Un penal binacional ¿locura o visión?
El binacionalismo de acuerdo con Alain Dieckhoff retomado en el libro “Israel-Palestina la alternativa de la convivencia binacional” expresa una voluntad en donde se concibe al otro como parte integrante de cada uno. Esto es, se concibe que la existencia de aquel otro imprescindible para la formación identitaria propia. Se trata de una cuestión por demás polémica, en especial por tratarse, en este caso, de dos naciones enfrentadas hace décadas que comparten de varias formas un territorio físico y uno simbólico desde creencias religiosas que forman parte de su propia institucionalización política y donde la figura de Estado se encuentra a la mitad de graves tensiones, en especial, en el caso de Palestina.
Por otra parte Haroldo Dilla Alfonso coordina el libro “Ciudades en la frontera. Aproximaciones críticas a los complejos urbanos transfronterizos” donde se explica que esta visión sobre lo binacional trasciende a las identidades. Son construcciones que conectan dos culturas, espacios geográficos que permiten la interconexión de ambas comunidades. Por ello dirá el autor, se pueden nombrar “ciudades binacionales” o “sistemas metropolitanos binacionales” en tanto que el intercambio es tan profuso que una no se entiende sin la existencia de la otra. En el caso de México esta interrelación es notoria en sus fronteras norte y sur.
En el caso de la frontera con los Estados Unidos el intercambio es constante y dinámico, más aún tras la firma del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá que ha significado para nuestro país la posibilidad de regular un flujo constante de mercancías hacia aquella nación, a la que vendemos ocho de cada diez cosas que exportamos. La población que habita en las ciudades fronterizas de México tienen relaciones complejas y cotidianas, pero más allá de la población que vive en esos territorios, la influencia de cada país sobre el otro ha creado programas de tipo binacional para hacer frente a estas dinámicas, un ejemplo es el Programa Binacional de Educación Migrante “PROBEM” que busca garantizar educación de calidad a estudiantes que cursan una parte del ciclo escolar en México y otra en los Estados Unidos.
Esta dinámica de intercambio entre los dos países se reforzó cuando en diciembre de 2015 se inauguró un puente binacional que conecta el aeropuerto de Tijuana con San Diego entre las garitas de San Ysidro y Otay Mesa. La Terminal conocida como Cross Border Xpress permite que las personas puedan transitar hacia los Estados Unidos más rápido, esto es, se entiende la dinámica migratoria entre las dos naciones y se establecen proyectos que regulan y permiten esa convivencia.
En el ámbito de salud se creó la Comisión de Salud Fronteriza México-Estados Unidos la cual es una Comisión Binacional que tiene la misión de valorar y enfrentar los problemas de salud que se presentan a lo largo de la frontera, entre los programas que llevaron a cabo está el “Programa de atención de riesgos emergentes en Frontera Norte” es decir, ambas naciones comprenden los riesgos y necesidades de cooperación en materia de salud para hacer frente a las nuevas amenazas emanadas por patógenos.
Por ello, puede decirse que la dinámica contemporánea en materia de cooperación es de acercamiento, de búsqueda de nuevas opciones que resulten en respuestas más adecuadas al contexto contemporáneo caracterizado por la globalización y las migraciones. Debemos recordar que la agenda binacional entre ambos países es de las más amplias del mundo pues va desde temas ambientales hasta migratorios, pasando por la distribución y uso del agua, situaciones ambientales, el transporte y de manera sustantiva la seguridad regional de ese país, la cual entró en un momento de graves tensiones tras los atentados en Nueva York y que a la fecha no termina por establecer una directriz clara en materia de seguridad hemisférica y global.
La agenda de seguridad de los Estados Unidos constituye un amplio abanico de políticas públicas, desde la seguridad fronteriza hasta la seguridad global, pasando por la seguridad nacional, la seguridad interior y la seguridad pública; en este último punto, los Estados Unidos han trazado una mezcla por demás complicada y en varios puntos artificial entre los temas relativos al narcotráfico relacionándolos con su seguridad nacional, utilizando para ello el concepto de seguridad ciudadana; de ahí el permanente interés de ese país por establecer políticas de contención al narcotráfico a nivel global pero de manera decisiva en la relación con México, lo cual ha generado una serie de debates, todos inacabados, sobre cuál es el punto en que un problema que se deriva del consumo de estupefacientes en ese país puede expandirse hasta llevar las cosas al tema del terrorismo, más como posición política e ideológica, que como referente en la lógica del Estado.
Para México la producción, trasiego y venta de drogas hacia aquel país ha significado en el campo de la cooperación binacional un problema real, que sin comprometer la seguridad interior, y menos aún la seguridad nacional, si han generado zonas en que el poder económico del narcotráfico ha supuesto la necesidad de desplegar crecientes capacidades institucionales para contener a los delincuentes. Sobra decir que la masa de recursos de esta actividad ilícita le ha permitido a la delincuencia hacerse de una base social de apoyo, las expectativas del enriquecimiento súbito engrosan sus filas, y además generaron una especie de cultura que entroniza al narcotraficante, esto es, asigna un sentido casi positivo a personas que hacen del daño a su país y a su propia gente una forma de amasar fortunas.
Un eje de esta problemática es el tema de los delincuentes que son capturados por las instituciones y llevados a la investigación del delito que es parte del debido proceso penal. La pregunta es ¿qué hacer con los delincuentes en México cuando disponen de amplias capacidades económicas?, ¿qué hacer cuando sus operaciones desde las cárceles se orientan incluso a posicionarlos en los medios de comunicación?. Sin prejuzgar casos donde aún no se emite una sentencia como el de Joaquín Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, conocido como el Chapo Guzmán, se sabe o se conoce que es un criminal, sin embargo desde la propia prisión emprende demandas contra Netflix y Univision Story House, para que le paguen por el uso de su nombre e imagen en una serie que “retrata” su vida. La extradición en estos términos pareciera hacerse necesaria, sin embargo, sabemos que no se trata de un tema sencillo puesto que este proceso tiene múltiples aristas, en especial dos por demás sentibles: la soberanía nacional y las relaciones exteriores.
Si para el caso de extraditar a una persona acusada de cometer los crímenes que se le imputan, el tema implica un auténtico proceso de diálogo entre ambas naciones, la posibilidad de tener cárceles binacionales aparece en una circunstancia por demás difícil, sin embargo, habría de plantearse si en el marco de la cooperación internacional es posible establecer un nuevo tipo de centros penitenciarios y de reclusión durante el proceso penal que permita la cooperación de ambas naciones. La construcción de penales binacionales podría idearse para dar salidas a un proceso, el de extradición, que tensiona en cada vez, las relaciones entre ambos países, se trata de un tema de administración, de suma de capacidades y de cooperación.
Lo cierto es que la delincuencia es hoy trasnacional pero el proceso penal ha quedado durante siglos bajo el monopolio de los Estados, en esa lógica también es cierto que los mecanismos internacionales de justicia que operan para, por ejemplo, para juzgar los delitos que se cometen contra la humanidad tienen otro carácter como también lo tiene Guantánamo en el caso del terrorismo. Aquí no se plantea nada de eso, en cambio se trata de abrir un proceso de normalización de las relaciones entre ambas naciones cuando los patrones delincuenciales las aquejan por igual, esta cooperación serviría también para dejar claro de inicio que los procesos penales no significan ceder soberanías ni el monopolio de la legítima violencia, menos aún la majestad del derecho en el ejercicio de la ultima ratio. Se trata de resolver un problema operativo y especialmente contingente para nuestro país, la cooperación carcelaria en ciertos casos sería una expresión de que dos naciones están dispuestas a enfrentar el mismo problema.