Qué podemos aprender del amor libre

La activista española Brigitte Vasallo nos cuestiona: por qué si se ha dejado de creer en Dios, en el capital, incluso en la heterosexualidad obligada, se sigue creyendo en la monogamia.

Todos somos en cierta medida poliamorosos, ya que a lo largo de nuestras vidas surgirán atracciones más o menos fuertes y más o menos numerosas sin importar las circunstancias. Es verdad que las relaciones abiertas o poliamorosas no son para todos. Aun así, pienso que hay que poner atención al discurso detrás. 

El poliamor o el amor libre no es una moda, aunque últimamente se habla más abiertamente de ello. Desde la segunda mitad del siglo XIX los anarquistas defendieron el amor libre. Argumentaban que el matrimonio era una institución burguesa que favorecía al sistema capitalista y que los sentimientos humanos no podían ser regularizados. 

Alexandra Kollontai, anarquista rusa y feminista puso el dedo en la cuestión: las mujeres no pueden ser libres en el esquema del matrimonio, porque es un sistema patriarcal y el amor no puede ser puro si la mujer es oprimida. La crítica de los anarquistas no era contra el amor en sí, sino contra la institucionalización de las relaciones personales, el control que se ejercía mediante estos esquemas sociales. 

Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre también fueron grandes defensores del amor libre. Se conocieron en 1929 en la École Normale Supérieure de París, donde ambos estudiaban filosofía. Nunca se casaron y sin embargo estuvieron juntos hasta la muerte de Sartre. 

El escritor francés le escribió en una carta “Mi querido Castor… jamás sentí tan intensamente que usted es yo mismo… aquí hay más que amor”. Su relación de amor libre no era en absoluto una relación sin compromiso.

Al contrario, defendían la autonomía y la individualidad de una persona, por ello Sartre entendía el amor como un estado de conflicto y tensión más que de paz. Porque sabía que aceptar la libertad de la otra persona, traía fuentes inacabables de incertidumbre. Como lo dijo Osvaldo Baigorria “¿Hay algo más parecido a un esclavo que un enamorado?”

Sartre también escribió que en un mundo de violencia es imposible concebir un amor “puro” a menos que este amor contenga la intención de terminar con el mundo de violencia. 

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No hay que ser poliamoroso para cuestionarse la heterosexualidad obligada y patriarcal. Efectivamente el amor funciona de acuerdo con la estructura dominante de poder, y hay creencias heredadas en nuestra cultura que nos resultan problemáticas como el amor “solo y único”. 

El poliamor es definido por Giazú Enciso como “una relación de más de dos personas al mismo tiempo de amor y compromiso, y no necesariamente sexual. Donde todas las personas involucradas saben y están de acuerdo en estar en esa relación”. 

Sin embargo, en la práctica el amor libre es más difícil de lo que parece. Mariana estudiante de psicología me contó en una entrevista que abrió su relación cuando su novio de tres años se fue de intercambio. Volvieron a ser exclusivos cuando él volvió, hace más de seis meses y aún siguen hablando de las dificultades que les trajo.

Mariana y su novio tienen 22 años y de alguna forma sentían la presión de “disfrutar la juventud”. Para cuando empezaron su relación abierta, ella consideraba que estaba “deconstruida” y le sorprendió sentir celos y sufrir. Armaron unas reglas básicas como no ver a la misma persona más de tres veces o no dormir con otro.

Cuando les contó a sus amigas, la respuesta general fue “yo no podría”. Aunque hubo comunicación constante, la relación abierta le dolió y le pesó. También creció como persona, se dio cuenta de que a pesar de que ama a su novio, no lo necesita. Ahora duda si tendría otra relación abierta.

Aunque hay personas que creen que el amor libre o el poliamor es una consecuencia del consumismo o el individualismo, la misma monogamia también aísla a las personas. Poner las expectativas sexuales, afectivas, intelectuales, recreativas en una persona solo puede llevar a la desilusión.

A lo que voy, es que hay algunas cuestiones dentro del “amor libre” que podemos aplicar a nuestras vidas, sin necesariamente embarcarnos en una relación abierta o poliamorosa. Lo que traen estos nuevos modelos relacionales son cuestionamientos urgentes sobre cómo se vive el amor. Quién lo recibe, en qué medida. 

 

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