Paola Ávalos: cocinar el silencio

En una apología del silencio, escrita hace algunos años, Guillermo Sheridan evoca un poema de López Velarde como una síntesis perfecta: “los gatos erizan el ruido / y forjan una patria espeluznante”. Sheridan se pregunta si habrá alguna relación entre el desarrollo intelectual y el silencio y se responde: “de haberla, me temo que estamos en una etapa muy primaria de la inteligencia”.

Y sí: hay pocas insurrecciones tan necesarias en el mundo contemporáneo como la necesaria cruzada en favor del silencio.

El día de hoy, la artista tapatía Paola Ávalos inaugura su exposición Silencios Sonoros, la apuesta de más alto perfil en su fulgurante trayectoria. Lo es por múltiples aspectos: por la sede, por el proceso, por el lance conceptual y por la decisión de profundizar en un estilo propio.

El hogar de Silencios Sonoros será el Museo de las Artes (MUSA) de Guadalajara; un santuario dedicado a la obra y a la memoria del titán de la pintura mexicana, José Clemente Orozco. Ahí, Paola Ávalos realizó su primera residencia, conviviendo con decenas de estudiantes y visitantes mientras pintaba los cuadros que conformarán esta exposición.

Y es ese proceso, precisamente, el primer tributo que la pintora le rindió al silenciola apuesta conceptual que eligió para su obra. Paola eligió buscar el silencio fuera de su estudio y del estado de confort que había logrado para montar sus anteriores exposiciones; fue a interactuar hasta el cansancio con desconocidos para descubrir que el silencio era la pausa posterior y a escucharse a sí misma en medio de charlas, dudas y presencias ajenas.

Ávalos homenajea al silencio desde la encáustica, que es su técnica predilecta y también el rasgo más distintivo de su trayectoria, al ser una de sus más importantes divulgadoras en la escena artística nacional. Y en esa aventura, reivindica una de las nociones más relevantes y comúnmente olvidadas: el arte, como el silencio, no le pertenece a quien pretende crearlo sino a los demás. Así como no existe arte si el otro no está dispuesto a verlo, tampoco hay silencio si el otro decide romperlo.

En el caso de Paola Ávalos, la técnica no se separa del proceso. La encáustica es, en sí misma, una forma de venerar el silencio, su forma. Si la moda alcanzó su cima del poder en el siglo XX, como lo retrata Lipovetsky en El imperio de lo efímero, ahora somos testigos de que la revuelta estética del siglo XXI se está librando en la cocina: en sus pausas, sus rituales, sus fusiones, sus accidentes y sus interrupciones. Es decir, en sus silencios.

Nos vemos en el MUSA.

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