Metáfora de la zombificación en México: Postales de la marcha zombi

Crónica: José Manuel Vacah

“¿Le entras o te da miedo?” Mientras Annick Donkers -fotógrafa de Tercera Vía– fue a capturar zombis con su cámara fotográfica, Damiana me hizo una invitación que no pude rehusar. “Con esto vamos a traer a los muertos vivientes que faltan”. La chica –que tenía atravesado un lápiz en el cráneo, con mucha, mucha, mucha sangre escurriendo—  puso un triángulo de madera sobre su mochila, decorada con una incitante ilustración de la ouija. Un corro de zombis nos rodeaban. Uno de ellos –el que tenía el ojo crispado y los dientes putrefactos— nos sugirió persignarnos antes de empezar: “Aunque sea una mochila, igual puede ser peligroso”.

Annick llegó a salvarme con un escuadrón anti-zombi (con el logotipo de Umbrella Corps1umbrellahttps://terceravia.mx/wp-content/uploads/2016/10/umbrella-85x85.jpg 85w, https://terceravia.mx/wp-content/uploads/2016/10/umbrella-200x200.jpg 200w, https://terceravia.mx/wp-content/uploads/2016/10/umbrella-300x300.jpg 300w" sizes="(max-width: 150px) 100vw, 150px" />) a quienes recién acababa de fotografiar. Con su cámara gigante entre las manos, lideraba el ataque contra la invasión apocalíptica. Me dijo: “mira,  puedes entrevistar a ellos para la crónica”. Miré a los muchachos con desgano. La idea de jugar a la ouija me había emocionado bastante. No me sentía inspirado para hacer preguntas, así que me limité a observarlos mientras se retrataban con todas las personas que les pedían una foto. Desde lejos, Damiana me hacía una señal extraña con el dedo: ahora jugaba con un payaso asesino de cabeza gigante.

R.P.D. S.T.A.R.S Special Forces es un grupo que, como su nombre lo indica, está dispuesto a retratarse con nosotros durante cada zombificación anual. Ah, y además, combaten muertos vivientes. Me dieron una tarjeta donde pude conocer su página de Facebook, que se encuentra con sólo teclear el nombre del escuadrón. Este grupo de costplayers rinden un tributo a su serie favorita: Resident Evil: ReVolution. Por supuesto, la revoluciones zombis sí serán televisadas.

Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers

¿Por qué está vendiendo flores?, le espeté. “Son para las catrinas”

La cultura zombi ha infectado la cultura. Y no sólo la cultura, sino la moral, la ética y la filosofía. La política, of course –de allí nacieron los primeros zombis—. Pero sobre todo, el amor. Ah cuántos zombis vi amándose durante la caminata, una caminata sangrienta de amor, de paz, de gozo y diversión. Nunca me había divertido tanto en una marcha.

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Apenas son las 2 de la tarde. Recorro la explanada del Monumento a la Revolución en busca de algunas postales que retraten el evento; la marcha iniciaría su recorrido una hora más tarde, con la meta de llegar al Zócalo y comer cerebros jugosos en la Feria del Libro.

De pronto, me asaltó una imagen: una señora vendiendo coronas de flores. Ese hecho me perturbó más que los disfrazados. Corrí hacia ella, asaltado por el temor de saber que la primavera también se había infectado. ¿Por qué está vendiendo flores?, le espeté. “Son para las catrinas”, me dijo en un tono sorprendido, como si fuera yo quien estuviera haciendo una cosa extraña. ¿Pero cuáles catrinas? “También vienen acá las catrinas”. Nunca vi a una de ésas en la marcha. ¡Dios nos libre! 

Annick y yo deambulábamos buscando zombis interesantes. Había de todo, desde quienes sólo se había embarrado el maquillaje, hasta los que habían hecho de su rostro un verdadero templo y museo del terror. Alrededor, cientos de maquillistas profesionales, semiprofesionales y “voluntarios” ofrecían sus servicios para la zombificación. Por supuesto, le sugerí a mi compañera fotógrafa que nos disfrazáramos. Estaba muy entusiasmado con participar, así que me acerqué a preguntar en un puesto donde vendían atuendos zombis. Los precios para comprar un disfraz urgente eran verdaderamente demandantes. El vendedor me ofreció un vestido muy ad hoc para Annick por cincuenta pesos –cualquier ropa valía el mismo precio; si comprabas, le ponían todo lo que quisieras: sangre, pudor o lágrimas—. Estuve a punto de adquirir el vestido para mi compañera, pero en el momento en que sacaba mi cartera,  me miró a los ojos y muy seriamente me dijo: “no quiero que me incluyas en tu crónica, porque siempre lo haces y eso me trae problemas” (o algo así fue lo que me dijo).  Muy triste, dispuse comprarme solitariamente mi disfraz, pero recordé que soy alérgico al polvo. La ropa ésa se veía más polvorienta que un mazapán pisado.

Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers

La imagen del mazapán me dio hambre y fui al OXXO a comprar unos cacahuates. En la entrada, un científico asesinado me ofrecía cerebros frescos en una bandeja. Tomé uno y le di una mordida. Estaba delicioso, pero era de plástico. ¿Cómo le haces para prepararlos? le pregunté. “Simplemente le pongo materia gris a la receta”.  

El valor de la vida humana está reducido al cliché
Pero no todo es comer cerebros y ya. Hablando de comida, el evento se encamina a recaudar alimentos para la organización banco de alimentos Unidos Distribuimos y Transformamos IAP. Los zombis no son tan desagradables, después de todo.

En los tiempos recientes, la zombificación va más allá de cualquier metáfora.  La comparación es terrible en un país como el nuestro, azotado por una crisis política, económica y de derechos humanos. El valor de la vida humana está reducido al cliché. Una chica disfrazada de Hello Kitty Zombie me dijo: “con esto nos olvidamos un poco de lo que sucede en el país, venimos a divertirnos”.

Como en toda marcha también en ésta hay infiltrados. Son personas facilmente reconocibles por su doble condición zombi: portan una playera con el logotipo de una conocida marca de refrescos, cuyo nombre no puedo mencionar salvo entre corchetes [FANTA].  Convertidos en anuncios humanos, asumen el color naranja como el nuevo virus Z.

Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers

De pronto, en medio de la multitud, vi al Místico. Annick y yo corrímos a fotografiarlo. ¡Es el Místico! ¡Es el Místico! Grité mientras corrimos empujando a la gente. Saludé al Místico Zombi –que hasta tenía su campeonato del CMLL en la cintura— con un “qué chido está tu disfraz mano”. Annick sólo dijo: “somos fans de la lucha libre”. Clic! El Místico Zombi directo a la posteridad.

Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers

Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers


Sin embargo, también había otro tipo de colados dentro de todas las manifestaciones creativas de la cultura zombi: unos Jedis que ni siquiera habían pasado por el forzoso trámite de la muerte. Lo que sí vi fueron unos Stromtrooper asesinados en la batalla, y devueltos a la vida por el poder del lado oscuro.

Abuelitas, perros, personas con capacidades diferentes, marcianos, reptilianos, personajes de caricaturas, el Chapulín Colorado, esposxs, amantes, novixs, parejas multigénero, vagabundos, niñxs, máscaras de Anonymus, dinosaurios, tacos de canasta 8 x $10, médicos, enfermeras del IMSS (esas sí dan miedo), Harry Potter, borrachos, darketos, metaleros, punks, payasos, bomberos, Batman, policías, militares, modelos, ángeles sensuales y no tan sensuales, científicos, plantas, bailarinas de ballet, quinceañeras, Drag Queens, un chocorrol (WTF) y un sinfín de personalidades infectadas por el virus zombi estaban congregadas para pasar un buen rato, “porque esto es una fiesta, una celebración para los amantes de las películas de muertos vivientes”, me dijo Juan Antonio, voluntario en la organización de este festejo escabroso.


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La marcha zombi ya es una tradición. En México eso de cultivar tradiciones –aunque sean ajenas (como dice la canción)— como que no es algo que se nos dé naturalmente, sobre todo con aquello que refiera a la muerte, y por supuesto, con aquello que refiera a Estados Unidos. El señor Enrique, que tiene más de cuarenta años como aficionado a la cultura zombi, me cuenta que en una de las ediciones pasadas de la marcha se rompió el récord del mayor números de participantes a nivel mundial (qué raro, si en nuestro país los zombis no salen a marchar). A pesar de haber roto un récord guinnes, el reconocimiento no fue oficial, pues no hubo ningún delegado que lo certificara. Qué lástima. Tal vez el galardón hubiera generado otra percepción de nosotros mismos.

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LA NARRATIVA VISUAL COMPLETA

Todas las fotos: Annick Donkers

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CRÉDITOS

Texto: José Manuel Vacah
Edición: César Alan Ruiz Galicia
Fotos: Annick Donkers
Diseño web: Francisco Trejo Corona

Referencias

Referencias
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