Cuidar con derechos: México avanza para saldar una deuda histórica con las trabajadoras del hogar

Muchos mexicanos crecieron al lado de una y no hay familia de clase media que no haya recurrido alguna vez a sus servicios. 2,2 millones de personas trabajan como empleadas del hogar en el país y una abrumadora mayoría de ellas son mujeres.

Su trabajo es esencial para la buena marcha de millones de hogares, pero las empleadas del hogar casi nunca tienen contrato y la ley hace importantes diferencias entre ellas y quienes ejercen cualquier otro trabajo asalariado. Una de las más notables es que los empleadores no están obligados a afiliarlas al Seguro Social, algo que deberá cambiar muy pronto.

El primer reconocimiento legal llegó de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) cuatro días después de que Andrés Manuel López Obrador asumiera la presidencia. En respuesta a un amparo, la Corte sancionó que excluir a las trabajadoras del hogar del régimen obligatorio del Instituto Mexicano de la Seguridad Social (el IMSS) es inconstitucional.

El IMSS, el mayor instituto de seguridad social de toda América Latina con más de 27 millones de asegurados y 60 millones de derechohabientes, aseguró que acataría la sentencia. Menos de una de cada cien trabajadoras del hogar tiene un contrato formalizado por escrito con sus empleadores, según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que recoge datos oficiales de México.

— Se está hablando de que quieren hacer obligatoria la inscripción al Seguro Social, ¿a usted eso qué le parece?

— Pues mira, a mí me parece bien para las personas, para las señoras que trabajan. Porque ya hay muchas que tienen diez o quince años trabajando y están sin seguro.

Quien responde es Paulina, trabajadora del hogar desde hace más de cuarenta años. En sus documentos oficiales se llama Teodora Martínez, pero por alguna razón que se escapa siempre la llamaron Paulina. Viste una blusa colorida y mandil rosado y evoca conversaciones cuando cuenta sus historias. En 1997 comenzó a trabajar en la casa de la familia de Georgina Guzmán, la hija del matrimonio que la contrató veinte años antes cuando llegó a Ciudad de México.

El esposo de Georgina, un polaco que acabó haciendo familia y negocios en México, era empresario y la afilió al IMSS a través de su empresa. “Le pagó el seguro social durante mucho tiempo”, corrobora Georgina. “Gracias a eso tiene su pensión. No es muy grande, pero por lo menos es algo”, valora. Ahora Paulina ya no cotiza al IMSS porque formalmente está retirada, aunque, como a tantos otros jubilados, su pensión no le alcanza.

“Dice que metieron a otra joven y a ella la sacaron sin ningún peso”
Cuenta que su caso fue una excepción y los datos le dan la razón: según la OIT, el 98.3% de las empleadas de hogar en el país no cuentan con acceso a instituciones de salud.

“Llegué acá con ellos, me dijo el señor: ‘Paulina, tráeme tus papeles, porque te voy a alzar al seguro’. Ya le traje los papeles y en ese momento me fui al seguro, ya me fui a la clínica, me di de alta. Dije yo ‘¿por qué, si nadie de mis compañeras tiene?’ Muchas duraban mucho tiempo en el trabajo: diez, quince años… No les daban nada. Porque ves que dicen que tienen que darles un retiro, ¿no?” Dice que conoció a una señora que trabajó durante veinte años para la misma familia hasta que se hizo mayor. “Dice que metieron a otra joven y a ella la sacaron sin ningún peso”.

“El avance nominal es bien importante porque es el primer paso en el proceso de garantizar un derecho, pero la garantía nominal no te asegura nada. Donde suelen fallar las políticas y las legislaciones es en la implementación”, explica Ana Farías en una entrevista telefónica con Tercera Vía. Farías es la directora de la asociación civil Parvada, un colectivo radicado en Guadalajara que trabaja con mujeres vulnerables en asentamientos informales y desarrolla acciones para dignificar el trabajo asalariado del hogar.

El fallo judicial de diciembre mandata una reforma del Seguro Social y, para ello, el IMSS lanzó en abril un programa piloto de afiliación voluntaria que durará 18 meses. El objetivo es informar a la sociedad de la posibilidad de afiliación voluntaria —que ya existía— y simplificar el trámite, que lo tendrá que hacer la empleada a través de internet o presencialmente en las subdelegaciones del IMSS. Se contempla la posibilidad de que las cuotas las paguen entre varias empleadoras, algo que se adapta a la realidad de muchas trabajadoras del hogar. Una vez concluya el piloto, se extraerán conclusiones para la reforma que hará obligatoria la afiliación.

Farías valora estos puntos, pero también critica algunos fallos del programa, como los errores de difusión o el procedimiento de afiliación y pago de cuotas, que pone énfasis en trámites digitales cuando en muchas ocasiones las trabajadoras no tienen acceso a una computadora para darse de alta y descargar los recibos que deben entregar a los empleadores. Además, el diseño pone sobre los hombros de las aseguradas el darse de alta, algo insólito en otro tipo de empleos.

Otro asunto es la cuantía de las cuotas al Seguro Social, que para un salario mensual de 3,080 pesos (el mínimo diario de 102.68 multiplicado por 30 días) es de 904 pesos.

“Las cuotas mensuales son muy altas”, dice Farías. “Que limpien tu casa no es un derecho, pero el cuidado sí. Si se recortó el presupuesto para estancias infantiles y no hay centros de cuidado públicos para adultos mayores, las personas y sobre todo las mujeres tienen que recurrir a una tercera para que cuide de las personas que tienen a su cargo. En ese sentido creemos que el Estado tendría que tener una participación, subsidiar más esa cuota tripartita que hay”, reflexiona la activista.

“Tenemos la información de que el 50% de los empleadores que contratan trabajadoras del hogar pertenecen al 10% más rico. No deberían tener dificultades para pagar su contribución al seguro social”, tercia Helmut Schwarzer, especialista en protección social y desarrollo de la oficina de la OIT en México. Se refiere a un estudio de la institución que analiza el perfil socioeconómico de los empleadores del trabajo doméstico.

Para Schwarzer, la resistencia de los empleadores a pagar las cuotas de afiliación no se dará tanto por falta de medios económicos, sino por barreras culturales. “La mitad de los empleadores tampoco están afiliados al Seguro Social”, señala, ya que muchos son cuentapropistas o pequeños empresarios, y el IMSS está diseñado fundamentalmente para asalariados. “Si a mí me gustaría afiliarme al Seguro Social, pero la ley no me lo permite, tengo más resistencia a afilar a los trabajadores que trabajan para mí”, reflexiona desde su oficina en Ciudad de México.

Si hoy México está por reconocer derechos esenciales a las empleadas de casa también se debe a años de lucha social desde varios frentes. Dos organizaciones claves son el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH), fundado en el año 2000, que a su vez impulsó el Sindicato Nacional de Trabajadoras del Hogar (Sinactraho), reconocido oficialmente por las autoridades laborales de Ciudad de México en 2016.

Norma Palacios, una de las secretarias colegiadas de la organización, dice que acceder a la seguridad social es algo que venían buscando hacía años. “Es un gran avance en cuanto al reconocimiento de los derechos y es algo que está empezando”, concede. Su labor ahora es “difundirlo, conocerlo mejor y ejercerlo”.

En Sinactraho abogan por el reconocimiento de derechos “desde la dignificación del nombre” hasta el poder firmar un contrato. Lo que se obtiene ahora con el IMSS, razona la dirigente, es una base para que las compañeras puedan dialogar con los empleadores sobre la importancia de tener un contrato, inscribirse en el seguro social y los avances y responsabilidades que ello implica para ambas partes.

En la casa de Georgina, ubicada en una zona residencial de clase media en el Estado de México, empleada y empleadora relatan su experiencia a Tercera Vía. Coinciden en una relación mutua de cariño que se remonta a cuarenta años atrás. Dice Paulina que a las hermanas de Georgina y a una tía con la que también trabaja un día de la semana las considera familia. “Cuando voy me dan mi abrazo… Nos queremos como que si fueran mis hermanos”.

“Paulina es como parte de la familia. Le saludo de beso, como viste ahora se ha sentado a comer a la mesa, antes no se sentaban en la mesa”, afirma. Reconoce que eso no fue siempre así, ni siquiera en su casa: antes comía después de la familia, en la cocina. “Yo la considero como mi amiga, como mi hermana. Conoció a mis hijas desde que nacieron, hay una relación muy fuerte”.

Y esa relación ha ido acompañada de lealtad mutua. Cuenta Georgina que su empleada se rompió la mano y estuvo tres meses sin trabajar una vez. Paulina pudo hacerse atender en el IMSS y Georgina le siguió pagando el sueldo. “No me importó que no viniera a trabajar, y yo la seguía pagando su sueldo, porque pues la quiero mucho y quiero que esté bien”, dice. “Y tenía dinero, en ese entonces”.

Georgina perdió a su esposo hace dos años y tuvo que dejar su trabajo de comercial para hacerse cargo de la empresa familiar. Paulina ya solo trabaja dos días en la casa, donde tiene un cuarto y pasa varias noches a la semana.

Con 66 años, Paulina tiene su agenda llena. Los lunes y martes trabaja en casa de Georgina. En la tarde del martes se va al centro de Ciudad de México porque hay reunión de su congregación religiosa, pasa la noche en casa de una tía de Georgina y la mañana siguiente le hace la limpieza.

“De allí ya me agarro y me voy con la hermana de Georgina, que ya tiene años que estoy con la señora. Yo no les dejo, ni ellos me dejan a mí. Sólo les digo hasta el día que ya no pueda, entonces ya no vengo”, asevera. Entretanto, también “toca puertas”. “Yo soy testigo de Jehová y tengo mucho trabajo”, explica. Sólo vuelve a una casa que compró en la otra punta del Edomex los fines de semana, de sábado por la mañana al lunes, para estar con su hijo. Y los lunes vuelve a empezar.

De su casa a la de Georgina, donde pasa la mayoría de las noches de la semana, tarda tres horas y gasta, ida y vuelta, 60 pesos en transporte. -“Hoy me paré a las siete. Pero mira, ya no me vengo tan temprano”. Dice que ya no puede subir al metro en hora pico, que la gente empuja y empuja, aunque ya no haya lugar, y un día casi le rompieron las costillas.

Las trabajadoras del hogar cobran salarios bajos. Según datos recopilados por la OIT, el 42,3% cobra un salario mínimo o menos (32,7%), mientras que un 41,3% gana ente uno y dos. El monto diario del salario mínimo para 2019 es de 102 pesos.

Parvada, la asociación que dirige Ana Farías, viene desarrollando desde hace alrededor de un año el programa Profesionales de la limpieza una plataforma para impulsar el empleo justo de las trabajadoras del hogar. El colectivo ha desarrollado, con la implicación de las propias trabajadoras, un tabulador de sueldos para calcular los sueldos justos.

Ese cálculo toma en cuenta el costo de transporte al centro de trabajo, los gastos de manutención de una familia de cuatro miembros, el pago de servicios y renta y una provisión de ahorro. Así, resuelven que el precio justo para media jornada de trabajo en el hogar (cuatro horas) es 365 pesos y 668 para un día completo.

“El estándar tiene que ser cubrir sus necesidades básicas y como muchas eran jefas de familia, es importante que lo que ganaran ellas alcanzara no solo para ellas, sino también para sus dependientes económicos”, explica Farías.

Mediante la plataforma, Parvada hace de intermediaria —sin cobrar— para conectar a las mujeres con personas dispuestas a pagar las tarifas calculadas y firmar contratos. Se trata de fomentar que las trabajadoras del hogar cooperativicen su trabajo y, en el futuro, ellas mismas gestionen la plataforma. Para entrar en esa suerte de bolsa de trabajo, las mujeres pasan por capacitaciones en derechos laborales, seguridad en el empleo, negociación y posibilidades de transicionar a otras actividades laborales.

En seis meses, veinticinco participantes han encontrado empleo en estos términos, de un total de cien que han pasado por las capacitaciones. “La tasa de retorno no es muy alta porque los precios son justamente una forma de filtrar. Quienes son colocadas en esos trabajos podemos asegurarles que cuando menos van a poder vivir de eso”, dice la activista.

Farías considera que, mientras los empleadores puedan decidir si afiliar a la seguridad social o no a sus trabajadoras, no existen incentivos más allá de la buena voluntad. Dice que son minoría quienes sí quieren afiliarlas y quienes no lo hacen a menudo argumentan que a ellos no les pagan lo suficiente. “Hay una reticencia muy marcada, que a veces tiene que ver con saña o mala onda de las empleadoras o a veces es un reflejo de la situación laboral que ellas están viviendo”, opina.

Georgina, a pesar de que su familia fue una rara avis pagando seguridad social durante años a Paulina, es escéptica respecto al éxito del programa de afiliación al IMSS. “Tal vez poco a poco se vaya implementando, pero entonces cada vez va a bajar más el servicio en la casa, porque la gente no va a tener dinero para todo eso”, vaticina.

Mientras los empleadores puedan decidir si afiliar a la seguridad social o no a sus trabajadoras, no existen incentivos más allá de la buena voluntad
México es uno de los firmantes del convenio 189 de la OIT, el marco que regula los derechos laborales de las trabajadoras asalariadas del hogar en el mundo. Sin embargo, aún no ha hecho las reformas necesarias para ratificarlo. En enero, el presidente del Senado, Martí Batres, aseguró confiar en que el Senado lo haría pronto.

Schwarzer, el especialista de la OIT, advierte de que la seguridad social no es el único asunto pendiente. México también tiene que avanzar en definir mejor la jornada laboral, las pausas y las horas extraordinarias con remuneración adicional. Otra necesidad es bajar la cantidad del salario que puede pagarse en especie (en conceptos como alojamiento o comida), que según la Ley Federal del Trabajo puede llegar al 50%, una proporción que la OIT considera demasiado alta. “Habría que definir el derecho a vacaciones, a aguinaldo, confirmarlo”, dice.

En mayo, el Senado aprobó cambios en la Ley Federal del Trabajo que sancionan la obligación de un contrato escrito, el pago de vacaciones, días de descanso y aguinaldo, así como el acceso obligatorio a la seguridad social, esto último mediante modificación de la Ley del Seguro Social.

Paulina es originaria de Ejutla de Crespo, Oaxaca. Dice que su pueblo era y es muy pobre. Su familia vivía del campo o del ganado. “Si llovía bien comías un elote y si no llovía pues no comías nada”.

— ¿Y sí ha visto esta película famosa, Roma? — Ni tiempo tengo
Siendo muy joven se fue a Ciudad de México con otra persona, decían que allí se hacía dinero. Aguantó poco y regresó a su pueblo, pero volvió a intentarlo con 25 años, en 1977. Fue entonces que se instaló en casa de los padres de Georgina, en la colonia Del Valle. Eran ocho hijos más el matrimonio y pensó que no iba a durar trabajando allí.

Había que hacer un montón de camas, barrer la calle, pasar la aspiradora, limpiar los baños, pero se acostumbró. Dormía allí. Empezaba a trabajar a las ocho y terminaba a la una, cuando pasaron un par de años algo antes.Luego iba a comer. No cocinaba ella, sino la señora. “Como yo era muy metiche iba a ver cómo le movía a la cazuela y así aprendí yo a cocinar”, dice.

Por las tardes estudió la primaria, ya siendo adulta. Le daban aguinaldo y, si se enfermaba, medicamentos. “Una vez que me rompí la rodilla me llevaron a urgencias, y eso fue todo lo que tuve. Es que nunca me enfermaba”.

Los domingos, su día libre, iba a los parques o a comer con paisanos de Oaxaca emigrados a la capital. Dice que México no estaba como está ahora. “Éramos libres para andar”, asegura. Ahora no lo siente así, le da miedo andar por la calle.

— ¿Y sí ha visto esta película famosa, Roma?

— Ni tiempo tengo.


Notas:

  1. El 94.8% de los trabajadores del hogar son mujeres, por ello este texto usa “trabajadoras” o “empleadas” para referirse a la totalidad del colectivo.
  2. El 98.3% de las mujeres trabajadoras del hogar no cuenta con acceso a servicios de salud, el 99.2% no cuenta con un contrato escrito que especifique sus actividades, duración de la jornada laboral, prestaciones y vacaciones; y el 71.3% no reciben ninguna prestación laboral adicional (excepto atención en salud), de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) recopilados por la OIT. El 50.7% de los hogares a los que pertenecen las trabajadoras del hogar padecen pobreza moderada o extrema.
  3. La estadística nacional distingue entre trabajadores domésticos en general y trabajadores en actividades domésticas específicas (como cocineras, choferes o cuidadores). Los datos salariales citados en el reportaje se refieren al primero grupo, que constituye la gran mayoría (el 87.5%). En general, quienes se desempeñan en actividades específicas perciben sueldos más altos y tienen mejores condiciones laborales.

 

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