Expulsan al director de la Biblioteca Vasconcelos y la gente teme que todo cambie para mal

Mexican culture  son los cambios arbitrarios de una administración gubernamental a otra. Es decir, la remoción de personal de confianza cuyo ingreso se vio ligado por un proyecto político para que entre una nueva plantilla por las mismas razones. Esto viene acompañado con transiciones de puestos entre sindicalizados por rencillas o venganzas. Quien trabajaba en la dirección ahora la a la bodega. Los de comunicación, ahora se ven en otras labores en departamentos dispersos.

En esta tendencia, sin que sea más o menos importante que otros movimientos de dirección y staff, existe un caso con muchísima visibilidad que es el ejemplo perfecto: la salida de Daniel Goldín de la Biblioteca Vasconcelos, donde fungía como su titular.

Podemos leer en redes sociales, especialmente en Twitter y teniendo en cuenta que es sólo la parte vocal de todos los trabajadores del recinto, que Goldin era un jefe amado y tolerante; con gestos hacía dentro y fuera de la institución que dirigía. Abrió las puertas de la Vasconcelos para que se formara un proyecto [realmente impulsado por decenas de trabajadores eventuales y/o voluntarios] de lo que debía ser una biblioteca en la última década.

Siendo cínicos: con el auge de Amazon o la expansión de Gandhi (especialmente en línea) y la posibilidad de tener volúmenes especializados o en su idioma original con tan solo pasar la tarjeta, las bibliotecas públicas (que no las universitarias o especializadas) se vuelven un tanto redundantes para los usuarios de mayor poder adquisitivo. Y para los que menos tienen, cobran un nuevo sentido al dejar de ser tratadas con la solemnidad de un templo para pasar a una función para el encuentro social. En lo personal estoy hasta la madre de la frase regenerar el tejido social, porque rara vez sucede con éxito la apropiación del espacio público o la integración entre diferentes espectros sociales, pero [según los reportes del staff y allegados] en la Vasconcelos sucedía algo hermoso: fue tomada y usada por quienes (debido a décadas de prejuicio) se pensaría que no son los usuarios primarios.

Por ejemplo, hay un hilo encantador acerca de cómo voluntarios y algunos trabajadores de confianza realizaron la hazaña de enseñar Lenguaje de Señas a la hija de unos vendedores ambulantes. Si bien Goldin no fue el ejecutor director, dio la orden y fue tolerante con la acción.

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Minando información en Twitter, uno puede encontrar reportes del personal de confianza (mismo que tiene miedo de ser removido por los recortes de la nueva administración federal) acerca de cómo la magia de la Vasconcelos sí es gracias a la dirección de Goldin pero también por la labor de todos ellos, y aquí es donde entramos a un tema polémico ya que la constante es la queja hacía el personal sindicalizado. Aquellos que llevan los años de los años y que bien podrían ser mandados a cualquier otro lugar en la Dirección General de Bibliotecas. En redes circula que el grueso de este personal con plaza no es partícipe de situaciones como las del hilo pasado. Es más, hay quien declara que hasta pararlos de su lugar es una molestia. Vamos de lo particular a lo general, ya que eso es otra parte de la cultura burocrática mexicana.

Justo en ese debate, ya que podemos ser empáticos con aquellos que tienen plaza y están desmotivados, retomamos el comunicado de Marx Arriaga de la DGB de Secretaria de Cultura, que plantea el retiro de Goldin como parte de una diferencia por manejo de personal. Justo lo del párrafo anterior.

La nota más circulada del tema durante el día de ayer (cuando explotó la noticia) es la de El Universal, la cual habla de un trato indigno y humillante hacía un hombre que transformó la manera de ver uno de los elefantes blancos de los sexenios panistas.

¿Qué sigue? Se habla de que se tratará de capacitar al personal sindicalizado para que realice las mismas funciones de los eventuales que serán desplazados.

Suerte en eso.

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