La democracia no es adorno

#VueltayVuelta es una columna recurrente de Carlos Aguirre


La democracia es la mejor forma de sociedad descubierta, porque nos reconoce libres, iguales, fraternos y colectivos. Las elecciones son la mejor forma de elegir a nuestros gobernantes, porque ha resultado en transiciones pacíficas, participativas y representativas. Tiene muchos defectos y áreas de oportunidad pero son la mejor opción. Dicho esto, hay quienes regatean mecanismos y narrativas a la democracia en nombre del populismo para hacerle daño a la misma. 

Circuló por redes sociales la organización de una elección interna de un partido en una caja de zapatos u otro que enlistó más de 20 precandidaturas por cargo, dejando la formalidad e institucionalidad en un cajón; si bien en una democracia cada partido es responsable de sus procesos internos y es su jurisdicción, estas fotografías son el vivo ejemplo de una crítica a la democracia: que es excesivamente formal. Quienes se ponen del lado de esta crítica afirman que la democracia debe ser menos formal, menos procedimientos, menos legalismos, menos instituciones y más apertura hacia procesos ciudadanos; pero es una falsa premisa, no se contraponen, siguiendo a Carlos Pereyra, el gran filósofo demócrata de México: la democracia siempre es formal.

Perder la formalidad de la democracia nos llevaría a algo que no es democracia, la democracia siempre es procedimiento, legalidad, transparencia, elección, mecanismos de protección y un largo etcétera, sin esa formalidad la democracia puede correr riesgo y los vecinos norteamericanos nos pueden platicar su experiencia. 

Sin embargo, eso no quiere decir que el argumento que afirma que la democracia debe ser más abierta a procesos ciudadanos no tenga validez, la tiene y es central, pero no frente a la formalidad, sino frente al elitismo. La democracia también siempre requiere participación ciudadana y colectividad.

La democracia también es innovación y nuevos procesos, pero no procesos que la hagan informal y parecer un ornamento en el papel. Un gran reto de la democracia es popularizar sus beneficios, popularizar la importancia de la formalidad, pero sin perder la formalidad. 

Otra corriente de críticas es en torno al presupuesto: se lee mucho que México tiene una de las democracias más caras del mundo por el costo que implica el financiamiento a partidos y a autoridades electorales. Si bien el presupuesto que se eroga es significativo, también lo es reconocer que el sistema electoral mexicano, con todo y sus defectos es uno de los mejores del mundo y que si bien la austeridad debe ser norma y no privilegio y que si se puede, los costos deben reducirse, esto no debe entenderse como que el presupuesto de un sistema electoral es un gasto innecesario y podría desaparecer.

Es absurdo llevar el debate a responder una pregunta moralina como la siguiente: ¿cuánto pagarías por poder decidir por tus gobernantes? Porque la pregunta te lleva a falsas respuestas y argumentos, sin embargo nos sirve para reflexionar algo intangible: el precio de un derecho como el de votar. 

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Debemos reconocer las áreas de oportunidad de la democracia, pero entrar en el juego de argumentos populares o de fotografías bonitas para el instagram a manera de símbolo atractivo, pueden abonar a una narrativa antidemocrática que permea de manera invisible en la discusión en redes sociales y líderes de opinión. La democracia no es adorno, no es ornamento, es forma de sociedad, es esencia, es estilo de vida, en lugar de moldearla a nuestro gusto, cuidemosla y hagamos lo posible por perfeccionarla. 

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