales también. La gente está más sola y deprimida que nunca. La cuestión es que estos grupos han monopolizado esta problemática para impulsar el discurso de la familia tradicional, los viejos tiempos, en los que todo era perfecto y había valores de verdad.

Personas tristes, aisladas e incomprendidas han escuchado esta lectura de la situación, se han sentido identificadas y han replicado con muchos prejuicios y poco conocimiento estos discursos que son potencialmente tóxicos. Grupos de hombres dicen en foros de Reddit que una mujer actual no les ofrece ni la mitad de lo que les ofreció su mamá, que las mujeres son convenencieras, promiscuas y ya no existen las de verdad. 

La misoginia, en mi opinión, no es otra cosa que miedo a la mujer. Es la creencia de que la mujer es mala y peligrosa. Que está lista para dejarte por alguien mejor, que te va a lastimar, humillar, engañar. Este es un mito fundacional en nuestra cultura. En la Biblia se cuenta que Eva corrompe a Adán, lo convence de comer la manzana. El castigo por este acto es el siguiente: “Multiplicaré tus dolores en tus preñeces, con dolor parirás tus hijos y estarás bajo la potestad de tu marido, y él te dominará” (Génesis 3:16).

Cuando nos resistimos a esa dominación, empieza el miedo, y detrás la violencia. Encierran a novias y esposas. Les gritan y les pegan en un intento de voltear la situación, de revertir la dinámica de poder.

No es coincidencia que lo primero que hace un violentador es bloquear todas las fuentes de apoyo. Aislar a la víctima de sus amigos, de su familia. Quitarle el dinero, el coche, los medios en los que podría salir de esa situación. Es una forma de control.

Por eso me parece escalofriante cuando las mujeres hablan con añoranza de quedarse en casa, atender al esposo, mantener su energía femenina, porque yo entiendo esta energía como el producto de siglos de manipulación masculina, no como una bonita casualidad o un momento en la historia que habría que revisitar.

Muchos hombres y mujeres se proponen seguir replicando el patriarcado, la estructura asimétrica en la que el hombre oprime a la mujer. Piensan que es la única solución ante el declive del amor en pareja.

Desglosando la energía femenina

En las redes sociales se ha potenciado el discurso de estar en “tu energía femenina”. ¿Qué significa esto? Según las decenas de videos en TikTok que vi sobre el tema, consiste en ser muy dulce, verte lo más guapa posible, no perseguir, sino esperar y atraer; no reaccionar, sino ser amable y humilde.

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En este discurso, las mujeres animan a otras a salirse de su “energía masculina”, ya que eso provoca que los hombres se vayan o se vuelvan sumisos o flojos. Muchas cuentas incentivan a celebrar todos los logros de tu pareja para que realmente se sienta como un hombre.

Mi primera conclusión es que cuando se habla de energía femenina, en realidad se habla de los roles de género, incluso del arquetipo de la madre desinteresada y buena. Y me pregunto: ¿realmente perpetuar los roles de género es la respuesta a la crisis del amor heterosexual? ¿Puede haber un amor diferente?

Mona Chollet escribió: “La perversidad de nuestras sociedades es bombardearnos, instándonos a la heterosexualidad y, al mismo tiempo, educar y socializar metódicamente a hombres y mujeres para que sean incapaces de entenderse”. 

El hecho de que las mujeres sean criadas para ser comprensivas, dóciles y entregadas, y los hombres para tener iniciativa y ser orgullosos, es la fuente de muchos de los problemas en las parejas heterosexuales. Las discusiones empiezan porque nos parecen imposibles las acciones —tan desconsideradas— del otro, su manera de actuar, tan distinta a la nuestra.

Además ¿realmente existe la “energía femenina”? Es un concepto que es entendido desde los arquetipos, las construcciones sociales y culturales, más que desde la biología. Judith Butler, ya en la década de los noventa, hablaba sobre la teoría de la performatividad de género. Argumentaba que hombres y mujeres actúan en un intento de copiar a un ser natural y puro que no existe y que se basa en la creencia de que los sexos tienen cualidades biológicas que los destinan a tomar ciertos papeles y roles dentro de la sociedad. Lo que recuerda a la célebre frase de Simone de Beauvoir: “una mujer no nace, se hace”.

Sin embargo, lo que se entiende por energía femenina ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. En las culturas antiguas, el arquetipo de la diosa es muy común, según Jung. El hecho de que la mujer pudiera dar vida era considerado algo místico que la posicionaba por encima de los hombres. Y que dio pie a investigar los matriarcados.

Los griegos tenían varios arquetipos femeninos. Por ejemplo, tenían diosas vírgenes como Atenea y Hestia, que enaltecían las cualidades de la competencia y la autosuficiencia, y diosas vulnerables como Hera, Démeter y Perséfone, que representaban a las hijas y esposas y no podían sobrevivir sin su afiliación al hombre. Estas últimas siempre eran violadas, raptadas y humilladas en los mitos. 

Sin embargo, durante la Edad Media, la mujer no era concebida como una deidad. Era percibida como un ser “sucio” que debía vivir arrepentida y en penitencia, en gran parte debido a las interpretaciones de la Biblia.

Hay dos momentos clave en la historia en los que se confinó a la mujer al hogar y al rol “femenino” según Silvia Federici. El primero fue la caza de brujas. Esta historiadora argumenta que, ante la conversión del sistema feudal medieval a un sistema capitalista, los campesinos enfrentaron un doloroso proceso de expropiación de tierras y bienes.

La caza de brujas, en este sentido, desvió cualquier intento de lucha social: “…al igual que hoy, al reprimir a las mujeres, las clases dominantes sometían de forma aún más eficaz a la totalidad del proletariado”. En los lugares en los que más solidaria se mostraba la comunidad y más enaltecida era la lucha de clases, sucedieron más juicios por brujería

Federici también argumenta que, durante el medievo, la mujer tenía cierto control sobre su sexualidad. Entre mujeres compartían su sabiduría para realizar abortos y usar anticonceptivos. Muchas tenían el papel de curanderas. Pero, con la caza de brujas, las mujeres fueron despojadas de su propio cuerpo; cualquiera que usara su sexualidad para fines no reproductivos era acusada, violentada y asesinada. Los hombres aprovecharon la caza de brujas para deshacerse de esposas y mitigar la venganza de las mujeres que violaban.

En dos de las campañas emprendidas en los poblados de Tréveris, en Alemania, no quedó ninguna mujer con vida. Se quemaron 368. Las mujeres fueron relegadas a la función de reproducir la fuerza de trabajo, controladas por el miedo y el clima de sospecha.


El segundo momento en la historia que degrada a la mujer es el ascenso del capitalismo industrial y el cambio del estado monárquico al moderno, democrático y burgués. En este momento el espacio público es concebido como dominio estrictamente masculino. Las mujeres son desplazadas al espacio privado, a la intimidad y a los cuidados. Anthony Giddens escribió que en el siglo XVIII se inventó la maternidad tal como la conocemos. Las mujeres que antes eran consideradas seres irracionales se convirtieron en madres encargadas de la disciplina y la enseñanza moral de los hijos.

En ese mismo siglo, se empieza a creer en el amor dentro del matrimonio, a la par de las ideas de racionalidad e individualismo que impulsaron los principales exponentes de la Ilustración. Muchos teóricos coinciden en que el matrimonio se forma como una institución capitalista. El sistema económico se beneficia de la monogamia heterosexual, este modelo asegura que la herencia de bienes y estatus se mantenga entre unas pocas familias. Y en el caso de las familias pobres, para contribuir a la fuerza laboral. Preceptos como la virginidad obligatoria de la mujer soltera garantizan que los bienes del hombre con el que se case pasen realmente a sus hijos.

Se agudizaron los roles de género para esclarecer lo que hombres y mujeres debían de aportar a la sociedad. Por ejemplo, en México se leyó la epístola de Melchor Ocampo desde 1859 hasta el 2007 en todos los matrimonios civiles. Dice así: 

“El hombre, cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer, protección, alimento y dirección, tratándola siempre como a la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo, y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil (…) la mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo”.


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A lo que voy con este repaso fugaz es que la llamada “energía femenina” deviene de muchos procesos históricos en los que se controla a la mujer para ser más complaciente, más sumisa. Es buen momento para decir que no tengo nada en contra de la “energía femenina” si significa cuidar a los que quieres, ser paciente y entregada; solo no creo que sean cualidades exclusivas de un sexo.

En redes sociales hay un fenómeno que está causando mucho ruido últimamente: las tradwives (esposas tradicionales). Mujeres que se graban a sí mismas en plena “energía femenina”, cocinando comidas para sus esposos, criando a los hijos, usando vestidos largos vintage, etc. Muchas de ellas solo postean la estética de una esposa tradicional, pero hay otras que postean la ideología.

Las tradwives sienten una especie de nostalgia hacia la década de los cincuenta en Estados Unidos, cuando los hombres volvieron de la Segunda Guerra Mundial y las mujeres, que habían realizado trabajos debido a su ausencia, regresaron a sus casas. La economía en crecimiento permitió que se encargaran de los hogares (las mujeres blancas y privilegiadas).

Una de las más famosas es Ballerina Farm, una mujer joven que se llama Hanna Neelman. Vive en una granja, tiene ocho hijos y hace casi todas las comidas desde el principio. Hace poco fue criticada en redes sociales porque una periodista publicó una entrevista en la que dio detalles poco progresistas de su forma de vida.

Contó que su esposo, Daniel Neelman, la quiso conquistar durante seis meses y ella lo rechazó. El noviazgo empezó porque Daniel se enteró de que Hanna viajaría en la aerolínea de su padre y movió hilos para sentarse a su lado en un avión. Aunque ella quiso esperar a terminar su carrera de ballet en Julliard, su novio le dijo que eso “no funcionaba” y se casaron. Pronto tuvieron su primer hijo.

En la entrevista, dijo que Daniel no quería ninguna niñera en la casa, por lo que ella tiene que criar a los ocho hijos, educarlos, cocinar y limpiar todos los días. El mismo esposo dijo que a veces está tan agotada que puede pasar una semana en cama. El momento más controversial de esta pareja fue en el cumpleaños de Hanna, cuando David la grabó abriendo el regalo que le hizo. La Ballerina Farm esperaba un viaje a Grecia, en cambio, recibió un delantal.

Dicen que ser una mujer que cuida la casa y los hijos es lo mejor que les pudo haber pasado. Y tienen un poco de razón. En un mundo complicado y acelerado, suena muy atractiva la idea de quedarse en casa, en medio de un campo, y llevar una vida tranquila. Además, las mujeres que trabajan y son madres llevan una doble jornada cuando llegan a casa y tienen que hacer todos los deberes que se les exigen.

Sin embargo, creo que la respuesta yace en que el hombre tome un papel más activo en las labores domésticas y de crianza. Cabe recalcar que las tradwives no son simplemente madres que deciden quedarse en casa, sino que tienen una ideología política basada en los roles de género. Quieren volver al modelo en el que el hombre se encarga del trabajo productivo y la mujer del trabajo reproductivo. Apenas hace unas décadas salimos de la casa, ¿qué tan ansiosas estamos por volver a ella?

Hombres de verdad

Las mujeres no son las únicas que creen que el amor romántico y la familia están en crisis. En internet existen grupos de hombres resentidos y bastante imaginativos que están de acuerdo, y lo demuestran de maneras aún más terroríficas.

Para empezar, hay personajes muy controversiales como Andrew Tate y, en el caso de México, el TEMACH. Este último opina en TikTok: “Los hombres preferimos a las vírgenes, pero ya no hay. Y la gente me va a decir que soy machista por ello: los hombres que en secreto también preferirían a una mujer virgen y las mujeres que están más paseadas en el carrusel. Y dirían ‘El haberme cogido a un montón de hombres no reduce mi valor como mujer’ y no, solo demuestra que eres pendeja, que te dejaste con todos esos vatos”. Después de tanto ataque termina el vídeo diciendo “aplica para los dos géneros ehhhhh”.

Para nombrarse y definirse, estos grupos de hombres que comparten un resentimiento generalizado hacia las mujeres han desarrollado un lenguaje y una terminología. Muchos se definen como Incel (celibato involuntario). Este concepto fue acuñado por primera vez por una estudiante en Toronto en 1997 cuando publicó en un blog que nunca había tenido sexo, pero le gustaría. Desde entonces, el significado de este término ha transmutado hasta definir una especie de supremacía masculina, en la que muchos hombres en internet expresan el odio que sienten hacia las mujeres por no tener relaciones sexuales con ellos.

Además de Incel, hay un sinfín de subgrupos dentro de estos círculos de redes sociales: Volcel, que significa celibato voluntario; MentalCel, que son los chicos que no pueden formar una relación por bloqueos mentales; ShortCel: hombres que no gustan a las mujeres porque son muy bajos; o CurryCel: hombres que no atraen por ser indios. Y SIMP: un hombre totalmente entregado a las mujeres, engañado por sus efectos seductores.

Los red pills: aquellos que pagaron el precio de entender la realidad —es decir, que solo existen mujeres interesadas— pero deciden hacer un cambio al respecto, como ir al gimnasio, vestirse bien, apoyar a la familia tradicional, etc., en busca de una de las pocas mujeres buenas que quedan. Los black pills, que en cambio asumen que están destinados a morir solos. Y los blue pills, que en opinión de los Incel son los hombres que no han despertado a la realidad y todavía confían en las mujeres.

Entre todas las denominaciones se forman conversaciones en redes sociales como Twitter, Reddit o grupos de Telegram. ¿De qué hablan? Cuentan sus experiencias, mandan links de aplicaciones que desnudan a cualquier mujer mediante inteligencia artificial o perfiles de OnlyFans. Comentan que violar está justificado, o en todo caso, perseguir a chicas en la calle por la noche, correr rápido detrás de ellas, darles un buen susto para que “aprendan”.

Y el más facho diría “bueno, son conversaciones, hay libertad de expresión”, pero el hecho es que esto se traduce en violencia. Elliot Rodger, un universitario de 22 años mató a seis personas e hirió a doce en un tiroteo en la Universidad de California en Santa Bárbara en el 2014. Había manifestado en múltiples ocasiones su frustración sexual por seguir siendo virgen y su odio a las mujeres por no corresponderle en redes sociales. Antes de suicidarse, publicó un manifiesto de 140 páginas. En los foros de Reddit lo empezaron a llamar “Saint Elliot”. Lo mitificaron.

Años después, un ex militar en Toronto atropelló a 10 personas que circulaban por una vereda concurrida. Minutos antes, publicó en Facebook: “¡La rebelión de los incel ya ha comenzado! Derrocaremos a todos los Chads y Stacys. ¡Saluden todos al supremo caballero Elliot Rodger!”

Los “Chads y Stacys” son personas que tienen mucho sexo por su apariencia en el lenguaje de los Incel.

En 2018, otro de los fans de Elliot Rodger, Scott Paul Beierle, mató a dos mujeres en una clase de yoga en Florida. Llevaba años subiendo música en iCloud con letras misóginas. Dejó una nota en su cuarto donde resume perfectamente la ideología blackpill: “Si no puedo encontrar una mujer decente con la cual vivir, encontraré a cien mujeres indecentes con las cuales morir”.

Muchos de estos chicos tienen autismo o problemas de salud mental. Un estudio de Evolutionary Psychology Science demostró que el 75% de los hombres que se definen como Incel tienen depresión. En estas conversaciones con otros hombres encuentran una comunidad y sienten libertad de expresarse. Culpan todos sus problemas a las mujeres, se organizan para atacarlas en Twitter. Reddit ha prohibido varios foros Incel por incitar la violencia contra las mujeres, sin embargo, esto no ha disminuido el peso de la conversación. 

Este resentimiento que canalizan hacia las mujeres deviene de muchas creencias, como la regla 80/20: el ochenta por ciento de los hombres no resultan atractivos para las mujeres. Entonces las mujeres persiguen a ese 20% que sí las atraen e ignoran al otro 80% hasta que es absolutamente necesario tener pareja. A estos cálculos les llaman el “Sexual Market Place”.

Los Incel son firmes creyentes de que las mujeres tienen hipergamia. Esto significa que buscan una pareja con un estatus social, económico o educativo superior al propio. Para probar este punto, han recurrido a estudios sociológicos que tergiversan, citas de Platón y estadísticas de Tinder.

Se enojan por las dificultades que representa ser el 80% de los hombres no atractivos. Juran que las mujeres están teniendo una cantidad inimaginable de sexo con el 20% del que están excluidos (¿será verdad?). La socióloga Anastasia Powell hizo un estudio en 2010 en Estados Unidos y Australia en el que demostraba que, en los países donde era festejada la libertad sexual, aumentaron los abusos y violaciones Los hombres castigan a las  mujeres que disfrutan de su sexualidad. Por ello justifican la violencia sexual con excusas tan retardadas como “traía falda”, “¿qué hace fuera a esas horas de la noche?”.

Es una doble moral. Por una parte se quejan de que no tienen sexo con ellas, por otra parte las llaman zorras. Es una lógica de “rechaza a todos menos a mí”.

Mona Chollet, en su libro Reinventar el amor, invita a los hombres a ser realmente heterosexuales. Los acusa de ser homoeróticos: dicen sentir un deseo irrefrenable por las mujeres, pero al mismo tiempo no quieren que les vaya bien. Se burlan de lo pesadas que son sus novias o esposas, nada les gustaría más que pasar el rato con los amigos. Buscan el respeto y aprobación entre hombres. 

Tal vez llegamos al punto clave. Lo que resienten en sí no es el actuar de las mujeres, sino que cayeron en la trampa que se tendieron a sí mismos. Les dijeron que para ser hombres de verdad debían tener muchísimo sexo y conquistar a mujeres guapas. Lo creyeron y ahora sufren por ello. Perdieron en su propio juego

Algo diferente

Volvemos al punto de inicio. ¿Puede haber un amor más puro?¿Otras formas de encontrarnos atractivos?

Creo que el intento por amoldar a la mujer a su rol femenino en las familias tradicionales no necesariamente tiene el objetivo de oprimir. Muchas de las tradwives en realidad son empresarias bastante exitosas. Dudo que, fuera de la nostalgia de la década de los cincuenta, realmente quieran volver a un mundo que las silenciaba.

Más bien, pienso que muchas de estas mujeres sienten el deseo de regresar a tiempos en los que existían algunas certezas. Casarse ya no significa pasar la vida junto a alguien, obtener un trabajo no es garantía de nada, comprar una casa parece imposible. Lo que nos ha dejado la vida moderna, el sistema capitalista es una enorme incertidumbre frente al futuro.

Aunque entiendo la problemática, me enoja de sobremanera que algunas mujeres afirmen que estar en tu “energía femenina” cambiará radicalmente tu vida. Si para que un hombre me ame tengo que permanecer guapa, dócil y sumisa, escojo la soltería. Si tengo que reafirmar su masculinidad, llenarlo de cumplidos y posicionarme sutilmente debajo de él, prefiero vivir sin amor. Muchas estarán de acuerdo conmigo. Otras me acusarán de estar en mi “energía masculina”.

Los Incel se quejan de que las mujeres solo quieren a hombres que son proveedores, pero yo creo que queremos mucho más. Queremos que los hombres tomen roles más activos, que sean buenos padres, amigos y novios. Tal vez si dejaran de sentir que las mujeres les deben cualquier cosa, se sentirían más felices. Tal vez si asumieran la responsabilidad de su soledad y aislamiento, encontrarían paz. Al final del día, lo primero que hay que entender del amor es que no soluciona todos tus problemas.

Esta polarización es un signo de alarma, una advertencia de que no hemos encontrado nuevas formas de relacionarnos. Los hombres tienen miedo de las mujeres, y las mujeres tienen miedo de los hombres. En vez de acrecentar, exagerar y festejar los roles de género en un intento de construir certezas y volver a sentir control, deberíamos de explorar, debatir, aprender formas de amor que no nos sean heredadas ¿Somos capaces de imaginar algo diferente?

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