Espectador y complice de una violación: Brasil #30ContraTodas
El pasado 21 de mayo una adolescente de 16 años fue a una fiesta en Río de Janeiro. Lo que pasó después de la fiesta es confuso, lo que es un hecho es que la joven fue violada, en por lo menos dos ocasiones y el video de su agresión circuló por redes sociales. Cuando la adolescente recobró el conocimiento se encontraba desnuda y rodeada por 33 hombres armados que se jactaban de la agresión.
Esta brutalidad fue compartida miles de veces en las redes y detonó una serie de movilizaciones de repudio y clamando justicia a las autoridades brasileñas. Una de las peticiones para esclarecer en su totalidad el caso, fue impulsada por Marta Carvalho a través de la plataforma de Change.org. En ella Marta pide a Twitter que entregue los nombres de todas las personas que compartieron este video a las autoridades.
¿La razón? En Brasil compartir fotos y videos de menores de 18 años se castiga con entre tres y seis años de prisión. Aunque las imágenes no hubieran sido compartidas en forma “malintencionadas”, el hacerlo pone en una situación aún más vulnerable a la víctima. En entrevista para Tercera Vía, la creadora de la petición explicó que:
“La gente tiene que entender que al compartir dicho contenido, también están cometiendo un delito grave. Hay varias maneras de informar que no deben exponer a la víctima, pues ha estado en una situación que le dejará marcas de por vida. No es necesario para cometer un crimen para reportar otro. Eso es lo que tiene que cambiar en Brasil. Las personas no son conscientes de las leyes y descubren que el Internet es un territorio libre para cometer todo tipo de delitos, por ejemplo cualquiera relacionado con la homofobia, el racismo o la xenofobia”.
Marta nos platicó que en Brasil ser mujer y negra las hace doblemente vulnerables, no sólo padecen la violencia misógina, sino también la racista. Al igual que en México, el acoso en las calles es latente y ese miedo en las calles es compartido. Marta cree que una de las raíces de la cultura de la violación es que en nuestra sociedad el cuerpo de la mujer no tiene ningún valor. “Puede ser tocado, expuesto, violado por el capricho de los hombres. Nacimos y crecimos viendo este tipo de pensamiento difundido en la televisión, la publicidad, las películas, la música. Entonces llegamos hasta el punto en que parece ser natural ver el cuerpo de una mujer violada y ser un objeto expuesto”.
Otra similitud con México es el sistema de justicia ineficiente, que pone toda la responsabilidad de las pruebas en la mujer y que a su vez se convierte en objeto de juicios morales para determinar la validez de su testimonio. “Las mujeres son juzgadas en el momento en que llegan a la estación y están expuestas a situaciones humillantes que comienzan en el momento del informe. Todo el proceso es muy doloroso. Por desgracia, no todas las estaciones están preparados para manejar este tipo de agresiones y muchas mujeres desisten de hacer la denuncia por miedo o vergüenza”, explicó Marta.
Por ahora el caso de la adolescente sigue en una investigación que comenzó llena de errores. Entre ellas, su primera declaración la hizo en presencia de los sospechosos, aunque estos estaban plenamente identificados y había pruebas suficientes, se abrió una nueva linea (que en su mayoría mediática) que presumía que no se había tratado de una violación masiva, sino una “orgía” en la que la víctima había participado con su consentimiento.
“Las investigaciones sólo apuntaron a otra dirección después de que un delegado responsable de investigar los delitos contra niños se hiciera cargo del caso”, dijo Marta. Hasta el momento seis sospechosos están detenidos y otros tres fugitivos.