Akira

Ser joven y nerd en México no era sencillo hace veinte años. Mucho menos en provincia. Podía ser una experiencia incomprendida y solitaria. Conforme pasa el tiempo, ciertas aficiones son más aceptadas con las generaciones.

Ser fan del punk, del rock tipo Metallica, del rock alternativo, del hip-hop, del skate, del screamo, los cómics, el cine B, la música electrónica, los videojuegos. Tengo 31 años, me tocó en los dosmiles tempranos/noventas-tardíos ser fan de los videojuegos, entusiasta de las redes sociales en el declive de MySpace (cuando todos pensaban que era una estupidez tuitear tu comida) y un puñeto del self publishing en línea. En Aguascalientes, México.

Insisto, en Aguascalientes podías encontrar en el 2001 skatos y rockeros. O con quien jugar Magic the Gathering. Gente con quien no fuera raro interactuar así a tus 12 años. Pero los videojuegos aún eran vistos como cosas de niños que debías dejar atrás  para sumarte a la palomilla que ya quería tomar caguamas y coger. Que fracasaban estrepitosamente en dicho punto, pero bueh.

Tal vez tengo más de dos años que no toco un control para no jugar algo más que Paneru de Pon en el Nintendo Switch que tengo de adorno, pero vivorespiro videojuegos. Es una pasión más allá de jugar FIFA o Gears of War. Es clavarte en la industria como fan en las gradas, es leer de negocios, es chutarte un libro entero sobre las pesadillas de desarrollo. Es leer foros oscuros para encontrar un dato.

Así siempre ha sido. En 2001, a mis 12 años tal vez había en México millones así, pero no era fácil encontrarlos en mi secundaria. Tener ese nivel de obsesión y pasión.

Hasta que conocí Atomix.

Ya había crecido con Club Nintendo, que decididamente cambió de staff en un par de años (se fueron a Atomix, yo no lo sabía) y se estableció como un producto primero como un content marketing y después estancado en un público pre adolescente. Lo cuál estaba bien.

(Como apunte lateral, hay una anécdota con cierto grado de veracidad que ha circulado por años: Akira y sus socios trataron de que Televisa uniera fuerzas con Limit-X (su emprendimiento en internet, un medio de videojuegos)  para crear una revista de videojuegos multiplataforma, una idea transgresora antes de 1998)

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Atomix era un sustituto a esos amigos que luego haría en foros, grupos de discusión (siempre en línea) y muchísimo después en persona. Club Nintendo para grandes.

Luego, el staff de Atomix se movería para lograr otra publicación, una franquicia que fue el raro caso donde todo fue bien logrado (EGM en Español). Pero esa fue otra historia.

A ese cisma, y muchos más (el papel, el ocaso del retail, el auge de los móviles, la fiebre por el iPad) siempre les ganó Oscar Yasser Noriega, también conocido como “Akira”. Un innovador no sólo de la industria editorial de los videojuegos, sino del publishing en línea en general.

Mi coincidencia con Atomix fue parte de la semilla para decidir formarme como alguien que en un futuro intentaría cobrar por escribir, editar, diseñar, formar planas, producir vídeos integrar ideas. Me tardé otros diez años, pero se pudo.

Tal vez por eso sigo respirando videojuegos día con día. He podido intercambiar correos o tuits con otros de mis editores favoritos ex-Atomix, pero extrañamente nunca me nació interactuar con Akira de manera profesional y/o fanboy. Me parecía un tipo genial, de opiniones fuertes y que ciertamente en años recientes maduró su persona pública. Dejó la rebeldía que todos tuvimos a los veinte para volverse un ser que integraba a aquellos con diferencias.

A Atomix, tengo que decir, le he copiado todo en mi carrera. Si ahorita es el momento de fuera máscaras tengo que confesar que le copié lenguaje, diseño, tipografías, estilos, y hasta código para sitios web. Si bien Akira llevaba años sin manos a la obra en el emprendimiento que fundó, sobra decir la influencia de dicha publicación en mi vida.


Hace meses decía lo mismo sobre Gus Rodríguez. Aunque nunca envidié su carrera o trayectoria. Y la de Akira sí. Su depa, su Audi, sus viajes. Un rato y luego se me olvidaba. Más bien, luego intenté imitar la ruta de la de uno de sus alumnos pero es -adivinaron- historia para otra columna.

(Akira innovó en hacer streams en vivo, podcasts, videoblogs, sitios completos en WordPress, matar revistas en papel, mandar a la fregada a Televisa, editar vídeo desde el móvil, hacer eventos en vivo a partir de podcasts. Y les hablo de hace diez años.)

¿Qué se sentirá haber tocado la vida de tanta gente? ¿Qué un escuincle random de Aguascalientes haya soñado con hacer revistas (profesión que ya no existe) gracias a tu chamba? ¿Unir y darle oportunidad, directa, a otros tantos?

Debe sentirse genial. Por eso y más, Oscar Yasser Noriega siempre será una inspiración para esos chicos sin problemas reales pero que siempre nos sentimos incomprendidos en nuestra burbuja.


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Descansa en paz, chingón.

Posdata

No es volver una tragedia sobre mí, es que en un año o dos meses, recordemos lo mucho que la chamba de alguien más puede marcar a randoms, que ni siquiera intercambiaron un correo con ellos. Eso es poder.

 

 

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