Seremos juzgados por cómo reaccionamos ante Ayotzinapa: Tryno Maldonado
ENTREVISTA CON TRYNO MALDONADO
Originalmente publicada en septiembre del 2016 en Tercera Vía
El escritor, editor y activista habla para Tercera Vía sobre un libro no planeado, que se fue escribiendo en su vida diaria en Ayotzinapa, a donde se mudó para impartir talleres de narrativa. Para el autor, la emergencia que vivimos exige tomar medidas urgentes: “Organizarnos y luchar. Salir a la calle. Eso es lo que se requiere si pretendemos desmontar este Estado corrupto y criminal y expulsar de una vez por todas a la mafia que ha gobernado al país durante décadas”.
Tu libro “Ayotzinapa: el rostro de los desaparecidos” es un documento periodístico -se basa en testimonios directos- pero también es un ejercicio narrativo. ¿Cómo fue el proceso de su escritura?
Nunca tuve planeado elaborar un libro completo sobre el caso Ayotzinapa; mucho menos investigar y recabar los testimonios suficientes como para elaborar una reconstrucción de los hechos de la noche del 26 de septiembre tan detallada como terminó siendo. El objetivo a mi llegada a Ayotzinapa fue impartir talleres de narrativa para que los mismos alumnos generaran memoria a partir de su experiencia. Así fue que me uní al movimiento casi desde el principio, en 2014. Comencé a lavar trastes, ayudar en la cocina del campamento, a barrer el piso, a cargar víveres, a participar en las brigadas… Mientras tanto, fui publicando perfiles de los 43 muchachos desaparecidos en mi columna en la revista Emeequis. Los familiares fueron confiándome sus historias y eventualmente los normalistas sobrevivientes también. Así que llegó el punto en que contaba con unos 125 testimonios de más de una hora cada uno, un rompecabezas de información.
Los familiares fueron confiándome sus historias y eventualmente los normalistas sobrevivientes también
Por lo tanto, la estrategia de imponerle a ese mar de información un orden narrativo parecía la más sensata. No sólo porque soy narrador, sino porque hasta entonces no contábamos con una narración ordenada que diera contrapeso a la “mentira histórica” del gobierno de Peña Nieto. Más que “prestar voz” a las víctimas, me gusta pensar que este libro fue un trabajo colectivo de confianza y respeto con los familiares y sobrevivientes de Ayotzinapa. Dentro de la retórica impuesta por la “guerra contra las drogas” –e incluso dentro de las tradición literaria de la así llamada “narcoliteratura”– no se les presta voz a las víctimas: son consideradas “bajas colaterales”. Lo que ocurre en mi libro es que esas voces rompen el silencio.
La producción editorial -también la musical, gráfica, teatral, etc.- sobre Ayotzinapa ha sido copiosa. ¿Qué otros textos, imágenes o expresiones artísticas te parecen importantes para leerte, dentro del amplio proceso de hacer memoria del que forma parte tu libro?
Siento muy lejana, aunque igualmente valiosa, hay que decirlo, las obras de artistas o incluso antologías sobre Ayotzinapa en cuyo proceso no fueron requeridas las familias ni los normalistas. Es válido, repito, y abona al movimiento, pero al haber estado tan involucrado emocional y moralmente con las víctimas que ahora son como mis segundas familias, los leo como ejercicios distantes. Mi libro, en cambio, siento que dialoga y se complementa con trabajos como el de mi amigo John Gibler o el de Paula Mónaco, que han estado muy cerca de las familias y los normalistas desde el primer día. Pienso también en el hip-hop de mi amiga Obeja Negra, que también vivió en Ayotzinapa durante los meses más complicados del conflicto. Además de las fotografías de Emily Pederson. Todos estos trabajos fueron elaborados simultáneamente con mi libro: incluso varias entrevistas o momentos que después pasaron a ser parte de nuestra obra los vivimos juntos. No digo que toda la vasta producción que se ha creado en todo el país y en el extranjero para exigir justicia por nuestros compañeros desaparecidos sea menor, sólo hablo de aquellos trabajos que se gestaron a la par que el mío codo a codo con el movimiento, y que por lo tanto tienen un nexo empático mucho más fuerte.
Escribes: “vivimos en el tiempo de la rabia”. Si tu trabajo previo a este proyecto era fundamentalmente narrativo, ¿Cómo experimentaste el pasaje de la ficción hasta el realismo más atroz?
¿Cuál es el perfil del lector a quien va dirigido tu libro?
Cualquier persona que sea medianamente empática y medianamente sensible. Cualquier mexicano o mexicana que esté harta de la mafia de criminales que ostentan el poder. Cualquier lector o lectora que se interese en conocer quiénes eran los 43 muchachos desaparecidos por el narco-Estado mexicano más allá del fetiche hiper-simbolizado del número 43.
Es un hecho que Ayotzinapa interpeló a capas sociales que generalmente no participan, e incluso, produjo solidaridad desde lugares y sujetos inesperados. Empero, solo algun@s asumieron la tarea de escribir un libro al respecto -tu incluso te mudaste varios meses para allá-. ¿A qué atribuyes este quiebre, este llamado a la escritura?
Es un reflejo lógico. Tarde o temprano, como generación, iba a ocurrir eso: dejar de ser activista de escritorio y pasar a la acción. La injusticia y la impunidad que ha traído el PRI a México con su regreso así lo demandan. Sobre todo si, como yo, te consideras de ideas libertarias. La acción en este caso en lo que hablará por ti, no los comentarios de Facebook ni tus columnas. Las redes sociales nos permiten muy bien organizarnos. Para eso son una estupenda plataforma. Pero la lucha, el segundo paso, sólo podemos darlo fuera del ámbito virtual. Es la congruencia que México demanda ahora. Como generación seremos juzgados por cómo reaccionamos ante la tragedia de Ayotzinapa. Y no me gustaría que los mexicanos del futuro dijeran que nos quedamos tuiteando desde la comunidad de nuestros sillones para apaciguar nuestra conciencia. Dar un paso adelante es muy fácil. Construir redes humanas en el ámbito comunitario en vez de meras redes virtuales, mirarnos a la cara, reconocernos. Organizarnos y luchar. Salir a la calle. Eso es lo que se requiere si pretendemos desmontar este Estado corrupto y criminal y expulsar de una vez por todas a la mafia que ha gobernado al país durante décadas. La política de masas construida por el PRI hace décadas nos volvió una sociedad acrítica y agachona, donde cada ciudadano es un censor o un policía potencial incluso en redes sociales. Seamos críticos, atrevámonos a pasar a la disidencia en el pensamiento y en las acciones. Generemos memoria. Pero sobre todo, hay que actuar. Actuando y no solo quejándonos sobre lo que ocurre en nuestro entorno inmediato: Ayotzinapa es el ejemplo más doloroso de la profunda simbiosis de crimen organizado con el Estado mexicano.
CRÉDITOS
Narrativa: César Alan Ruiz Galicia Diseño web: Francisco Trejo Corona Ilustraciones originales: Jonathan Gil Fotografías (Paula Mónica Felipe): Annick Donkers