Terrorismo en París: las causas estructurales y la fallida estrategia de seguridad

Un especial de Tercera Vía
Ilustración original: Jonathan Gil

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LOS DATOS

De acuerdo con el último censo población realizado en 2014, en Francia habitan sesenta y tres millones novescientos veinte mil personas. Con base a datos del gobierno francés, la demografía francesa es de 85% de gente blanca o de origen europeo, 10% del norte de áfrica, 3.5% de raza negra y 1.5%  asiáticos.  En 2010, el 27% de los franceses que habitaban en la capital y en los suburbios de París tenían al menos un padre extranjero. Esta diversidad poblacional se debe al alto número de migrantes que viven en el país. Información del último censo de población, indica que en el país galo residen más de 11 millones de migrantes, lo que representa el 19% de la población.

Los procesos de integración en Francia se caracterizan por preponderar los valores de la igualdad, fraternidad e igualdad en toda la población.
El resultado de estas prácticas ha logrado una mayor conjunción entre distintas culturas. Por ejemplo, la tasa de matrimonio con personas de mismo origen étnico disminuye con el paso del tiempo entre distintas generaciones de migrantes. Según el estudio “Integración Cultural en Francia” de la Universidad francesa Sciences Po, las segundas generaciones de migrantes tienden a casarse con personas de distinto origen étnico. Mientras que el porcentaje de personas que se casan con alguien de su mismo origen étnico en los migrantes de primera generación en Francia es de 61% en africanos, 85% en turcos y 79% en asiáticos, las segundas generaciones tienden a tener menos matrimonios con personas de la misma cultura. Solo 39% de los africanos, 51% de los turcos y 23% de personas originarias de Europa del este se casan con gente de su misma cultura. Está integración, sin embargo, es realizada por medio del sometimiento de una visión cultural francesa hacia grupos minoritarios. En 2011, por ejemplo, el gobierno francés impuso una ley para prohibir el uso de burcas en las mujeres.

Este proceso de integración no ha generado una sociedad más tolerante hacia la diversidad. Con base en datos del reporte mundial de los valores, Francia es el país menos tolerante de toda Europa Occidental. Un 22.7% de los franceses dice que no tendría como vecino a alguien de diferente raza. Esta intolerancia hacia minorías se demuestra también en crímenes de odio. De acuerdo con el Observatorio Nacional en contra de la Islamofóbia, en 2014 se registraron cien incidentes anti musulmán en Francia.

Un 22.7% de los franceses dice que no tendría como vecino a alguien de diferente raza.

A pesar de que la sociedad francesa se fundamenta en los principios de libertad, igualdad y fraternidad, las minorías en Francia viven en condiciones de marginalidad y pobreza. Gran parte de la población migrante habita en unidades familiares subsidiadas por el gobierno. Es el caso de 17.6% de los franceses blancos, 50% del total de los migrantes del norte de áfrica, 37% de quienes provienen de otras naciones africanas y 36% de los migrantes de origen turco. Dentro de estas unidades habitacionales, la mayoría de su población vive bajo condiciones de desempleo y pobreza. Según datos del gobierno francés, la gente sin empleo en los banlieues alcanza en algunas zonas hasta el 50%. Un caso ejemplar del ambiente en el que viven las minorías en Francia es el Departamento 93 (Suburbio del norte de París en Seine-Saint-Denis). En este lugar hay alrededor de medio millón de extranjeros, de los cuales el 27.8% vive por debajo de la línea de pobreza. Un quinto de esta población no tiene acceso a agua caliente y un cuarto de las habitaciones no tienen baño propio.

La marginalización de grupos de migrantes o de franceses cuya familia proviene del extranjero también se presenta en áreas como el trabajo y la educación. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística en Asuntos Económicos, 3 de cada 10 jóvenes franceses de padres extranjeros se encuentran desempleados, el 30% deja los estudios de preparatoria sin diploma, lo que representa el doble de posibilidad de dejar los estudios que alguien de padres franceses. Las diferencias del empleo entre franceses nativos y segunda generación de migrantes son grandes. La tasa de desempleo de migrantes africanos de segunda generación en Francia es seis veces mayor a la de un francés blanco. En relación con migrantes de otras partes del mundo, la brecha de empleo entre nativos y migrantes es de un 20%.

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EL ANÁLISIS

Hasta el término de la guerra fría, la principal amenaza a la seguridad de un país eran otros Estados. El miedo de la intervención era el mayor temor de cualquier sociedad. Sin embargo, con la caída del muro de Berlín, la inseguridad e inestabilidad política y social dejó de provenir del exterior para gestarse desde el interior de los Estados. Las guerras civiles, la aparición de grupos terroristas, así como el crimen organizado se convirtieron a finales del siglo XX en las fuentes de inseguridad más relevantes. Lo que estos grupos han demostrado es la capacidad para desestabilizar al interior e incluso hacia el exterior de un país.

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Junto con este cambio vinieron nuevas acciones para contrarrestar la inestabilidad y garantizar la seguridad mundial. En vez de centrarse en el respeto a la soberanía interestatal, la comunidad internacional orientó sus esfuerzos al fortalecimiento de instituciones domésticas para evitar el crecimiento de tensiones sociales y el surgimiento de grupos que pudieran vulnerar la estabilidad política, social, económica y cultural de cada sociedad.

Las guerras civiles, la aparición de grupos terroristas, así como el crimen organizado se convirtieron a finales del siglo XX en las fuentes de inseguridad más relevantes

El 11 de septiembre de 2001 se demostró el alcance y poder del terrorismo durante los atentados en USA. En aquel momento, el argumento del entonces presidente, George W. Bush, fue que los gobiernos de países como Afganistán e Iraq apoyaban a grupos terroristas, por lo que era necesario intervenir esos estados para poner fin al  terrorismo. De manera inmediata, los miembros de Organización del Atlántico Norte (OTAN) comenzaron las invasiones militares y bombardeos a estos países, poniendo de paso fin a sus gobiernos. El resultado de esta estrategia fue el término por la fuerza de gobiernos dictatoriales, a lo que siguió el surgimiento de Estados débiles y sin gobernabilidad.

Desde 2003 el gobierno francés ha estado involucrado en distintas operaciones militares alrededor del mundo, apoyando la “guerra contra el terrorismo” iniciada por los Estados Unidos. En las invasiones a Afganistán, pasando por Iraq, Malí y Libia, Francia ha sido uno de los países occidentales que más presencia han tenido en Medio Oriente y África del norte. El problema que ha causado esa estrategia militar es la descomposición de las reglas y consensos entre distintas fuerzas políticas locales, dificultando la gobernabilidad.  

Para facilitar el surgimiento de gobiernos “democráticos” después de la caída de los gobiernos de Iraq o Afganistán, los países occidentales favorecieron a distintos grupos en la reconstrucción de los Estados.
Otra de las consecuencias que han causado las invasiones de los miembros de la OTAN al Medio Oriente ha sido la exclusión de distintos grupos en la conformación de los nuevos estados.  Esto ha causado mayores tensiones dentro de estas sociedades, creando condiciones para el surgimiento de “asociaciones subversivas”, que ha falta de espacios políticos para expresar sus demandas, usan la violencia para imponer sus intereses. Este principio de exclusión en la formación de los nuevos gobiernos causó durante los últimos años la intensificación de la violencia en Iraq, Afganistán y Siria. En respuesta, los gobiernos occidentales han cambiado de estrategia, pasando de un involucramiento directo a buscar una mayor participación de actores regionales y el uso de tecnologías como los drones para ahorrarse grandes despliegues militares en dichos países.

Si bien este giro disminuyó el número de muertes en la región (especialmente la de miembros del ejército de países occidentales) se ha producido un aletargamiento que permitió el fortalecimiento, reagrupación y coordinación de diversos grupos terroristas. En ausencia del gran armamento occidental in situ y la realidad de Estados débiles, ha permitido que el Estado Islámico pueda realizar actos como los del pasado viernes.

Después de los ataques terroristas en Paris, el gobierno francés ha intensificado su lucha directa contra el Estado Islámico. Sin embargo, esta táctica deviene nuevamente de las acciones realizadas desde un principio por Estados Unidos después del 9/11. La presión de los ciudadanos franceses hacia el presidente François Hollande lo ha conducido a tomar el camino de la violencia. Sin embargo, ya se ha demostrado que la intensificación de ataques hacia grupos terroristas, más que eliminarlos, causa su mutación, y en muchos casos promueve la diseminación de sus integrantes a otros territorios.

El mundo occidental se encuentra entre la espada y la pared.
La mejor forma de resolver el problema del terrorismo es por medio de cambios estructurales. Es decir, modificar las condiciones socioeconómicas en las que viven gran parte de las personas en esas regiones del mundo, y mejorar la realidad cotidiana de grupos minoritarios que sobreviven en los países desarrollados, además de que tengan verdaderos canales de participación para que canalicen sus demandas e intereses de manera institucional.

Desafortunadamente estas rutas tienden a generar resultados a largo plazo. Es ingenuo esperar que los Estados renuncien al uso de la fuerza para combatir la amenaza que representan los grupos terroristas hoy.

El Estado Islámico sabe que los países occidentales incrementarán sus ataques en contra de ellos y que los miembros de la OTAN buscarán nuevamente a un mayor número de aliados en la guerra contra el terrorismo. Es por eso que su estrategia será desmotivar a esos posibles aliados a participar en esta lucha por medio del miedo causado por los ataques terroristas. El mensaje para el mundo es que cualquier país que participe en contra de ISIS será víctimas de ataques terroristas. Elegir a países como Francia y ciudades como París o Nueva York, es demostrar que sin importar el desarrollo o poder militar de un país, los grupos terroristas tienen la capacidad de arremeter contra cualquiera.

El mensaje para el mundo es que cualquier país que participe en contra de ISIS será víctimas de ataques terroristas.

El mundo occidental se encuentra entre la espada y la pared. Mientras que sus sociedades demandan mayores garantías de seguridad ante estos grupos, la historia reciente ya ha demostrado que los ataques masivos en su contra no logran eliminarlos, eleva el número de muertes de personas inocentes y puede originar ataques terroristas en sus ciudades. Por el otro lado, el trabajo de inteligencia y el uso de nuevas tecnologías como los cohetes teledirigidos no generan resultados inmediatos, sino que llevan la guerra por un camino más largo y tortuoso. Nuevas estrategias deben surgir para terminar con la amenaza de los grupos terroristas. Los Estados deben reconocer en la inclusión política, económica, cultural y social los principales pilares para verdaderamente ganar la lucha contra el terrorismo.  


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