Una madre socialista: La Virgen de Guadalupe y la revolución
La Virgen María es “el rostro materno de Dios” según el teólogo de la liberación Leonardo Boff, porque es el arquetipo de lo femenino y una dimensión de Dios: “María mantiene una relación especial con el Espíritu Santo, que representa el principio femenino de la Trinidad”. En este sentido, María tiene un lugar muy importante en la historia de la salvación y por consiguiente es convertida en una figura de devoción en la cultura popular latinoamericana, la imagen de La Virgen de Guadalupe es la clara representación de ello.
Convertir a la Virgen de Guadalupe en patrona nacional, fue un proyecto necesario en la lucha contra el yugo opresor de España, que no sólo buscaba esa finalidad sino que proponía una adhesión cultural entre mestizos e indígenas, lo cual, era indispensable para otorgar a los criollos el poder político que buscaban. No olvidemos que gran parte de lo que la virgen guadalupana representa tiene su origen en la cosmovisión teológica de los pueblos precolombinos, no se puede entender esta figura de María sin la existencia de la gran Diosa Madre azteca.
El carácter guadalupano es una realidad compleja en la que se tejen muchas contradicciones, la más evidente es que en una sociedad marcadamente machista como la mexicana, tenga especial relevancia el culto y la devoción de la Virgen Morena.
Debido al gesto machista de la doctrina católica, la Virgen María aparece no sólo como un símbolo anti-sexual (lo que está en contra de las realidades corporales). Sino que en ella se afirma otra idea más implacable, lo anti-mujer (que no es lo mismo que anti-femenino) del pensamiento tradicional católico, según afirma Boff. En este sentido, toda interpretación feminista propone especialmente darle a María una posición más significativa. No sólo una posición feminista debe darle esta lectura, sino cualquier posición que proponga combatir los dogmas que estimulan la discriminación y la violencia.
Tanto Leonardo Boff, como Enrique Dussel y las feministas que parten de estos filósofos de la liberación, exaltan el papel de María como un principio femenino, opuesto a un sistema agresivamente masculino. Es así como la Virgen María se convierte en una madre liberadora, “una profetisa comprometida con la liberación” (dice Boff) o “una maestra de la subversión” (Dussel).
Hidalgo sostenía su estandarte guadalapano, así como lo sostuvo Zapata, o como lo sostuvieron las artistas del movimiento chicano de los años sesenta. Porque la Virgen de Guadalupe (o Virgen María) “es el paradigma de la fe, de la oración y de la solidaridad con todos los oprimidos y con todas las mujeres de la tierra”.
Pero la fe puede condenar. La devoción puede enceguecer, la religión puede destruir y ser un instrumento de pugna entre naciones e individuos. Se han cometido asesinatos en nombre de la fe. Cuando la religión está al servicio de instituciones corruptas, se convierte en un sistema de opresión y control social. Es así como los símbolos religiosos se transforman en soporíferos de la consciencia, dijo Marx (la religión es el opio de los pueblos). Un ejemplo es el programa mexicano La rosa de Guadalupe. No obstante, en América Latina la religión ha logrado vincularse con la lucha de clase y la consciencia política, con el socialismo y la revolución. Al menos eso ha pasado en grupos minoritarios que buscan reclamar los derechos que los poderosos les han arrebatado, como el caso de los indígenas chiapanecos y el alzamiento del EZLN. Es por esta razón que en nuestra sociedad, la religión no sólo es vista como un instrumento ideológico controlado por una minoría de ladrones, sino como un mecanismo de liberación de los oprimidos.
Pareciera que el dogma católico sentenciara a los individuos: la fe para el pobre es opuesta a la consciencia política, entre más oraciones más cerca estás del cielo y menos de tu realidad, ¡salud jodido!. Eliminemos esos dogmas, y busquemos la fe fuera de la hipocresía, lejos tal vez de la corrupción de las instituciones.
Opuesta a esta idea, un grupo de mujeres pertenecientes al movimiento chicano de 1960, retomaron la imagen de la Virgen Guadalupe como estandarte. Este grupo de mujeres activistas, futuras feministas mexico-estadounidenses, comenzaron a replantear la figura de la Virgen, reinterpretándola y resinificándola, otorgándole un carácter revolucionario, una voluntad de movimiento que se oponía a la impotente y pasiva figura femenina.
Yolanda M. López es una de las artistas chicanas que más ha explorado la imagen de la Virgen de Guadalupe. En este artículo se aprecia la serie de trabajos que exploran este tema. Una de las obras más conocidas es Portrait of the Artist as the Virgin of Guadalupe. En esta obra se muestra más claramente la resignificación del ícono religioso, en él aparece la idea del movimiento como subversión. La apropiación de su cuerpo y la consiguiente toma de acción, en un gesto inusitado: avanzar. Lucen las piernas descubiertas en la carrera, evidencia visible de una feminidad vital, además usa zapatillas de deporte. Está pisando un ángel cuyas alas son azul, blanco y rojo, colores de la bandera de E.U.A, este símbolo puede leerse como una evidencia del poder hegemónico de la iglesia católica de la nación “elegida por Dios”. El manto divino está sostenido de la misma forma en que un súper héroe puede sostener su capa. En una mano tiene dominada a la serpiente, sometida a su fuerza. En su rostro está visible un gesto de fuerza, no de sumisión. De la figura salen los rayos de luz, evidente muestra de divinidad. Es la Virgen de Guadalupe y es una mujer contemporánea.
Deberíamos exigir que la imagen de la Virgen de Guadalupe sea cambiada, que se le otorguen unas piernas fuertes dignas de todo movimiento. A ver si así cambia nuestra mentalidad de “mexicanos mediocres y pasivos”.