Desenredando el golpe de Estado en Bolivia

Una semana ha pasado desde que Evo Morales se vio obligado a renunciar como presidente electo de Bolivia. A pesar de ello, la situación se está agudizando. El 16 de noviembre, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) denunció que ha contabilizado 23 personas muertas y 715 personas heridas – tan sólo nueve personas murieron el día anterior “desde la represión combinada de la policía y fuerzas armadas.“ Al mismo tiempo, salen reportes científicos cuestionando la versión de que hubo fraude electoral por parte de Evo Morales. Ambos elementos, la violencia desatada hace una semana y el debate sobre las elecciones presidenciales del 20 de octubre, forman parte de la base del contexto actual.  

En entrevista con Tercera Vía, Adriana Guzmán Arroyo desenreda los puntos en disputa y califica lo ocurrido como un “golpe de Estado”. Ella forma parte de la organización Feminismo Comunitario Antipatriarcal que se opone al golpe actual. La organización se fundó en 2003 justo en medio de una ola de represión estatal que tuvo lugar en uno de los bastiones posteriores de Morales, en la ciudad El Alto a 4150msnm. 

La articulación feminista se encuentra en un permanente intercambio y trabajo conjunto con las demás organizaciones campesinas, indígenas y sindicales en el país y de las cuales también algunas de las compañeras de Guzmán Arroyo forman parte. El feminismo comunitario se distancia categóricamente de los feminismos occidentales a los que califica de eurocéntricos e individualistas y por basar en la explotación (neo-)colonial. El enfoque comunitario yace en la “comunidad” y en el “territorio” y ve más allá de solamente las relaciones de género. 

 

¿Cómo describirías la situación política actual en la que se encuentra el país?

Hay una discusión, dentro y fuera del país, si esto es o no es un golpe de Estado. Para nosotras, por el uso de la fuerza militar, por el uso de la policía, por el vacío del poder que ha generado, es un golpe de Estado. 

¿Qué características tiene este golpe? 

Los militares están disparando. El país se está militarizando. Yo tengo que travestirme para salir a la calle. 

Un punto clave es que toman los medios de comunicación, cortan la señal o empiezan a transmitir música como si nada estuviera pasando. El 9 de noviembre, han intervenido a la Confederación de Trabajadores Campesinos y  han destruido las instalaciones junto con su radio Túpac Katari. Esta radio repartía la señal a la red de las radios comunitarias. A los periodistas les han amenazado de muerte. Han tomado Bolivia TV y canales de televisión que son de organizaciones sociales. 

La nueva Ministra de Comunicación Roxana Lizárraga, que fue posicionada por la presidenta de facto Jeanine Áñez, anunció que se va a detener y procesar a los periodistas que inciten a la violencia o que publiquen informaciones que generen enfrentamientos. Luego, obligaron a unos periodistas a que salieran del país. Se está persiguiendo a la prensa internacional. 

Por último, sacaron un decreto de amnistía para militares y policías que disparan, o sea si matan. No serán procesados. 

 

¿Qué objetivo tiene cortar el señal a los medios?

El control sobre los medios de comunicación les permite desmentir esta idea de que es un golpe. A su vez plantean que sea una transición democrática. Que somos las mujeres y hombres indígenas que atacamos, que saqueamos, que golpeamos. 

 

¿Quiénes son los que llevan a cabo el golpe?

Quienes operan y quienes ejecutan son grupos armados con motos, con cascos, con escudos, con lanzas, con gases y con armas de fuego.

Los autores intelectuales son el comité de empresarios. Ahí, Luis Fernando Camacho es su líder. Es presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, un departamento en Bolivia que está en manos de terratenientes, de los oligarcas, de los empresarios de la soja, de las accionistas de las transnacionales petroleras, madereras e hidroeléctricas. 

 

En ocasiones anteriores habías señalado que este grupo de poder tiene rasgos religiosos y racistas. 

Sí, porque este grupo tiene un poder fundamentalista que viene de muchas iglesias evangélicas. 

Camacho plantea que Evo sea un dictador. Que había que sacarlo del gobierno para recuperar la democracia y que había que devolver la Biblia al palacio. Dijo, literal, que había que poner el país en manos de dios. 

Una vez que Evo renuncia, Camacho entra al palacio de gobierno, coloca la Biblia encima de la bandera y dice: “Vamos a sacar a la Pachamama de este palacio de gobierno”. Luego, queman la Wiphala, esta bandera de colores que representa las comunidades y los pueblos originarios en todo el país.

 

¿De dónde surge esta figura Camacho y qué le une con los militares?

Él es hijo de un paramilitar que estuvo vinculado y a servicio de los golpes militares en los años 80s. Tiene una muy buena relación con los militares. Ha crecido entre ellos y ha logrado convencer a unos de ellos. 

En medio de estas protestas legítimas en la calle, se empieza a desarrollar el golpe de Estado.
El apoyo militar ha sido progresivo. De inicio, hay protestas en defensa de la democracia supuestamente porque hubo un fraude. En medio de estas protestas legítimas en la calle, se empieza a desarrollar el golpe de Estado. Frente a eso, Evo dijo que salieran los militares, que saliera la policía. Pero los militares se niegan. 

Ahí empieza un fraccionamiento. Unos apoyaban a Evo y otros estaban en contra. Camacho logró ganarse esta fracción que estaba en contra y días después, como por el 9 o 10 de noviembre, se suman. ¿Cuál es su argumento de apoya a Camacho? Que evidentemente eso era una dictadura, que había fraude, que Evo no podría estar cuatro veces como presidente.

 

Parece que el candidato opositor durante las elecciones pasadas desapareció del escenario político. ¿Qué es de él?

Carlos Mesa ya no tiene ninguna palabra en esta discusión. Y no la tuvo desde que se puso en marcha este golpe de Estado. Él puede llamar a una conferencia de prensa, pero no tiene ninguna incidencia lo que él diga. Porque de lo que se trata no es una disputa electoral.

 

Algunos dicen que Morales se aferró al poder y que debió haberlo soltado. Luego, en las discusiones se escucha que ahí se visibiliza una relación intrínseca entre el poder y la masculinidad. ¿Cómo describirías esta relación y tiene algún peso determinante en este contexto?

Evidentemente, dentro de un sistema patriarcal los hombres tienen un lugar de privilegios. No importa si son blancos o indígenas. De ahí nace una habilidad de relacionarse con el poder. Por ello, se entiende que Evo haya intentado de postularse por cuarta vez. 

Hay hombres que se aferran al poder. 
Por otro lado, las organizaciones sociales no habían creado otros liderazgos para que se enfrenten con Evo. Ahí, nuestra posición como feministas fue “No importa. Que vaya cualquiera.” Porque el apoyo no es a una persona, es a un proceso de cambio que estamos haciendo. Obviamente, por el machismo en las organizaciones sociales es mucho más difícil que vaya una compañera. Y también porque es cierto que para este proceso de cambio, la principal formación política la han tenido los hombres – como en todos lados. Quienes han construido discursos y la habilidad para administrar el Estado, han sido los hombres. Es decir, hay una lógica masculina. Hay hombres que se aferran al poder. 

 

¿Y esta relación explica lo sucedido?

Para nada. Eso no explica este golpe de Estado. A comparación con Nicaragua por ejemplo, en el caso de Bolivia, la violencia no la ha generado el Estado ni el MAS, el Movimiento al Socialismo, el partido de Evo Morales.

El proceso de cambio en Bolivia está antes de Evo. No empieza ni termina con él. Yo creo que esto es un análisis feminista falocéntrico. Hay feministas que no pueden dejar de mirar esto sin Evo. Nosotras lo miramos sin él. 

El análisis no se acaba en un enfoque de género. Esto es un análisis patriarcal. La disputa aquí es por un proyecto político de país. El proyecto nuestro, de las organizaciones sociales y de los pueblos originarios, es vivir bien. Más allá del Estado y a pesar del Estado.

 

Lo que sigue ahora, ¿quiénes sufrirían bajo un cambio político impulsado por la derecha?

Si este golpe triunfa, las y los indígenas vamos a volver a tener que agachar la cabeza. Vamos a volver a estar excluidas de todos los espacios. Volver a ser sus sirvientas, cuidar sus animales y sus casas. No estamos saliendo a la calle a defender al MAS o al gobierno. Estamos saliendo a la calle a defender nuestra dignidad, nuestra posibilidad de seguir viviendo. 

La resistencia que hay hoy en las calles, no es por Evo, ni por el gobierno. La resistencia es frente a un golpe de Estado que nos ha humillado, que ha quemado nuestra Wiphala, que está yendo contra los pueblos originarios y pueblos indígenas.

 

Eres parte de una organización social, ¿cuáles son los próximos pasos para ustedes?

A pesar de que es un golpe de Estado con mucha violencia, esto tenía que pasar. Se estaba haciendo el Estado plurinacional, mientras había gente que estaba acumulando el odio y el racismo. Estaban buscando las formas de administrar nuevamente el Estado. Antes o después, esto iba a pasar. Es un buen momento para enfrentarlo. 

Es importante que como organizaciones sociales lo aprovechamos para reorganizarnos, revertir este golpe, repensar este proceso de cambio que, al parecer, no pasa por el Estado. Lograr hacerlo desde otros espacios, lograr cuestionar otra vez el Estado. Tenemos que construir más allá de eso. 

Quién sale ganando en algún sentido somos los pueblos indígenas porque estamos viendo clarito que el racismo sigue existiendo, que hay que disputarlo en las calles. 

 

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