Usar una burka (en 2022)
Hace unos días, el régimen talibán de Afganistán disolvió con gas lacrimógeno una manifestación de mujeres que se opone al uso obligatorio de la burka, medida anunciada el 7 de mayo de 2022 por el nuevo gobierno.
La última vez que fue obligatorio usar la burka en Afganistán fue entre 1996 y 2001, cuando se impuso la ley islámica que ordena a las mujeres cubrirse desde su primera menstruación.
“Queremos vivir como seres humanos, no como animales, encerradas en un rincón de las casas”, señaló una de las manifestantes llamada Saira Sama Alimyar. Detrás, las mujeres corearon: “¡Justicia! ¡Justicia! ¡El burka no es nuestro”.
El regreso del régimen talibán
Las mujeres en Afganistán retrocedieron hasta 200 años en sus derechos más básicos, ha señalado la activista por los derechos de las mujeres afganas, Seraj Mahbouba, quien dijo que una generación entera de mujeres perdería lo poco que ha ganado de terreno ante el regreso de los líderes talibanes al emirato islámico, después de que en agosto de 2021, el presidente de EU, Joe Biden, retirara las tropas estadounidenses de Afganistán, por lo que talibanes y Al Qaeda retomaron el control de la última capital de Afganistán y todas sus fronteras después de veinte años de haber sido expulsados.
Como consecuencia de esto, el presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, huyó del país, pero quien se quedó fue la población bajo el régimen totalitario, uno en donde la población femenina afgana ha sido la más vulnerable debido a una rigurosísima e irreal interpretación del islam, en la que se restaurarían los azotes y ejecuciones en plazas contra mujeres que participen de la vida pública, convertidas en prisioneras de sus casas, de sus vestimentas, a la vigilancia absoluta de sus tutores, todas las violaciones a los derechos humanos que ninguna mujer de Occidente puede imaginarse.
Usar una burka
Mientras las mujeres se manifiestan contra el uso obligatorio de la burka en Afganistán, el debate en Europa es amplio. Hace más de 10 años que países como España, Alemania, Suiza y Francia, entre otros, comenzaron las restricciones contra los velos musulmanes, relacionado con la prohibición de uso de símbolos religiosos. Al contrario de Afganistán, los velos se prohiben prácticamente en todos los lugares públicos de estos países, escuelas, plazas, transportes, excepto en las casas.
Esta prohibición también ha desatado protestas de las mujeres musulmanas que habitan Europa, principalmente inmigrantes, pues consideran esta limitación un asunto de islamofobia, además de la censura a su religión, lo que restringe sus derechos.
Lo cierto es que por ignorancia, el mundo ha tergiversado al islam, convirtiendo todo alrededor de este en terrorismo: un árabe es una persona que nació en un país de habla árabe; musulmán es quien cree en la religión de Mahoma; islámico es lo que está relacionado con el islam, cultura islámica, por ejemplo; islamista es quien pertenece a la política radical ligada al islam, con su rama yihadista; terrorista es quien comete actos de violencia para infundir terror, como el régimen Talibán.
Y así, Occidente va prohibiendo una cultura que poco conoce. La desconfianza ha censurado y restringido los derechos de los y las musulmanas por expresarse, además de que el velo se ha convertido en tema central del feminismo contemporáneo occidental, pero sin incluir la postura de las mujeres musulmanas que viven en países occidentales, que encuentran en el velo un símbolo de identidad, familiaridad, amor y apropiación, en una cultura muy diferente a la suya.
Miles de personas musulmanas en diversos países hacen un llamado a entender que los atentados y crímenes no representan a toda la comunidad musulmana, pero sí la afectan igual que al mundo entero.
En ese mismo contexto, las mujeres musulmanas hacen un llamado a las mujeres occidentales: no armen campañas para quitarle la burka o el hiyab a las mujeres musulmanas, no todas quieren quitárselo.
El contexto político y geográfico en el que están situadas las mujeres musulmanas en Afganistán no es ni remotamente igual que las que están en Europa, cada una de ellas tiene su propia lucha, su propia causa, su propia matriz de opresión y desigualdad.
De ahí la importancia de exigir garantías en los derechos humanos universales para las mujeres que se manifiestan ahora en Afganistán y que son reprimidas por el terrorismo Talibán, igual que las que defienden su cultura y religión lejos de su tierra, en diversos países.
Y ahí es cuando las mujeres en Occidente debemos de escucharlas para entender la complejidad de las violencias que las atraviesan, sin apropiarnos de su causa, y mucho menos, colonizarlas.
Vía: Tania Magallanes