Hacer cine es un privilegio. Seamos responsables. Sobre Nuevo Orden.
En México existe un problema de representación. No estoy diciendo que esto aplique exclusivamente a nuestro país, sino que es donde vivo y, además, lo tengo detectado.
Falta representación en la clase política. Me podrán decir acomplejado o resentido, pero cuando era reportero pocas cosas me indignaban tanto como el baile anual en relación al aumento del precio del transporte público en Aguascalientes y ver a diputados locales juniors hablar del tema sin haberse subido a un autobús ya no digamos en tiempos recientes (al final, no dejan de ganar como legisladores) sino en toda su vida.
Falta representación en el sector privado. Un ejemplo, somero pero efectivo, es el mundo de la publicidad y el marketing. Campañas con los prejuicios de siempre y en el mejor de los casos estúpidas, si no es que rayando en lo clasista y machista. Desde clichés como los anuncios de consomé de pollo con mamás modelos apenas 10 años mayores que sus críos, hasta caso de te falta barrio cuando la campaña de algún refresco trata de apropiarse de alguna imaginería de la cultura popular. Siempre de manera poco decorosa.
Falta representación en los medios. Apenas estamos saliendo de años donde el juicio de señores o señorcitos dictaban qué noticias eran las relevantes, según sus intereses o gustos personalísimos. Al menos hoy existen métricas gracias al internet y el contenido basura mínimo apela al interés colectivo.
Falta representación en los contenidos. En el resultado final de éstos, y también en quienes los están realizando. En México, ser creador es un asunto poco democrático. Reportajes largos en revistas como Chilango, Gatopardo o Expansión nos hablan en perfiles sobre genios (o genias) que de chiquitos contaban chistes a sus primos, y de repente son figuras del standup. Que cual Mia Colucci, su sufrimiento fue ir al extranjero y no conocer a nadie.
Obviamos que de la secundaria al primer especial en Comedy Central hubo privilegio en el sentido de que no cualquier toma cursos en Chicago o puede cambiar tres veces de carrera antes de vivir de “sus ahorros” y picar piedra, sin estar percibiendo mientras se vive en una casa familiar en una zona céntrica de la CDMX. O el mero hecho de mudarse a la CDMX sin que sea yendo a un trabajo cómodo.
Hay podcasts de entrevistas con directores o guionistas mexicanos, donde por más que nos conmuevan sus historias sobre padres e hijos o empoderamiento de algún sector específico, los entrevistadores deciden ignorar la parte donde son hijos de grandes publicistas, editores o intelectuales cercanos al poder cultural y económico. Los cachorros de la creatividad.
Los más cínicos, se aprecia, hablan de que tenían que aprovechar los medios a sus disposición. Sus padres, en el caso de los más honestos, hablan del orgullo de su nepotismo. En medio de esto hay quienes sacan máximas de yo si batallé. Y está bien, yo haría lo mismo (lo haré) por mi hija, pero mientras tanto me da coraje por las oportunidades que no tuve, y que otros tantos desaprovechan en lo que encuentran lo que sí les pega antes de los cuarenta.
En entrevista, un director de cine (mexicano, blanco y joven) habla como si nada que de ser arregla-guiones en una productora mexicana, fue solo cuestión de “apoderarse” de la película que estaba adaptando para poder dirigirla, por presión a sus jefes. ¡Por pendejo uno no es cineasta, entonces!
(Disclaimer para aquellos que preparan su comentario: No, no busco ser cineasta. Tal vez sí un comentarista cultural de tiempo completo, ya que no padezco de la condición de escribir sobre aquello que no pude realizar. Quisiera tocar excelentemente bien la batería, y puede que por eso me haya retirado del periodismo musical).
El internet ha democratizado el asunto y ahí son más comunes las historias de vloggers que eran como uno y con mucho trabajo le han pegado para tener una vida llena de viajes y experiencias sorprendentes.
Esos milénicos que sí la hicieron no me causan resentimiento. Conozco a dos o tres que -como dice un amigo- su mamá tenía una minivan del ‘97 y no precisamente sus papás eran beneficiarios de publicidad oficial o funcionarios de alto nivel. Y ahora, estos vloggers ganan más que los cineastas o escritores de series en Netflix, aunque siempre será buscado ese caché.
Una pequeña parte de la república tuitera se indignó por el trailer de Nuevo Orden, la nueva película del director mexicano Michel Franco. En un primer vistazo, y sin saber bien la trama ni haber visto el resultado final, pienso que es muy refrescante ese tratamiento distópico hollywoodense a la problemática social de México. Obviamente es una exageración y cumple en la función del cine sobre incomodar y ponernos a reflexionar. En estilo, pienso que es algo super necesario contra lo sobado de la comedias románticas entre chilangos de clase media alta o las muy gastadas cintas de denuncia social que hacen pornografía de la pobreza.
Lo criticable es el tono. Ricos contra pobres. Que en México, suele irse a morenos contra blancos. Tan blancos y morenos como podemos ser en México, que no dejamos de ser una sociedad racista.
En lo que sabemos de la historia, un grupo de gente humilde y con algún lazo a pueblos originarios organiza una revuelta contra los ricos. Dependiendo de tus prejuicios o visión aspiracional de la vida, interpretas quien está mal. Para los seguidores de FRENA, sería un ataque de gente quitándoles lo que tanto trabajaron. ¿Ubican ese tipo de mexicano que defiende que no se paguen impuestos por herencias millonarias aunque nunca recibirá una herencia millonaria?¿Qué tienen una especie de defensa a los intereses de los millonarios en un wishful thinking? Para ellos es el pésimo trailer de Nuevo Orden.
Así pasó con Después de Lucía, la otra película más conocida del director, una campaña de publicidad impresionante que adelantaba algo incómodo pero vainilla. Obviamente, el grueso de los tuiteros encabronados no conocen (conocemos) la trama de Nuevo Orden.
Podría sorprendernos y exhibir porque grupos históricamente explotados quisieran someter a los ricos. Ojalá. Sino, una Casa de las Flores más.
(Que tampoco estaría mal, la disfruté mucho, cada cosa a su lugar).