Lo peor está por venir… la solidaridad no debe caer

Morten Wendelbo, investigador del Scowcroft Institute of International Affairs , estudia cómo los terremotos y otros desastres naturales afectan a individuos, hogares y comunidades – y cómo prevenir que los peligros naturales se conviertan en desastres naturales en primer lugar. Sus investigaciones sobre los terremotos pasados ​​y otros desastres naturales muestra que estos eventos exacerban las disparidades sociales que son mucho más difíciles de reparar que la destrucción física*.

Además de hacer una revisión de la magnitud actual de la tragedia, Wendelbo señala apropiadamente que “en los próximos días, otras medidas de la extensión del desastre surgirán, incluyendo el número de personas que sufrieron lesiones físicas y los costos estimados para la economía mexicana. No importa la medida que se tome, es claro que el desastre ha devastado muchas partes de México. Pero aun así, esas medidas todavía no muestran el verdadero costo humano del desastre”*.

Según el investigador, mucho después de que el polvo se asiente y se levanten nuevos edificios en lugar de los que se derrumbaron, decenas de miles de mexicanos seguirán sintiendo el impacto del desastre. Muchas familias, especialmente aquellas que viven en la pobreza, verán cómo su salud, su bienestar y su capacidad de escapar de la pobreza empeoran durante décadas. “Algunos serán afectados durante toda la vida”, señala categóricamente el investigador en un artículo publicado por el diario norteamericano “The conversation”*.

Las consecuencias ocultas del desastre

A pesar de ser la decimoquinta economía más grande del mundo, el PIB per cápita 1Una medida que además esconde la desigualdad social, ya que incrementa el promedio por causa de una minoría extremadamente rica. de México es de sólo US$ 18.900, comparado con los US$ 57.400 de Estados Unidos. Para empeorar las cosas, más de la mitad de la población de México – 67 millones de personas – vive en absoluta pobreza*.

En el sur de México, la región más afectada por los terremotos gemelos, las consecuencias son particularmente graves: Más del 70 por ciento de la población de los estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas viven en la pobreza. Muchas de esas familias viven en extrema pobreza, con ingresos menores a $40 pesos por persona por al día*.

Las pérdidas causadas por un desastre natural casi siempre afectan a los pobres de manera desproporcionada e incluso pueden causar pobreza. Más allá de la devastadora pérdida de un ser querido, la pérdida de vidas es catastrófica para una familia que lucha por poner comida sobre la mesa todos los días. Para una familia pobre, la pérdida del miembro que sostiene la economía familiar amenaza el futuro de todos. Para muchas familias, incluso una modesta pérdida de acceso a los alimentos puede conducir a la desnutrición o afectar la salud a largo plazo de los miembros de la familia*.

Y una pérdida menor en la capacidad de trabajar o de cultivar alimentos amenaza profundamente el bienestar de los hogares que viven cerca del nivel mínimo de subsistencia. Los pequeños ahorros que tienen los hogares pobres suelen estar ligados al valor de su casa, su ganado o algún otro activo físico. Estos ahorros de vida a menudo se destinan a apoyar a los niños a través de la escuela o para invertir el equipo agrícola que podría aumentar sustancialmente los rendimientos. En las comunidades en desarrollo donde el acceso al crédito es limitado, la capacidad de un hogar para escapar de la pobreza depende casi exclusivamente del ahorro. En un abrir y cerrar de ojos, los ahorros de vida de miles de familias mexicanas desaparecieron este mes*.

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Mientras que los edificios completamente derrumbados, las muertes e incluso las lesiones están bastante concentradas en la Ciudad de México, por lo menos otros nueve estados experimentaron temblores generalizados lo suficientemente altos como para arruinar los activos de una familia pobre*.

La pérdida de propiedad deteriora la capacidad de una familia para sostener la producción agrícola de la que dependen su seguridad alimentaria y otras necesidades. Los terremotos de 2017 llegaron durante la mitad de una temporada de producción  para muchos hogares. Es demasiado pronto para saber cuánto se ha visto afectada la capacidad agrícola en el sur de México pero en otros desastres, como los terremotos en Nepal en 2015, hubo una pérdida significativa de cultivos.*

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Una producción agrícola más baja tendrá consecuencias generalizadas en toda la región, lo que inevitablemente afectará los precios de los alimentos. A medida que disminuye el rendimiento, o el precio de mantener el rendimiento aumenta, los precios de los alimentos deben aumentar. A su vez, las familias pobres tendrán más dificultades para mantener una dieta suficiente o tendrán que reasignar fondos destinados a mejoras a largo plazo para satisfacer las necesidades inmediatas. Muchos hogares que no sufrieron daños directos se verán afectados.*

Más allá de las mediciones engañosas

Mientras que el conteo de muertes fue mayor para el segundo terremoto, que causó grandes colapsos estructurales como el colapso de la tristemente famosa escuela Rebsamen, el primer terremoto probablemente tendrá mayores consecuencias a largo plazo. Ya que golpeó con mayor fuerza a tres estados sureños con indices de pobreza del 50%.*

El Servicio Geológico de los Estados Unidos prevé pérdidas de entre 100 millones y 1.000 millones de dólares, sólo para el segundo terremoto. Sin embargo, estos números casi con certeza subestiman las consecuencias a largo plazo que se acumulan, especialmente en el caso de las familias pobres. A medida que México avanza y el mundo responda, será importante recordar que el número total de activos perdidos no es un indicador significativo de cuán profundamente se ven afectadas las vidas por el desastre.*

Las pérdidas de casas de lujo o de vacaciones costosas aumentarán rápidamente las pérdidas totales de activos, sin afectar a la seguridad alimentaria de sus propietarios. Pero lo importante es considerar que una pérdida de $2000 pesos, mientras que añade poco al total, puede significar la ruina para un hogar que tenía recursos limitados de subsistencia. Esa pérdida puede causar no sólo inseguridad alimentaria a corto plazo, sino también una incapacidad para escapar de la pobreza a largo plazo.*

La advertencia final de Wendelbo es clara “La respuesta de emergencia pronto terminará y el mundo volverá su atención al siguiente desastre, pero las familias mexicanas seguirán sintiendo los efectos de los terremotos gemelos en los próximos años”. Es importante reconocer este problema, en tiempos donde la solidaridad desborda las calles, porque la crisis se extiende y es predecible que los gobiernos corruptos de este país, no sólo se quedarán cortos ante la magnitud de la tragedia, sino que agravarán la situación en aras de mantener sus privilegios**.

Para quienes nos acercamos a los espacios y comunidades dañadas, la lectura de Morten Wendelbo tiene sentido y ya puede sentirse (incluso antes de los terremotos). Hoy nos planteamos formas de responder ante la dificultad de los tiempos y la respuesta se hace cada vez más clara. Debemos superar el asistencialismo gubernamental, que ha servido para dividir a los sectores más pobres y cooptar su fuerza electoral, y mantener el tejido colectivo que se ha gestado en el espacio público en los últimos días. Insertar la crisis en la cotidianidad es el reto, el apoyo mutuo como valor y principio de vida debe permanecer si es que de verdad queremos impactar significativamente en este momento crítico**.


Referencias

Referencias
1 Una medida que además esconde la desigualdad social, ya que incrementa el promedio por causa de una minoría extremadamente rica.
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