La ciudad desde arriba: la mirada de Santiago Arau
Texto: Yair Hernández Fotos: Santiago Arau
Cada fotografía aérea que Santiago Arau comparte en sus redes sociales logra miles de reacciones, pero esto no es algo fortuito: este cronista audiovisual tiene una amplia trayectoria posicionando y capturando su mirada.
Parece que siempre ve todo desde arriba; que las fotos que realiza a través de drones reflejan su predilección por contemplar las cosas desde un plano cenital.
Pero Santiago también disfruta lo contrario: desde abajo, mirar el cielo. “A mí me da mucha paz y mucha tranquilidad voltear al verlo. Antes me daba miedo sentir la inmensidad. Ahora, en algún desolado como el desierto o en la cima de alguna montaña, estar viendo las constelaciones me da una paz y calma bien chingona”, confiesa el fotógrafo mexicano.
Esta tarde en un restaurante ubicado junto a la Alameda Central, Santiago Arau, documentalista visual que hace algunos años cobró – y mantiene – notoriedad por los time lapses y las imágenes aéreas que captura y expone, hablará de sus comienzos tras el lente, de la forma en que realiza y preserva su trabajo, del documental sobre el sismo del 19 de septiembre de 2017 que elaboró junto al editor Diego Rasaba y de su relación con la Ciudad de México.
Santiago Arau Pontones (Ciudad de México, 1980) se introdujo en la fotografía a los 15 años gracias a un regalo de su abuelo: una cámara análoga Pentax. “Me encantaban los reflejos; un charco en el agua y poder ver la perspectiva, dos personas sentadas en un banco en Coyoacán, los tipos de encuadre que puede tener el Espacio Escultórico. Esas fueron mis primeras fotografías”, recuerda.
La atracción por contar historias a través de medios audiovisuales lo siguió hasta la Universidad Iberoamericana, donde cursó la carrera de Comunicación. Tras licenciarse, Arau se insertó laboralmente en la rama publicitaria.
Los drones y un temblor lo ayudaron a redescubrir su camino.
Hace más de un lustro, Santiago se acercó a los drones sin imaginar que se convertiría en un referente nacional en cuanto a fotografía aérea se refiere: “Creo que mi carrera despuntó hace poco tiempo. Llevo mucho tiempo trabajando, no es algo que surgió de la noche a la mañana. No me imaginaba estar parado donde estoy parado hoy y eso conlleva responsabilidades que debo ver si quiero asumir y ver de qué manera lo haré”, revela el también admirador del legado de Tina Modotti y Nacho López
77 mil seguidores en Instagram, 106 mil en Twitter y 39 mil en Facebook son los números que avalan el impacto actual en redes sociales de Arau; cada imagen que sube a sus cuentas logra miles de Me gusta en cuestión de minutos. Además, medios como The Guardian, El País, Reforma y Animal Político han proyectado sus fotografías
“Estamos en un momento en que la velocidad de la información es muy rápida, muy veloz, fugaz. Los fotógrafos y la gente que estamos en los medios de información tenemos que cuidarnos de eso: estar dentro de esa velocidad pero con proyectos a largo plazo para no extraviarnos en un tren sin control; podemos estar todo el tiempo publicando cosas actuales pero al día siguiente se van a olvidar. Yo no pretendo estar todo el tiempo buscando información y cosas que a la gente le guste para generar likes. En mi trabajo estoy buscando dar un discurso que tenga algo que ofrecer a largo plazo. Si en ese camino me voy encontrando con fotos que son rompedoras o virales, lo haré, pero no pretendo todo el tiempo buscar esas fotos”.
En cuanto a su motivación al enfocar y retratar, Arau cuenta que es vivir el momento “a solas o en compañía; ya sea yo solo con la luna o en el Iztaccíhuatl volando el drone con mis amigos. Momento de estar, de ver y luego tomar la foto”.
Así, primero contemplado y después capturando, es como él ha mostrado el país desde nuevas perspectivas. “La gente me conoce por los drones pero no siempre voy a estar tomando fotos de drones. Tengo que acabar un proyecto que es la República mexicana; me puede a mi cansar, yo mismo puedo cansar a la gente que me está viendo, pero quiero acabar el proyecto”.
¿Qué es un temblor? La respuesta de Santiago es tajante: “El riesgo de morir, no hay más.
La pregunta viene a propósito de Ciudad Herida, corto documental que el fotógrafo realizó junto a Diego Rabasa, editor en Sexto Piso. Este material audiovisual de más de 11 minutos es una crónica del terremoto del 19 de septiembre de 2017 realizada a partir de vídeos capturados con drones y audios tomados de noticieros radiofónicos y del ambiente de los sitios afectados.
“Creo que en ese momento no sabíamos qué estábamos haciendo pero sabíamos que queríamos documentar lo que estaba pasando. Después vimos que teníamos algo potente para hacer una pieza documental; no quisimos hacer una pieza informativa porque queríamos hacer una crónica. Y creo que resultó así: una crónica donde no profundizamos, no era la intención, sino que contamos desde nuestro punto de vista cómo lo vivimos. Lo decidimos hacer con la radio porque así nos enteramos: íbamos escuchando. Nos dimos cuenta que la radio es un elemento que está vigente. En general es la opinión de dos personas que vivimos en la Ciudad de México, vivimos el temblor, vivimos el día a día con la alerta sísmica, es algo muy nuestro”, cuenta Arau.
Tras el impacto que tuvo este cortometraje – se presentó en el festival Ambulante y su difusión en redes fue a través del periódico The New York Times, entre otros alcances mediáticos –, Pontones asegura que planea hacer nuevos trabajos de investigación documental con Diego, esto con el fin de “tener una profundidad en el trabajo de día a día; que la fotografía tenga un contenido, que sea una herramienta para divulgar ideas”.
Y, aunque ya transcurrió un tiempo desde esa tragedia, el artista de la cámara confiesa que aún mantiene una marca: “A partir de eso (el sismo) abrimos cosas, sentimientos que tenemos como personas. A las personas que vivieron el 85 les abrió la herida. Y a los que lo vivieron ahora les hizo la herida”.
Una de las máximas inspiraciones de Arau es la Ciudad de México, aunque reconoce una dualidad amor-odio respecto a su sentir por ella: “La veo contaminada, el tráfico, las condiciones de vida, esos círculos de pobreza. Pero es una ciudad que tiene mucha historia y eso me encanta, imaginarme el pasado”.
Zonas citadinas que Santiago goza recorrer y retratar son: el Zócalo, Chapultepec, la Sierra de Santa Catarina, la Sierra de Guadalupe y el Ajusco.
Pero el fotógrafo también tiene sitios que no le agradan: “Santa Fe por lo que representa. No me gusta Neza y no me gusta Iztapalapa en el sentido de cómo crecieron esas ciudades. No me gustan las barrancas de Álvaro Obregón. Me disgustan no por la gente sino por las condiciones. No me gusta el segundo piso del Periférico”.
Las 31 entidades del país restantes también han sido visitadas por Arau y manifiesta predilección por algunas: “A Puebla voy mucho por los volcanes. Veracruz me gusta, me encanta el ambiente del puerto. Cada vez que voy a Oaxaca me enamoro más. Tengo mucha cercanía con Yucatán porque mis papás viven allá y me siento totalmente ajeno ahí porque tienen otras costumbres, otro modo de entender la vida”.
Durante sus viajes, ha llegado a sitios que en los medios y en las conversaciones casuales se etiquetan como peligrosos, “pero voy a estos lugares y me cambian la perspectiva: veo gente haciendo ejercicio en la noche, veo familias comiendo en taquerías en la noche, veo vida en la ciudad. Me los imaginaria de ‘No salgas de noche’. Que hay lugares en los que sí: hace 3, 4 años en Monterrey te recomendaban no salir después de las 9 de la noche. Pero ahora acabo de estar en Tampico y ves las opiniones de las fotos: la gente de Tampico pone ‘Muchas gracias por las fotos’ y la gente que no es de ahí pone ‘Aguas, ahí matan’. En mi opinión, los medios de comunicación hacen que nos generemos historias que no son reales a partir de concepciones de estereotipos. Hay gente que vive en Matamoros, Reynosa, Tamaulipas, hay familias. No es que salgas a la calle y te disparan; mucha gente piensa eso, que vas a Tamaulipas y cómo vas a vivir en Tamaulipas. O que vas a hacer un recorrido en la sierra Michoacán y vas a aparecer muerto. Hay que tener cuidado y respeto, saber lo que estás haciendo, ser respetuoso con la gente”.
Antes de salir del restaurante y tomar su bicicleta negra para regresar a casa, Santiago habla de sus planes a largo plazo: “cerrar el changarro” y retirarse a otro lugar.
Pero en la actualidad, el también seguidor del equipo de futbol Pumas y asiduo escucha de Bob Dylan y Queen está enfocado en “asimilarme yo mismo. Cambian cosas y yo tengo que tener mucho cuidado en saber qué es lo que quiero”.
Y es que él reconoce que hace algunos años “era uno más y ahorita ya no”. Ahora conoce cada rincón del país, entiende la responsabilidad social que tiene al retratar, y sabe que su mirada, esa que se posiciona en un plano cenital pero también voltea a ver el cielo, esa mirada tiene un impacto más allá de su persona.