Mujeres detectives y crímenes abominables

“Se Inyectan Asteroides” es una columna de Emmanuel Medina @emmanuelmedina


 

La novela negra española de las últimas dos décadas tiene, en la femineidad más valiente, su más acérrima aliada para entronizarse como un género renovado, fresco, potente y adictivo que tiene a rendidos y ávidos lectores, como sus mayores impulsores, y una etiqueta bien ganada de ser una de las mejores narrativas negras del mundo.

Por el contrario, en México no se producen letras sobre crímenes detestables ni misterios sangrientos, porque le basta a la cruda realidad para llenar la pupila de los aficionados al género de la malicia más cruenta: con sólo prender el noticiario, meterse a merodear el Twitter o recorrer el muro de esta Tercera Vía, el mundo real se encarga de restregarnos seres malignos que acechan, lo mismo, tras la puerta de las colonias más desamparadas de las capitales mexicanas o los campos áridos de este sufrido país.

Pero, desde la península ibérica, donde los jamones se hicieron de grasa de bellotas y las palmas flamencas más interesantes las toca una joven catalana llamada Rosalía, para horror de los puristas, aterrizan páginas repletas de adictiva adrenalina y misterios cruentos a los que, con maquiavélica vuelta de tuerca, hay que escapar con los ojos para que ese susto literario nos salve de los demonios sueltos en este páramo mestizo.

La ruta del castizo thriller literario tiene dos poderosas caras, con aparente rostro de mujer que, sin embargo, guarda misterios y entraña delicias para quienes aún prefieren descubrir quién mató a quién y por qué.

La primera parada tiene la firma de Dolores Redondo, escritora nacida en San Sebastián en 1969 y que, con trazo poderoso da vida ficticia a la detective Amaia Salazar, educada en el FBI y estrella astuta de la Policía Foral de Navarra, el norte gélido de España, donde está obstinada en encontrar a un asesino de pálidas jovencitas que deja a sus víctimas, como muñecas virginales, en los bosques más espesos de su tierra.

En el camino, su propia vida se involucra con un criminal que, con ansias místicas y voraces entrañas caníbales, se va comiendo su entereza y adentra en la neblina del folclor vasco, en una trilogía de novelas que la crítica literaria ha aclamado en más de 20 países.

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Se empieza por leer “el Guardián Invisible”, editada en 2013 en la Editorial Planeta, y se sigue con “Legado en los Huesos”, también presentada en ese mismo año, y “Ofrenda a la Tormenta”, publicada 12 meses después: más de mil quinientas páginas de un misterio que bifurca los caminos de una investigadora tenaz y su equipo que, página página, descubren que, a pesar de los terribles crímenes, el mal puede adoptar formas más macabras y plagadas de intrigante misticismo.

La misma Dolores Redondo confiesa que la ficción es el género que más vende: “el lector busca la evasión, la esperanza de pensar que hay otros mundos”, dijo en entrevista. “Por eso, al lector hay que ofrecerle algo auténtico, para ellos, el escritor se debe desnudar, escarbar debajo de la piel”, decía ante el éxito arrollador de sus obras.

En la Feria del Libro de Guadalajara del año pasado, con su presencia anunciada y luego cancelada, se presentaría una precuela de estas tres narraciones: “La Cara Norte del Corazón”, editada por la misma casa editorial, relatando el inicio de la carrera de la detective Salazar y sigue siendo una novedad muy buscada en las librerías de toda Latinoamérica.

La siguiente representante española de la pluma de crímenes, es un misterio desde su identidad: firma como Carmen Mola, aunque a ciencia cierta no se sabe su género ni nombre real, porque afirma que “quiere preservar su privacidad a toda costa”.

Ella ha lanzado dos de las novelas más estremecedoras y directas de la última década: su prosa no reviste barroquismos para describir feminicidios terribles y crueles en “La Novia Gitana”, publicada por Alfaguara en 2018, seguida el año pasado por su maquiavélica continuación, “La Red Púrpura”.

En sus narraciones, las víctimas no solo son asesinadas, sino su muerte conlleva un suplicio que se alarga, para remarcar, no sólo literalmente, la injusticia y el crimen que se cierne sobre el género en la actualidad, en países como la misma España o México.

En entrevistas, que sólo otorga por escrito y a través de su casa editorial, Mola afirma que “la novela negra trata de entender el mundo, en consecuencia nunca caducará porque evolucionará a la vez que la sociedad”.

Y es en su búsqueda de entender la violencia contra la mujer donde esta narradora situada a Elena Blanco, cabeza de una Brigada de Análisis de Casos, que recorre Madrid para encontrar la verdad y exorcizar sus propios demonios que la llevan a una espiral de autodestrucción, tan temible y cuestionable como los seres que mutilan a quienes consideran “el sexo débil”.

Para Carmen Mola, el género negro es uno de los más complejos y no necesariamente bien entendidos: “¿Es novela negra ‘Crimen y Castigo’? Yo estoy convencida de que lo es. Hasta las novelas de Harry Potter tienen mucho de género negro”.

Con estas dos autoras, de trazo firme, tramas altamente adictivas, misterios que envuelven al mal como regalo para obsequiarlo a lectores inteligentes y crímenes que difícilmente pasarían en una serie de Netflix, Agatha Christe, la gran dama inglesa de las letras de misterio inglesas, tiene dos excepcionales herederas que han traído al siglo 21 retratos de mujeres policías, que necesitamos con vehemencia en México, en estos días de reinvidación y sororidad.


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