Marguerite Yourcenar, una mujer atípica

Marguerite Yourcenar, a comparación de otras autoras, es un personaje poco mencionado en el ámbito literario. Su figura pareciera menos popular que la de Virginia Woolf, Gabriela Mistral, Jane Austen, Emily Brontë, Doris Lessing, Alejandra Pizarnik, entre otras.

La calidad en ocasiones, poco tiene que ver con el éxito comercial y/o mediático de ciertos autores u obras. Es difícil definir un solo factor como la causa de este tipo de fenómenos, que se presentan en casi todos los ámbitos que van de la mano con el arte o la expresión artística. Es probable que algunos mitos o ideales que circundan la vida de los personajes, jueguen un papel importante, así como el contexto. A manera de modelo: la figura de Frida Kahlo en la cultura popular es mucho más notable que la de Remedios Varo, una pintora y escritora contemporánea a Frida, con una obra de un valor incuestionable, un estado de  salud sensible, el romance novelesco con un artista mayor que ella y el exilio por la guerra en Europa.

En el caso de Yourcenar, su trabajo literario, así como sus logros personales, además de su forma de vida y sus ideas, por ninguna circunstancia podrían estimarse como menos importantes o significativos que los de cualquier otra escritora. Sin recibir una formación académica y tomando como base las instrucciones de su padre y de algunas maestras particulares; Marguerite fue la primera mujer en pertenecer a la Academia de la Lengua Francesa, y en ese momento, pertenecía ya a la Academia de la Lengua y Literatura Francesas de Bélgica. También su nombre figuró en la Academia Estadounidense de Artes y Letras, y recibió varios doctorados honoríficos en ese mismo país, así como múltiples galardones y reconocimientos. Otros premios fueron la Legión de Honor Francesa, el Gran Premio Nacional de la Cultura, y los premios Femina y Erasmus.

Escritora, conferencista, profesora y traductora, Marguerite Yourcenar no se aparta de los temas importantes y las coyunturas del siglo XX. La protección del medio ambiente, los derechos humanos, la paz, la equidad de género, el maltrato animal; son algunos de los tópicos en los cuales fija su interés.

Marguerite, sin profesar ninguna religión, fue una mujer que respetaba todo tipo de creencias. Su doble nacionalidad, francesa por parte de su padre, y belga por parte de su madre, así como su interés temprano por las culturas latina y griega, le proporcionaron una visión casi universal de la vida, que se nutrió con el aprendizaje de varios idiomas, los viajes y la disposición por aprender y explorar la mayoría de asuntos concernientes a la experiencia humana.  “El verdadero lugar del nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros.”

Respecto a su vida afectiva, Marguerite Yourcenar siempre cuestionó el amor romántico, separándolo en una ocasión en dos partes para su comprensión: el amor pasión, que no es más que el deseo de saciarse y poseer; y el amor abnegación, el bienestar y la felicidad del otro, por encima de los propios intereses. Entre las personas que amó y que la acompañaron a lo largo de su vida, hubo hombres y mujeres, nunca se casó, y criticó la maternidad como una obligación de su género impuesta por la costumbre. Su sexualidad despertó a una edad temprana, atacó la moralidad que condena la sensualidad, aquella moral que confunde la mojigatería con lo sagrado y la espiritualidad. Y al ser huérfana de madre, deshabilitó el mito de que una crianza adecuada solo es a través del modelo familiar: padre, madre e hijos.   

El sacrificio y la crueldad hacia los animales, ya sea para cosas absurdas como la fabricación de artículos de marfil, así como otras que podrían llamarse importantes, como lo son la experimentación científica y la producción de alimentos, no le parecían distintos a las antiguas matanzas que el hombre ofrecía a sus dioses. La codicia, la indiferencia al dolor ajeno, la brutalidad y la estupidez, las causas de las guerras, en donde los humanos se sacrifican mutuamente sobre los altares de arena, agua, barro, tierra y cemento, para saciar la sed de un dios sanguinario que ha nacido de la desmedida proliferación de la especie.

El pensamiento de Yourcenar va de lo general a lo particular y viceversa. Superpone siglos en un mismo espacio y desdobla o dobla el tiempo a su antojo. En un vaivén eterno  alimentado por su erudición y meticulosidad, genera historias y personajes que incitan a la reflexión y hacen resonar fibras sensibles.

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En una época marcada por las consecuencias del consumo excesivo, las palabras de Yourcenar, puestas en uno de sus personajes, cobran un sentido retador: “Y aquel hombre refinado pudo por fin embriagarse con el supremo lujo que consiste en prescindir de todo.”

A pesar de ser una mujer atípica, en algún momento se tachó de misógina a Marguerite, ya que la mayoría de sus historias están protagonizadas por hombres. Yourcenar explicó que si bien es cierto habían figurado más hombres que mujeres en sus obras, el ideal humano y la esperanza, los había depositado siempre en la existencia femenina.

Marguerite Yourcenar murió el 17 de diciembre de 1987, a los 84 años de edad. Una vida colmada de experiencias, que dejó un vasto legado escrito, mucho más duradero e imperecedero que un hijo de carne y hueso. Pero por encima de ello, una vida desapegada de lo material, tolerante, pacífica y multicultural.  Difícilmente podría reducirse su pensamiento a una frase, pero no hay duda, su máxima: unum sum et multi in me, soy uno, pero en mí hay multitudes; deja en claro que Yourcenar ve a la humanidad como un solo ser, una sola alma que habita en cuerpos diferentes, por lo tanto, la comprensión y el bienestar del otro, es el de uno mismo. Si algún día es posible enfocar la vista en las semejanzas y no en las diferencias, tal vez el absurdo sufrimiento de muchas personas, se reduzca de manera significativa.

“La vida es atroz, y lo sabemos. Pero precisamente porque espero poco de la condición humana, los períodos de felicidad, los progresos parciales, los esfuerzos de reanudación y de continuidad me parecen otros tantos prodigios, que casi compensan la inmensa acumulación de males, fracasos, incuria y error.”

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