El Coronavirus vino de “Twin Peaks”
“Se Inyectan Asteoides” es una columna de Emmanuel Medina
Emmanuel Medina // Twitter: @emmanuelmedina
AYER: LA TELE ERA “TWIN PEAKS”
Es 1990. Jueves por la noche. La televisión en Estados Unidos, vía la cadena ABC, se llena con la bucólica, repetitiva y enigmática melodía que el compositor Angelo Baladametti interpreta para una apertura de créditos, que enmarca la palabra “Twin Peaks” en escenas ocres de los bosques fronterizos de la América más profunda.
Y el pueblo / aserradero que, enmedio de esos altos pinos y neblina, vivirá su propio horror gótico.
En los primeros minutos del capitulo piloto, aparece flotando hasta la orilla del lago de la quieta localidad de Twin Peaks, el cuerpo envuelto en plástico, extrañamente azulado y repleto de profundas heridas, de la rubia Laura Palmer, la joven más popular y querida del lugar.
Por la magnitud de quién era en la comunidad -si la serie sucediera en este 2020, sería una notable milennial youtubera e influencer- y la estudiada violencia de su asesinato, en un lugar donde éstos son prácticamente inexistentes, llega para encabezar la investigación el agente del FBI, Dale Cooper, para desentrañar el misterio.
Lo que nacerá de esta premisa son 30 capítulos, divididos en dos temporadas, y una película a modo de precuela, “Twin Peaks: Fire Walk With Me”: todo concebido por el iconoclasta cineasta, pintor, guionista y músico, David Lynch, junto a otro escritor de dramas de la pantalla chica, Mark Frost, en una controvertida colaboración que cambiaría, para siempre, el rumbo de la narrativa televisiva, como reconocida pieza fundacional para que, en las décadas siguientes, nacieran otros seriales tan misteriosos y nebulosos como “The X Files”, “Lost”, “True Detective”, “The Falling” o “The Leftovers”.
La pregunta “¿Quién mató a Laura Palmer?” se convertiría en uno de los eslogan, creados por la misma audiencia, años antes de la creación de los hashtags, y de uso común en las conversaciones de los fans asiduos a este entramado televisivo, mitad telenovela, mitad cuento de horror, que la historia adquirió como sello personalísimo, en un fenómeno de masas que nació y murió, quizás, demasiado pronto, pero ganando la corona de la serie de culto por excelencia para los estudiosos de la TV mundial.
La fórmula “Twin Peaks”, en el inicio de la década de los 90, es aún más arriesgada e increíble de comprender en estos días donde lo que rifa es la velocidad de la puesta en escena y la violencia y el sexo como sellos para marcar argumentos de historias aclamadas en el siglo 21, como es el caso de “Breaking Bad”, “Game of Thrones” o “Walking Dead”.
Su galeria de personajes, todas y todos aún más extraños y sin un ápice de lógica, que habitaban el apacible poblado donde no parece suceder nada, los bosques que parecen esconder mucho más que fríos paisajes y “buhos que observan todo”, sus entrañables escenarios que rozan lo naif, con claro propósito de despistar al televidente de la época, como la comisaría del lugar, o el punto de reunión social de los habitantes, la cafetería Doble R, capaz de producir el mejor café del mundo, según el astuto y, al mismo tiempo, cándido Agente Cooper, que lo probaba junto con un exquisito pay de cerezas; y el tenebroso bar, “Jack, El Tuerto”, donde la droga y el carnalidad se escondían bajo la fachada de un oscuro antro, desde donde, en su escenario, azulado también, cantaba Julee Cruise el mismo tema de la serie, llamado “Falling”, como la lenta decadencia que cada día, tras la muerte de Laura Palmer parecía carcomer, como un cáncer de maldad, el corazón de todos los que habitaban ese asfixiante mundo.
AHORA: EL PLANETA ENTERO ES “TWIN PEAKS”
30 años después, esta serie parece ser una apuesta inquietante para analizar y adentrarse, con tiento y macabra fascinación, a esta historia que pareciera un espejo retorcido de una realidad mundial, sumida en un misterioso virus que no parece poner tregua, sume en la fiebre a los contagiados y los gobiernos, pasmados ante este criminal, casi sobrenatural mal, tiemblan ante el tambaleo de la estructura económica, social y cultural del inicio de la segunda década del siglo 21. En todo el Planeta.
Para los amantes de las series y las muchas horas que se aproximan de permanecer en casa, ingresar a ver la parte uno de Twin Peaks, que se consigue, con cierta facilidad en algunos streaming, digamos, “informales”, junto con su precuela, es una tarea que dejará extrañas satisfacciones.
Y otra zozobra mental.
Pero una más. ¿Qué más da?
La mejor parte es que, en 2017, Netflix encargó una segunda temporada que fue recibida, por la crítica mundial de televisión y cine, como uno de los acontecimientos de la década y que aún se encuentran disponible en esa plataforma.
Estos dieciséis capítulos fueron revelados, en la primavera de ese año, por la misma mancuerna que le dio origen al producto original: el incomprensible David Lynch -que también actúa, desde la primera temporada, como el sordo jefe de Dale Cooper, el agente Gordon- y el escritor Mark Frost.
“Si no estás viendo el regreso de “Twin Peaks, te estás perdiendo del acontecimiento cultural del 2017” declaraba una editorial de The New York Times, esos días.
En esencia, la reputada publicación hacia énfasis en la palabra “cultural” para enmarcar la variedad de simbología audiovisual y sonora que acompañaron esta nueva entrega de las “aventuras” del Agente Cooper y su regreso al pueblo “esotérico”, una de las tantas líneas argumentales que Lynch decididó tomar para hacer una pieza aún más inclasificable y provocadora.
Con el añadido sonoro de que, al final de cada capítulo, en el mismo bar de “Jack El Tuerto”, en su conocido e indescifrable escenario, aparecían bandas invitadas como Nine Inch Nails o Au Revoir Simone, para interpretar una canción, hecha para la historia, como un resumen de lo vivido esa última hora.
En esos días, el escritor tapatío, Antonio Ortuño, autor de novelas como “La Fila India” o la reciente “Olinka”, se refería al capitulo ocho de esa nueva “Twin Peaks”, como una mala copia del programa infantil de los años 80 mexicanos, “Odisea Burbujas”: quizás, como tantos críticos, fanáticos o simples “serieadictos”, el enojo nacia de buscar una lógica a lo que, en palabras de su creador, no era la intención primaria tener jamás.
El violento crimen de Laura Palmer, aparentemente resuelto en la segunda temporada de la serie, en el lejano 1991, seguía siendo también parte de este entramado de arte conceptual que sigue latiendo en el corazón de Netflix, pero su núcleo se dividía en extrañas subtramas donde la energía nuclear, los mundos paralelos, pandemias inevitables y personajes envejecidos cuestionaban su “ahora” y el “después, qué vendrá”.
Justo como lo hacemos, hoy por hoy, todos los días, muchos humanos en este planeta.
¿Cómo será el mundo que despierte de la pesadilla llamada Coronavirus”?
Un intento de respuesta a esta pregunta quizás nazca de adentrarse a una escena de los primeros episodios de la serie original filmados por Lynch: En una extraña habitación roja, el agente Cooper está sentado en una negra butaca, frente a la muerta Laura Palmer; junto a ellos, baila lentamente un enano que le dice “este chicle se volverá a poner de moda” y la hermosa asesinada le asegura al investigador que se encontrarían 25 años después. Todo es un sueño que tiene Cooper en su tercera noche en el pueblo. Al despertar y tras esa experiencia onírica, sabe quién mató a Laura.
Esa certeza sólo le dura unos minutos, pues acaba olvidándola, para seguir, como si nada, en la investigación del crimen. Todo es un sueño que, capitulo a capitulo, vivimos para olvidarlo todo y seguir adelante. Como ahora los humanos. Más confundidos y excitados por comprar gel o papel de baño, aislados más que nunca. Indefensos. Sin saber quién mato a Laura, a María, a Daniel, a la tía solitaria o al tierno abuelo en China, en Corea, en Italia o en España.
Aquí mismo, en México, también ya.
Olvidando que ya creemos saber la respuesta, como el Agente Cooper: la que cada uno, desde una conferencia mañanera o las oficinas de la Organización Mundial de la Salud o los dichos del Subsecretario, sumados a miles y miles de mensajes en redes que parecen dar una y mil soluciones.
Vivimos en Twin Peaks ahora.
Eso deberíamos recordarlo.
Pero lo olvidamos.
Y seguimos sin saber quien mató.
—
¿Quieres leer más sobre esta serie?, aquí algunas lecturas:
“Regreso a Twin Peaks”
David Lynch, Nacjo Vigalondo, Enric Ros, et. al
Errata Naturae
—
“La Historia Secreta de Twin Peaks”
Mark Frost
Editorial Planeta
—
“Tres Ensayos Sobre Twin Peaks”
Pacóme Thiellement
Editorial Alphay Decay