Más allá de la risa: ¿qué sostiene a la comedia en el AMG?

En tiempos convulsos, ¿quién sigue haciendo de la risa una prioridad? Más intrigante aún: ¿quién cree que la risa puede trascender el entretenimiento?
Las analogías son muchas. La han llamado espejo, ventana, herramienta, plataforma, estandarte de causas políticas, pegamento social o espacio neutral para encontrarse con el otro. También se ha dicho que es escudo y espada al mismo tiempo; un acto de rebelión o perpetuación, protesta o propaganda.

Y, entonces, ¿por qué no puede —o no ha podido— ser un negocio rentable y sostenible? Al menos no en el plano local. No en el Área Metropolitana de Guadalajara.

¿Qué o quién dictamina si existe o no una escena cultural —de teatro, cine, comedia— en un determinado lugar? La “escena” es un concepto elusivo. No sabemos con certeza qué determina su existencia: ¿son sus propios creadores o el contexto que los rodea? ¿Importa más la cantidad de artistas que ejecutan un arte determinado o la calidad promedio de su trabajo? ¿Qué resulta más significativo: la frecuencia semanal de espectáculos o el interés real de las audiencias? ¿Qué evidencia realmente el crecimiento de la escena: el número de artistas o la diversidad entre ellos?

En el AMG hay, desde hace ya una década, varios espacios dispuestos a abrir sus puertas a la comedia de stand–up. Un par de productoras de comedia —conformadas por los mismos comediantes— alimentan un circuito de dos noches semanales. Estanduperos hay muchos, pero entre ellos las mujeres están significativamente menos representadas y las disidencias sexuales y las personas con discapacidad son prácticamente invisibles: se pueden contar con los dedos de una sola mano. Así, ¿hay o no hay escena de stand–up en Guadalajara y el resto del AMG?

En 2002, tras advertir la falta que hacían más espacios para la expresión artística en Guadalajara, el ingeniero Alfredo Saras Rangel abrió Rojo Café, un restaurante y foro cultural que se convirtió en el lugar que vería nacer el stand–up local.

En 2013 Alberto Velarde —comunicador y pionero del stand–up tapatío— se acercó a Saras con un propósito definido: encontrar un escenario para su recién fundado colectivo Stand–up GDL y sus micrófonos abiertos. Simultáneamente, Stand–up Tropical, bajo la dirección de Pedro Kumamoto —quien después incursionaría en la política—, exploraba idénticos territorios: introducir un formato de comedia emergente, buscando espacios para sus espectáculos y generando un nuevo circuito cultural en Guadalajara.

Aunque Rojo Café se mantuvo fiel a su propuesta inicial: abrirse a cualquier expresión artística, y aunque ambos colectivos tuvieran eventos esporádicos con buena respuesta, fue una batalla mantenerse abierto tantos años. Según los cálculos de Velarde, entre 60 y 70 lugares han intentado presentar stand–up en el AMG durante un periodo de 13 años, y la enorme mayoría han cerrado al poco tiempo. “La realidad es que, como cualquier otro proyecto, el stand–up necesita construir un público mediante la consistencia; el público se forma a través del hábito”, dice el comediante.

Tras 14 años de resistencia, Rojo Café cerró sus puertas en marzo de 2016. El creciente número de bares y centros nocturnos en la zona de Chapultepec fue, según Saras, el golpe definitivo para varios centros artísticos como el suyo.

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Para entonces el stand–up ya se había consolidado como formato a escala nacional, impulsado por figuras como Sofía Niño de Rivera y Ricardo O’Farrill. Sin embargo, ningún comediante tapatío había logrado saltar a la fama con la contundencia de sus colegas de la Ciudad de México. Por esas mismas épocas, Nuevo León experimentaba un auge de comediantes surgidos de Multimedios, y Querétaro inauguraba La Caja Popular, el primer bar exclusivo de comedia en el mapa nacional. El segundo fue La Vaca de Troya, ubicado en el Centro Magno, en Guadalajara.

Actualmente, el AMG cuenta con tres espacios de open mic de stand–up: el Hoffman Café —cuyos jueves están contados, según anunció su dueño—, el de la productora Bigotes Tupido en el bar de jazz Primer Piso —también los jueves—, y Morelos Terraza, producido por Dálmata Comedy GDL cada miércoles. A éstos se suma el open mic itinerante de Las Humoristas, la productora feminista que se mueve quincenalmente entre Cuerpos Parlantes y el ya desaparecido Monosílabo.

Todos esos espacios revelan una verdad incómoda: la comedia de stand–up está confinada a un territorio limitado. Chapultepec y el centro histórico de Guadalajara monopolizan la escena, excluyendo sistemáticamente a Tonalá, Tlaquepaque y Tlajomulco —zonas densamente pobladas que también integran el Área Metropolitana—. Esta concentración no es casual: es un síntoma de una segregación cultural que margina a las periferias, reduciendo la expresión artística a un territorio privilegiado y excluyente.

Tres tipologías definen los espacios de stand–up: aquellos que ocasionalmente abren sus puertas al formato —como bares, restaurantes o centros culturales, como los casos de Cuerpos Parlantes o el Mercado Andares—, los que semanalmente ofrecen una noche de micrófono abierto —Primer Piso y Hoffman Café— y los espacios especializados que apostaron por sostenerse únicamente con cartelera de comedia.

Estos últimos libran la batalla más compleja: a diferencia de los open mics de entrada libre, donde el público sólo paga su consumo, ofrecen shows con costo, una estrategia que ha encontrado menor recepción entre los espectadores. En el AMG El Templo de la Risa, Foro Bigotes y Foro Atemporal representan esta arriesgada apuesta por un modelo de negocio aún por consolidarse. “Lo que pasa es que la mayoría de los lugares que abren espacios para la comedia no abren con un afán de hacer comedia, o no prestan el espacio por hacer comedia, sino porque necesitan clientes, y eso es totalmente entendible”, dice Jerry Balderrama, comediante y fundador de la productora Bigotes Tupido.

El 10 de marzo de 2025 Bigotes Tupido cumplirá tres años de realizar open mics todos los jueves por la noche en el club de jazz Primer Piso. Este año Jerry decidió abrir el Foro Bigotes, un espacio exclusivo para shows de stand–up ubicado a dos cuadras de la basílica de Zapopan. Con esta iniciativa no solamente apuesta por los shows de paga, sino también por crear un espacio que no se encuentra en las áreas donde suele concentrarse la comedia en la ciudad.

Pero ¿están dispuestos los habitantes del AMG a pagar por comedia? Balderrama dice que esta ciudad es “excelente para artistas reconocidos, pero no demuestra interés por lo local”. Sin embargo, Cintia Lozano, gerente del Foro del Ángel —un espacio con capacidad para 300 personas ubicado en López Mateos Sur 2077—, opina lo contrario: “La verdad es que les ha ido muy bien en los eventos; se llenan, incluso la gente se queda afuera esperando boletos”. ¿Es o no rentable el stand–up en esta ciudad? Depende del modelo de negocio.

En espacios como el Foro del Ángel la gestión económica no se basa en porcentajes. Solicitan el 50% de la renta del espacio —6 mil pesos en temporada baja y 7 mil en temporada alta, más IVA en facturación—. En estos lugares se pagan impuestos al Ayuntamiento: el 7% del total de boletos vendidos, además de los honorarios del interventor que, según Cintia Lozano, no superan los 450 pesos.

Por otro lado, está Bigotes, que no genera ganancias con el open mic de los jueves, pues es de entrada libre y los ingresos por consumo son para el bar. Por eso, Jerry decidió rentar un nuevo espacio: “No había un lugar para nosotros y necesitábamos generar ingresos”. Pero si hay que pagar renta y los boletos no se venden, ¿es realmente éste el modelo de negocio correcto? “No estoy segura de que un espacio exclusivo para stand–up pueda sostenerse únicamente con estos eventos, pero Jerry lo está intentando y lo hace muy bien”, dice Lozano.

David Inclán, actor y dueño de Casa Inclán —un foro artístico ubicado en Circunvalación Oblatos 1218, lejos del área de Chapultepec y del centro histórico—, tiene una perspectiva diferente: “Rentar te lleva al suicidio. La cultura tendría que ser gratis”. David no cobra pocentaje por boletaje, el único requisito es meter 50 personas en el espacio, que tiene un aforo para 100. “El boletaje es totalmente tuyo y todo lo que se consuma es de nosotros. Ganamos 50/50”.

Después de presentarse varios años en Rojo Café y tras el cierre de este espacio, David transformó un terreno familiar en un centro cultural, abierto a diversos espectáculos. Con el tiempo, el stand–up se convirtió en su propuesta más sólida. Velarde se presentó con Inclán en 2021 buscando un nuevo espacio para los shows de su colectivo Stand–up Gdl, llegando a un acuerdo: funciones todos los viernes.

Sin embargo, en mi última visita en octubre de 2024 apenas dos mesas estaban ocupadas en un show con cinco comediantes. Así, a pesar de no pagar renta, de contar con condiciones técnicas adecuadas —luces, sonido, tarima— y de tener publicidad tanto del lugar como de los cómicos, el stand–up no parece despertar el interés de la audiencia local.


O tal vez no de todas las audiencias, como lo demuestra Las Humoristas, un colectivo de mujeres comediantes que organiza micrófonos abiertos quincenales exclusivos para mujeres y disidencias. Sus eventos —tanto open mics como shows pagados que combinan stand–up e improvisación— están abiertos a todo público y, desde sus inicios a principios de 2024, han tenido una respuesta notable. A pesar de presentarse en locales pequeños, suelen llenar el aforo. Cabe mencionar que sus presentaciones están marcadas por una clara postura política y feminista, con la que buscan crear entornos incluyentes donde la comedia sea verdaderamente de y para todes. Ramona Pistolas, comediante y una de las fundadoras del colectivo dice que “Mientras más tiempo tengo en la escena, más consciente me hago de cosas que no son apropiadas en el escenario, porque la verdad es que no son chistosas, son violentas. El stand-up yo lo puedo comparar con la música. Hay un chingo de géneros y cada vez va a haber más. No todo es para todos y hay de todo para todos.” 

La escena del stand–up en el AMG refleja una paradoja cultural: mientras la comedia se mantiene como una forma de expresión vibrante y necesaria, su viabilidad económica sigue siendo un desafío persistente. La concentración geográfica en zonas privilegiadas, la dificultad para sostener espacios especializados y la resistencia del público a pagar por ver el talento local evidencian las fracturas de un ecosistema cultural aún en desarrollo. Iniciativas como Foro Bigotes intentan romper esta inercia al descentralizar la comedia hacia Zapopan, aunque enfrentan el reto de convertir la asistencia gratuita de los open mics en público dispuesto a pagar por los shows. Por otro lado, el éxito de colectivos como Las Humoristas demuestra que existe una audiencia dispuesta a apoyar propuestas alternativas cuando éstas responden a necesidades específicas de representación y conexión comunitaria, sugiriendo que el futuro del stand–up en la ciudad podría depender no únicamente de su modelo de negocio, sino también de su capacidad para crear espacios verdaderamente inclusivos y significativos para sus diversas audiencias. Tal vez la cuestión ya no sea si el stand–up puede prosperar económicamente en el AMG, sino cuál es el estilo de comedia que la ciudad está dispuesta a respaldar.


Texto de Andrea Cajiga Fornelli es estudiante de la Licenciatura en Periodismo y Comunicación Pública en el ITESO. Este artículo es parte de la investigación “xxxxxx” que lleva a cabo en el PAP Mirar la ciudad con otros ojos. Memorias e identidades.


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