Los retratos infames de Sciammarella: caricaturas de la caricatura
Cada retrato que hace Agustín Sciammarella resulta fascinante, por su facilidad para evidenciar el alma de un personaje a través de sus rasgos más altisonantes, más infames y monstruosos. En efecto, la caricatura hace eso, pero las caricaturas de Sciammarella parecen dibujar la caricatura de la caricatura. Como si a través de este tránsito, lo último que quedara del personaje retratado fuera su alma o su esencia. Una suerte de extracción de la intimidad, en donde los rasgos no son más que una silueta desgarrándose, el estremecimiento de la carne por dejar escapar el espíritu. La capa superficial de un personaje se rompe, se desgarra, se estremece; apreciamos eso: el punto de transición entre un estado y otro.
Por esta razón es un dibujante privilegiado. Con más de 20 años de trabajo gráfico diario e ininterrumpido, se ha consolidado como el más grande monero –así le decimos acá en México a los ilustradores de prensa— del periódico internacional El País. Sus dibujos retratan a los grandes personajes de la cultura actual –y a veces no tan actual—: Messi, Mariano Rajoy, Alexis Tsipras, Vladimir Putin, Barak Obama, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Bob Dylan, Amy Winehouse, Charles Darwin, La Duquesa de Alba, Gorbachov y un larguísimo etcétera. La pregunta sería la siguiente ¿qué personaje no habrá pasado ya por su mirada?, él mismo ha respondido a la pregunta: “Me queda mucha gente por dibujar. Es como cuando escribes, has dibujado a muchos pero siempre te apetece más. Aunque no hay una lista de personas pendientes. Me gusta hacer a gente interesante, por su vida, por lo que hace, hasta por ser un político que la caga, algo que siempre es divertido de reflejar”.
Todo comenzó con un dibujo: Miguel Indurian “arqueado sobre el manillar de su bicicleta tras ganar el Tour de Francia de 1992”. Aquella ilustración en blanco y negro ocupó la portada, acompañada de un texto minúsculo, del periódico en el que ha trabajado durante más dos décadas. Así comenzó la carrera de un artista que nació en Buenos Aires, y que se mudó a España para convertirse en la seña de identidad de un periódico. Sin sus ilustraciones El País simplemente sería un diario.