Septiembre 19: Errores y lecciones que dejaron los sismos de septiembre en México

Tres sismos han marcado la historia de México: el del 19 de septiembre de 1985 y la repetición azarosa el 19 de septiembre de 2017 en la Ciudad de México. Unos días antes, el 7 de septiembre de 2017, otro sismo sacudió Oaxaca. Los tres eventos provocaron pérdidas, daños estructurales y muchos días de desolación para los oaxaqueños y capitalinos que los vivieron. Sin embargo, también dejaron un legado como la creación de la Alerta Sísmica y la importancia de la rigurosidad en los códigos de construcción.A continuación, se analizarán algunos errores y lecciones en la concepción y aplicación de estas dos herramientas. Esto podría ayudar a entender por qué queda mucho camino por recorrer en la prevención y reducción de daños sísmicos en México.

Códigos sísmicos de construcción

Después del sismo de 1985, los expertos se dieron cuenta de que habían subestimado el efecto cuenca que se presenta en la Ciudad de México, donde se encontraban la mayoría de los edificios. Este efecto se debe a la localización de la ciudad sobre la zona del lago; el tipo de suelo blando multiplica la amplitud de las vibraciones sísmicas como si fuera una gelatina. Los materiales blandos en el suelo hacen que estas regiones necesiten sus propias regulaciones y códigos. México se considera uno de los países líderes en códigos de construcción contra sismos. Entonces, ¿qué falló?

Una vez que se determina el riesgo sísmico, o la intensidad de la sacudida de una región, y las particularidades del suelo (como el efecto cuenca), se pueden elaborar códigos que especifiquen las fuerzas que deberá resistir un edificio. Después del sismo de 1985, se dejó de considerar la madera como un material de construcción adecuado, y a partir de 2020 los edificios con plantas irregulares o circulares deben presentar un modelo que determine su respuesta sísmica. El Código de la Ciudad de México considera materiales, grosor de las varillas, el uso de muros y valores conservadores para garantizar que un edificio no se derrumbe en las condiciones más severas esperadas, entre otros detalles. Entonces, ¿por qué este reglamento, tan riguroso, no funcionó?

Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) realizó 28 investigaciones periodísticas basadas en 28 inmuebles de una base de datos de 365 registros. Las investigaciones encontraron problemas críticos que explican lo sucedido el 19 de septiembre de 2017. El reglamento de la Ciudad de México no es respetado ni por las autoridades ni por los constructores, debido a un problema estructural en México: la corrupción.

Después de 1985, se crearon dos figuras para inspeccionar los inmuebles: los Directores Responsables de Obra (DRO) y los Corresponsables en Seguridad Estructural (CSE), con el objetivo de asegurarse de que se cumplieran los códigos tanto en los planos como en las construcciones. El problema comenzó cuando estas figuras perdieron su autonomía, ya que son contratadas por las inmobiliarias. Esto provocó un “mercado negro de firmas”, como lo denomina la MCCI, en el que se aprobaban planos sin verificar su autenticidad ni su correcta aplicación en las construcciones.

Finalmente, en 2003, las Naciones Unidas (ONU), a través de la Oficina para la Reducción del Riesgo de Desastres, realizó una evaluación del código sísmico de la Ciudad de México. En ella se señaló que las regulaciones sísmicas de la capital son las más conocidas y las que se aplican en el resto del país, con las debidas consideraciones de riesgo y condiciones del suelo. Sin embargo, la ONU destacó la ausencia de un código nacional que tome en cuenta las condiciones de sismicidad y el contexto geográfico de cada región del país. Aún después del 7 de septiembre de 2017, México y, particularmente, Oaxaca, siguen sin contar con un código sísmico adecuado.

La Alerta Sísmica

Después del sismo del 19 de septiembre de 1985, se produjeron muchos cambios. Se creó el Sistema Nacional de Protección Civil para la prevención y seguridad de los ciudadanos en caso de desastres naturales, y en 1989 se implementó el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SAS) con 12 estaciones en la brecha de Guerrero. Este sistema de alerta sísmica es una de las herramientas más valiosas que tiene el país para prevenir y preparar a la población en caso de sismos. Sin embargo, este proyecto comenzó como un sistema de alerta solo para el Distrito Federal, lo que revela uno de los errores principales al entender los desastres naturales en México.

En 1999, diez años después de la creación del SAS, Oaxaca creó el Sistema de Alerta Sísmica para la Ciudad de Oaxaca (SASO). En 2003, Oaxaca contó con una central de alerta, y hasta 2005 ambas ciudades comenzaron a compartir información que permitiera advertir tanto a la Ciudad de México como a Oaxaca.

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En 2010, el gobierno del Distrito Federal invirtió en 64 estaciones sismo-sensoras que cubrieron las regiones sísmicas de los estados de Michoacán, Colima, Jalisco, Guerrero y Puebla. Fue hasta 25 años después del sismo de 1985, con epicentro en Michoacán, que se construyeron estaciones sísmicas en esa región. Morelia contó con una central de alerta hasta 2012.

La creación de alertas y estaciones debería ser una prioridad en la atención a desastres naturales, entendidos como un problema que enfrenta México como región geográfica. Se propuso complementar la cobertura del peligro sísmico en los estados de Veracruz, Chiapas y el noreste de Oaxaca, pero todavía no existen estaciones de alerta en esas zonas.

A siete años de los temblores de 2017 y a 21 años de la recomendación de las Naciones Unidas, aún no existe un código sísmico nacional que tome en cuenta las condiciones de sismicidad del país y su contexto geográfico. A casi 39 años del sismo de 1985, se requiere una mayor cobertura para la Alerta Sísmica y más rigurosidad en la aplicación y creación de los códigos de construcción. Estas dos herramientas para la prevención y reducción de riesgos todavía enfrentan varios obstáculos en México: la corrupción, la falta de inversión en tecnología sísmica y la centralización en el estudio y comprensión de los sismos en el país.

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