“Las colonias”, más que un breve romance de ausencia.

Comenzaron a emerger a finales del siglo XIX, consolidando un discurso arquitectónico de modernidad basado principalmente en la arquitectura europea y norteamericana. La presencia, en ese entonces, de grupos de empresarios extranjeros, provenientes principalmente de Francia, Alemania y Estados Unidos, y de su interés por invertir en la construcción de nuevos fraccionamientos que distaran de la arquitectura mediterránea, imperante en ese momento, llevó paulatinamente a la creación de las colonias Lafayette, La Americana y La Moderna.

Atmósfera europea. Así, una atmósfera europea comenzó a emerger en las catalogadas ciudades jardín (por su importante densidad y diversidad en arbolado). Viviendas enormes, luminosas, con frondosos jardines externos (chalets), y sin el tradicional patio interior que caracterizaba a las fincas mediterráneas o tradicionales de la época, iniciaron los trazos que dibujaron un nuevo paisaje arquitectónico que ampliaba a la ciudad de las rosas con una nueva faceta estética, surgiendo hacia el poniente y oriente en primer orden la colonia Lafayette; posteriormente la colonia Americana; y finalmente la Moderna, marcando así una pauta a seguir.

De tal modo se fue instaurando ese estilo de vida moderno que tanto anhelaba la clase pudiente y que evocaba los modelos de arquitectura de los Estados Unidos y Europa, especialmente el de Francia. Armando González Escoto, cronista de la ciudad y catedrático de la UNIVA, menciona que en ese entonces el empresariado francés tenía una mayor influencia en Guadalajara sobre otros grupos extranjeros, debido al éxito de sus primeras tiendas departamentales en la ciudad (Fábricas de Francia, El Nuevo Mundo y París), lo que les permitió tal estabilidad y arraigo que se plantearon la inquietud de crearse sus propios hábitats, que fueron materializando al paso del tiempo en las primeras décadas del siglo XX.

La Francesa. “El padre de las colonias se llamó Ernesto Fuchs. Este señor era un ingeniero e inventor alemán que llegó a la Guadalajara porfirista, hacia finales del siglo XIX, viniendo de Europa hacia los Estados Unidos, y de los Estados Unidos acá”, refiere por su parte Juan José Doñán, reconocido escritor, profesor de la Universidad de Guadalajara y cronista de Jalisco.

El investigador ahonda en que Fuchs, mente maestra de los nuevos asentamientos disruptivos en la Guadalajara antigua, era un personaje inquieto que ya una vez afincado en la ciudad, comenzó prolíficamente a relacionarse, asociarse y hacer negocios con otras personas, ocurriéndosele, en un primer proyecto, invitar a empresarios a sumársele en la creación de una colonia con características semejantes a las europeas: La Francesa (primera colonia tapatía, y antecesora de La Fayette, La Moderna y La Americana).

Resistencia al nuevo discurso arquitectónico. La Francesa correspondió a una zona fraccionada ubicada entre las actuales calles Reforma y Avenida Hidalgo. En ella se trazó la entonces avenida La Fayette (hoy avenida y corredor cultural Chapultepec), sin embargo, esta idea de asentamiento “no pegó del todo”, dice el experto, pues a pesar de la propuesta innovadora basada en el concepto europeo de ciudad jardín, al integrar de manera importante la naturaleza con la vida urbana, no fue bien recibida. Tuvo una suerte de prensa desfavorable emitida por reputados críticos conservadores que no aceptaban el nuevo estilo europeo planteado por Fuchs, y que lo veían lejano a la cultura local, entre ellos el renombrado director del observatorio meteorológico, Severo Díaz. A esto se sumó algo aún más relevante: la reticencia de las nuevas generaciones de tapatíos a invertir en terrenos que consideraban alejados y mal conectados al carecer de transporte, “además de que la gente desconfía de lo nuevo”, lo que significó un descalabro económico importante para Fuchs y sus asociados, al grado de casi quebrar en sus finanzas. “La Francesa fue a principios del siglo XX, y no estaba construida, estaba fraccionada, y era para que la gente comprara… no fue un boom”, señala el catedrático de la UdeG.

Prosperan las colonias. Sin embargo, pese al traspié y la casi bancarrota de Fuchs y sus socios, La Francesa fue el punto de partida que sentó las bases para que, tiempo después, Fuchs, ahora con la confianza que en él depositaba un nuevo inversionista, mejores condiciones como terrenos relativamente accesibles y la implementación del tranvía eléctrico que conectaba la ciudad con sus zonas limítrofes, lograra materializar y hacer prosperar los nuevos proyectos de las colonias modernas alineadas a los estilos europeos y estadounidenses que las clases acomodadas tanto anhelaban.

“Entró un empresario de Pachuca, llamado Carlos Landero, este fulano le mete lana y, curiosamente, comienza en el año de 1907 un servicio de transporte que era el tranvía eléctrico que iba a las colonias, y ya con esa transportación y demás, poco a poco comenzó a pegar (ser viable y atractivo asentarse en esas zonas)”, menciona Doñán.

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Otra dialéctica entre espacios y formas. Y surgen así, ya sin la tensión de mayores opositores y con mejores condiciones, las llamadas colonias (nombre genérico con el que se les conoció a los nuevos asentamientos) con su otra dialéctica entre espacios y formas. La colonia Lafayette se edificó sobre lo que alguna vez fue La Francesa (que resultó impróspera).

Chalets; casonas amplias con generosos espaciados entre sí; banquetas anchas con áreas verdes frondosamente arboladas en que se erigían jacarandas, especie arbórea traída desde Paraguay en base a un programa de reforestación que en ese entonces se había implementado en el país, y que se convirtió en un árbol ícono del lugar, al igual que los eucaliptos y el conocido laurel de la india, que comenzaron a integrarse y dar vista a la modernidad de esos sitios, materializada e integrada por una gran cantidad de constructores, ingenieros y arquitectos, destacando entre ellos a los reconocidos Luis Barragán, Rafael de Urzúa, Ignacio Díaz Morales y Pedro Castellanos, además de los mentores de todos ellos, como Aurelio Aceves y Navarro Branca.

Seña de identidad. “Todo ese talento constructivo empezó a hacer casas, algunas como de medio de fantasía, por decir algo la casa china que está ahí por la calle de Guadalupe Zuno; o Los Castillitos, tan criticados por don Severo Díaz, a quien le parecían de escenografía, y que están ubicados por la avenida Libertad y la calle Bélgica. Con toda esa diversidad y con obras maestras como las que hicieron Barragán, Rafael de Urzúa, Pedro Castellanos y demás arquitectos, ya a mediados del siglo XX, las colonias eran una realidad, tanto que al suspenderse el tranvía eléctrico, ya había una línea de camiones que iban del lejano oriente de Guadalajara, que era Oblatos, hasta las colonias situadas en el poniente; a este trayecto se le llamó la línea Oblatos-Colonias”, cita el escritor.

Tras la edificación de la colonia Lafayette, se fueron agregando más y a este conglomerado se le conoció entre la población local como “Las Colonias”, surgiendo así a la postre la colonia Americana y la colonia Moderna, que ya en la actualidad conforman una seña de identidad tapatía, siendo testigos de una época que aún late y respira en esas casonas de atractivas dimensiones, espaciado generoso, estética deslumbrante y ventilada, resaltando entre ellas la “González Luna”, edificada por un joven Luis Barragán en el año de 1920, hoy llamada ITESO Clavijero; y la de Zuno, realizada por el ingeniero Villaseñor, edificaciones que, sumadas a otras tantas similares, cautivaron, abriendo paso al éxito de su aceptación social y por ende de esos nuevos asentamientos, donde hoy el tiempo parece haberse detenido para los que saben observar e imaginar las historias que pudieron ocurrir tras esos ventanales hacia distintas épocas, en donde les flanqueaban aún campos de maíz.

Del elogio de Novo a la primera sede del Club Guadalajara. Por su parte, el poeta Salvador Novo elogiaba estas zonas en donde en sus inicios la historia y la modernidad se entrelazaban, traslapándose en una dualidad que asemejaba tanto a un paseo en el campo (por su tranquilidad y naturaleza) como a su vez a una estampa de ciudad.

“En las colonias estuvo la primera sede del Club Guadalajara, que se llamó Club Unión, dándole el nombre a la Avenida Unión, que es la prolongación hacia el sur de la Avenida Américas. En Avenida Unión y la actual calle Guadalupe Zuno estuvo la primera sede de lo que son ahora las Chivas, y ahí había campos de futbol y una alberca a la que la gente le llamaba el tanque”, menciona Juan José Doñán, y recalca que en ese entonces el Club Guadalajara era modesto, semiprofesional, y “Las Colonias” ya eran “un hitazo”. Su modelo prosperó hacia otras más que se fueron agregando hacia el poniente como La Monraz, La Ladrón de Guevara, Vallarta, Vallarta San Jorge, y la West End.

El paso del tiempo. El transcurrir del tiempo ha traído cambios en esas casonas de La Fayette, La Americana y La Moderna, cuyas grandes dimensiones fueron concebidas en un principio con la intención de albergar familias numerosas, convirtiéndose finalmente en su mayoría en variados giros comerciales. “O sea, esas casotas tan grandes para matrimonios con muchos hijos, ahora tienen que ser negocios. Por ejemplo, por Vallarta hay una parte que son tiendas de vestidos de novias, y por otra parte corredores gastronómicos y bares”, subraya el experto.

Recientemente, la Colonia Americana ha sido catalogada por la Secretaría de Turismo de Jalisco como un “Barrio Mágico”, un distintivo que destaca su riqueza cultural y arquitectónica. Sin embargo, el investigador no está del todo de acuerdo con esta connotación, partiendo de la lógica de que la connotación de “barrio” corresponde a una parte de territorio que se va agregando dentro del casco original de la ciudad, como el Barrio de San Juan de Dios, el Barrio de Mexicaltzingo, o el Barrio de Analco, por lo que su denominación de “barrio”, aunque sea mágico, le parece inadecuado.

Área agraciada y comercial que debe conservarse. “Las Colonias” es un área bastante agraciada con un gran potencial y en constante evolución, que desde sus inicios albergó una arquitectura heterogénea pero equilibrada, que va desde chalets suizos, construcciones mediterráneas, hasta edificaciones de estilo popular mexicano, como la ya mencionada Casa ITESO Clavijero, de Luis Barragán. Juan José Doñán considera que sería una desgracia que en el lugar se construyeran edificios a mansalva, sin gracia, y que el atractivo visual “multisensorial” que las caracteriza se perdiera.

“La Avenida Chapultepec realmente era una avenida muy tranquila, se diferenciaba de las demás porque era arbolada, y la gente venía a ver las casas tan bonitas construidas a su alrededor. Donde hoy es Bancomer había una casa majestuosa de un banquero. Aquí (en la ahora avenida y corredor Chapultepec, que también alguna vez fue pista de aterrizaje de aviones) se podía uno estacionar en las aceras, no era tan problemático. Fue a partir de la inauguración del corredor cultural, como en el año de 1995, cuando se le dio más importancia a Chapultepec en lo turístico y hubo más flujo de personas, lo cual hizo prosperar a los negocios, y las ventas subieron un 30 por ciento”, menciona el empresario Carlos Esqueda, propietario del bar Bananas, uno de los primeros que abrió sus puertas sobre la Avenida Chapultepec, entre las calles Lerdo de Tejada y Guadalupe Zuno, hacia el año de 1983.

Hoy. “Las Colonias”, vistas con reticencia en sus inicios, hoy se reinterpretan en un dinamismo comercial y empresarial. Las casonas que fueron hogares de familias numerosas, aunque ya no cumplen su propósito original, mantienen su huella arquitectónica, su poesía visual y su luz, erigidas en amplias avenidas arboladas que tienden un espejo de sombras en donde se encuentra un equilibrio entre la intimidad de su pasado y la vitalidad del presente.

Así, la zona es un mosaico vivo y ecléctico en sus actividades, como lo es en su arquitectura que a veces parece respirar hondo, como quien toma suficiente aire antes de contarnos una gran historia. Sí, hay un dejo de nostalgia en esas casonas que ya no son hogares, y cuyos propietarios, ahora casa-tenientes, alquilan a variedad de comercios.


Parte de nosotros. Oficinistas, paseantes locales, turistas nacionales o de las más variadas latitudes, al igual que emprendedores de distintos rubros, siendo el del sector tecnológico el más presente; así como ciclistas, jóvenes, comerciantes, estudiantes, y algunos propietarios, los menos, ya adentrados en años y que aún moran en sus viviendas, rebelándose al paso de los largos brazos del tiempo, convergen en esas ciudades jardín, a veces melancólicas, arboladas de Rosas Moradas, Primaveras, Jacarandas, eucaliptos y laurel de la india, por mencionar algunas especies arbóreas que cual habitantes tímidos y silenciosos también engalanan con una alfombra de hojarasca y el paso de los paseantes.

Durante la noche, especialmente en fin de semana, la zona palpita más intensamente a las percusiones de la vida social, entre conversaciones, baile y carcajadas envueltas en las luces de los más diversos bares y restaurantes con oferta gastronómica, entretenimiento y diversión hacia una variedad de comensales, todos abrazando, quizá algunos sin saberlo, ese estilo de vida moderno que se trazó hace poco más de un siglo y que hoy, resistiéndose a haber sido un solo breve romance de ausencia, es parte de la cultura patrimonial del tapatío contemporáneo.

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