La elección colombiana trae dolorosos ecos para los mexicanos, pero también es un vistazo qué ya no funciona
A más de seis años del auge de Trump como presidente alrededor del mundo, que presuntamente sacó del clóset a electores de ultraderecha y sería la punta de lanza de un movimiento de candidatos similares (¡hola, Ayuso!), por fin se comienza a competir con la narrativa de los septuagenarios contra el futuro.
Con rayos de luz en triunfos como el de Boric en Chile (que a meses ha pecado de demasiadas promesas y poca acción, si bien tiene rezago de años por culpa de los de antes), ahora en Colombia la sociedad demuestra la polarización con dos extremos.
Leemos en La Tercera, un enfoque internacionalista a lo sucedido en Colombia para la segunda vuelta:
Gustavo Petro, el representante de la izquierda en un país gobernado históricamente por la derecha, se quedó con el primer lugar en la primera vuelta, tal como anticipaban las encuestas. Con el 40,3% de los sufragios y más de 8,5 millones de votos, el candidato de Pacto Histórico aumentó exponencialmente su apoyo electoral en comparación con sus dos postulaciones previas.
Pero su victoria también tuvo un lado agraz, considerando que una de las pretensiones del candidato era lograr una victoria fulminante en primera vuelta, considerando la posibilidad del traspaso de votos desde el tercer y cuarto lugar a su contrincante, Rodolfo Hernández.
Y es precisamente Hernández el otro gran ganador de la jornada electoral. El ingeniero, el “viejito de TikTok” y el “Trump colombiano” son algunos de los apodos con los que se le conoce a esta outsider de la política tradicional que se quedó con el segundo lugar con el 28,1% y 5,9 millones de sufragios.
El mencionado trump colombiano es Rodolfo Hernández, un ex alcalde que se compró una carrera política al ser previamente una persona acaudalada. Es candidato de un solo tema y entendió el juego de la prensa al dar declaraciones escandalosas.
En el New York Times así mencionan el ascenso de Hernández:
Hernández alguna vez se definió como un seguidor de Adolf Hitler, sugirió combinar los principales ministerios para ahorrar dinero y dice que como presidente planea declarar un estado de emergencia para enfrentar la corrupción, lo que genera temores de que podría cerrar el Congreso o suspender a los alcaldes.
Sin embargo, la derecha tradicional de Colombia ha comenzado a respaldarlo, trayendo consigo muchos de sus votos y haciendo que la victoria de Petro se vea cuesta arriba.
El domingo, Gutiérrez, exalcalde de Medellín, la segunda ciudad más grande del país, apoyó a Hernández y dijo que el propósito era “cuidar la democracia”.
Pero Fernando Posada, un politólogo, dijo que la medida también era el último esfuerzo de la derecha para bloquear a Petro, cuyo plan para rehacer la economía colombiana “pone en riesgo muchos de los intereses de la clase política tradicional”.
Famosamente, este candidato que era aquel que no tenía que ser tomado en serio, desplazó una alianza malhecha entre partidos tradicionales, en una dinámica parecida a la de Va Por México, donde enemigos históricos (PAN y PRI) se alían con un partido de izquierda diezmado (PRD) en una dinámica que no ha demostrado cautivar a electores o siquiera juntar los porcentajes que obtenían antes del logro de Morena.
Pareciera que ante lo poco atractivo de la alianza, los grupos conservadores decidieron volcar su apoyo a este peculiar millonario. Una vez más, hay ecos a la elección de EEUU, donde el arrastre de Hillary Clinton obligó a que los poderes de derecha abrazaran a Trump a costa de impulsar el alt right.
De hecho, la plataforma de Hernández (que supo aprovechar las redes sociales modernas, de la mano de su discurso polarizante), traerá recuerdos para algunos en México: lo lanza la Liga Nacional Anticorrupción. Los líderes de los partidos tradicionales que acabaron apoyando a Hernández ante los resultados de la primera vuelta, mencionan (irónicamente) que no quieren perder al país.
¿Te suena?