El día que comenzó la Guerra contra el narco
“Es una guerra […] que probablemente yo no vea el final como Presidente”. Advirtió, Felipe Calderón Hinojosa un 13 de enero de 2007 desde el Centro de Operaciones de Apatzingán, y vaya que tenía razón, aún no le vemos final.
En el Museo del Enervante de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), popularmente conocido como el “Narco Museo”, debería tener a la entrada una placa grabada que diga: “11 de Diciembre de 2006, el día que comenzó la narcoguerra”.
A 10 días de haber tomando posesión como Presidente de la República -en unas fraudulentas elecciones-, Calderón anunció la Operación Conjunta Michoacán. El entonces Secretario de Gobernación, Francisco Javier Acuña dijo: “una de las prioridades del Gobierno […] es fortalecer la seguridad de todos los mexicanos en las regiones del país”. Desconocemos hasta la fecha ¿por qué se realizó dicho operativo? a pesar de que el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) afirma, la tasa de homicidios era de 8.86 por cada 100 mil habitantes, la más baja en la década.
El operativo contó con un despliegue de 5 mil efectivos, 246 vehículos y 46 aeronaves, sólo para las regiones de Lázaro Cárdenas y Tierra Caliente (Michoacán), donde se peleaban la plaza el Cártel de Sinaloa, La Familia Michoacana, Los Zetas y Los Caballeros Templarios.
Su golpe de legitimidad tuvo éxito en un principio, pues bajo los índices de criminalidad e inseguridad. Por ello, desplegó una serie de operativos a Juárez, Guerrero, Culiacán, Noroeste y el Triángulo Dorado (Chihuahua, Sinaloa y Durango). El país se convirtió en un campo de guerra.
Los operativos ya no tuvieron el mismo éxito como en un inicio y solo alborotaron el avispero, las malas decisiones de una política de seguridad fallida llevaron a mantener a las Fuerzas Armadas en las calles y hasta la fecha, sigue siendo así.
Para 2007 el gobierno se vio obligado a coadyuvar labores con la Drug Enforcement Administration (DEA). Por medio del operativo Rápidos y Furiosos, los Estados Unidos introdujeron armamento de alto calibre, con el fin de identificar y desmantelar al crimen organizado. El operativo falló, consiguiendo armar hasta los dientes a diversos carteles, gracias a las relaciones narco-políticas del entonces Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna.
Desde entonces la guerra contra las drogas y el narcotráfico, no ha tenido vuelta atrás y año tras año las páginas de una serie de políticas fallidas de seguridad se manchan de sangre.