Marie-Jo Paz bajo la sombra del Nobel mexicano
Elena Poniatowska la recordaba así: "Nunca en mi ya larga vida había conocido a una mujer que viviera sólo en función de un hombre. Nunca hasta que conocí a Marie Jo Tramini, segunda mujer de Octavio Paz. Vivía para él, por él, con él, a través de él”.
Marie José Tramini, mejor conocida en la escena cultural mexicana como Marie-Jo Paz, falleció este jueves 26 de julio. Sobre ella estará la sombra de quien fuera su último marido: Octavio Paz. ¿Pero quién fue realmente esta mujer que encarnó con beneplácito el papel de musa de uno de los más grandes poetas mexicanos? La primera respuesta, por evidente, sería: una mujer de una gran sonrisa.
En las fotos parecía feliz. ¿Lo era? Nunca lo sabremos con certeza. ¿Cómo saberlo? Como todo ser humano, feliz a ratos, pero no siempre. De origen francés, Marie-Jo Paz se dedicó a la pintura. Pero fue ante todo una promotora cultural. Como tal se encargó proteger y promover la obra de su esposo, ganador de los premios Cervantes, en 1981, y nueve años después el Nobel de Literatura.
Marie José Tramini contrajo nupcias con Octavio Paz en 1964. El matrimonio se celebró en el jardín de la embajada mexicana en la India. Mientras sucedía la ceremonia una manada de tigres de Bengala rugía con fuerza. “Era la hora en que les daban de comer a los tigres en el zoológico que estaba cerca”, así recordaba Marie-Jo aquel día.
Dos años antes se conocieron. Durante una recepción diplomática en la India, país al que Octavio Paz llegó como embajador de México. Ahí se dio el primer encuentro entre la pintora nacida en Córcega, Francia, y el poeta mexicano.
Tal y como señala la historia, de ese primer encuentro nació el poema “Viento entero”, que en 1965 fue publicado en una edición limitada de 197 ejemplares, numerados y firmados por el autor, en papel hecho a mano en la ciudad Jaipur, del estado indio de Rajastán.
La pareja no se separaría hasta hasta el 19 de abril de 1998, cuando muere el autor de El laberinto de la soledad. La herencia de los bienes tangibles de Octavio Paz quedó dividida entre ella y Helena Paz Garro, la única hija del escritor. Sin embargo, la herencia intelectual del Premio Nobel causó gran polémica y discusión entre Tramini y el presidente de la Fundación Octavio Paz, Guillermo Sheridan.
En vida Marie-Jo Paz expresó a los medios de comunicación lo siguiente: “quisiera ser digna de su memoria”. Esta frase motivaba el trabajo incansable que dedicó en los últimos años de su vida a revisar, corregir, aprobar, opinar, coordinar libros y eventos. Todos ello con el sólo propósito de difundir la obra de su amado Octavio Paz.
Marie-Jo Paz había entregado su vida a la obra de su esposo. Por esa razón permaneció la mitad de su vida en el país de él y nunca volvió a Francia. Elena Poniatowska la recordaba así en una columna de 2016 para el diario La Jornada. “Nunca en mi ya larga vida había conocido a una mujer que viviera sólo en función de un hombre. Nunca hasta que conocí a Marie Jo Tramini, segunda mujer de Octavio Paz. Vivía para él, por él, con él, a través de él”.
En ese mismo texto, también se subraya la siguiente anécdota que contaba el poeta británico Richard Berengarten: “En alguno de sus múltiples viajes con Paz, al llenar el formulario que reparten las azafatas antes del aterrizaje, Marie Jo preguntó a Octavio: ¿Qué pongo?, en el renglón que se refiere al trabajo: Pon musa, le dijo Octavio. Tenía razón. Marie José sigue siendo la más leal, la más solitaria, la más atribulada de las musas”.
En la columna del País Semanal, Víctor Núñez Jaime sintetiza en unas cuantas líneas los años más felices de la pareja:
“Entre ambos se consolidó una historia ‘muy literaria’, regida por la fatalidad de la atracción y la libertad de la elección. Cuando la pareja se instaló en un piso del paseo de la Reforma, en México DF, sus días transcurrían entre la escritura, decenas de viajes, el cuidado de un invernadero y de algunos gatos. A primera hora, Marie-Jo leía los periódicos y seleccionaba lo que pudiera interesarle a su marido. Desayunaban juntos y luego él se metía a su estudio para escribir ‘sin interrupciones’. Por la tarde iban al mercado, al tenis (‘solo jugaba yo. Pero Octavio me acompañaba, el pobre’), al cine, a una cena o se quedaban en casa viendo la tele (‘¿sabe que a Octavio le encantaban Los Simpson?’).”
Después de que se quemara su casa en 1966. Gracias a la intervención del presidente Ernesto Zedillo la pareja se trasladó a una mansión en el barrio colonial de Coyoacán. Tras la muerte de Paz, Tramini se mudó al barrio de Polanco. Allí la imaginaba Poniatowska: “en la noche se comunica con Octavio y durante el día lee y corrige la obra de jóvenes creadores en torno a una mesa, frente a una taza de café o simplemente accede a satisfacer su curiosidad sobre la vida y la obra del gran poeta mexicano”.