Vocación de justicia o amor al dinero
La justicia es, como tantos otros temas que competen a la razón, un tópico sumamente difícil de esclarecer. Lo que parece justo a unos puede ser una injusticia para otros. Es por ello que en la mayoría de sociedades existen leyes que condicionan y limitan las dinámicas sociales, además de establecer penas para aquellos que incumplan con dichos lineamientos.
A lo largo de la historia hemos sido testigos de normas y castigos que probablemente se estimaron justos en su contexto. Desde el encarcelamiento y el destierro, hasta penas capitales por medio de la horca, la crucifixión, el aplastamiento y la guillotina. Apelando a la hipotética civilidad del presente, estas últimas medidas podrían considerarse barbáricas e implican un sufrimiento innecesario, no obstante, respondieron en su momento a un supuesto sentido de justicia.
También hay evidencia de que al momento de hacer cumplir una ley abusiva o cuando el Estado aplica una medida que se traduce en un perjuicio para las mayorías, éstas levantan la voz para revertir ese proceso, a veces con éxito, a veces no.
Shakespeare pone en juego el tema de lo justo en el Mercader de Venecia, donde un usurero reclama que se retribuya una deuda no pagada a tiempo, a través del corte de una libra de carne viva del deudor. La trama pone de manifiesto lo complejo que resultan las sentencias cuando se reflexiona en las particularidades de cada caso, sin importar que el acuerdo inicial haya parecido ecuánime. Así como esta obra, hay otras tantas, literarias y filosóficas, que colocan sobre la mesa un asunto que genera una discusión casi inagotable.
Sin perder de vista lo mencionado, en la actualidad basta con el sentido común para considerar que los hombres y las mujeres que se ocupan de hacer cumplir las leyes e impartir justicia en una sociedad determinada, deben poseer y ejercer un discernimiento preciso de lo que es justo. El único propósito de su desempeño tiene que ser la imparcialidad y la búsqueda exclusiva de la rectitud y la probidad.
Los ministros, jueces y magistrados en México, forman parte de uno de los tres poderes en los que se divide el Poder Supremo de la Federación. Como se sabe, su tarea no es sencilla, administrar la justicia exige destreza y conocimiento, así como una vocación de servicio. No se debería poner en duda que la remuneración por sus labores tiene que ser suficiente para mantener una vida digna, sin embargo, los altos ingresos que perciben no solo alcanzan para ello, sino que les da la posibilidad de tener lujos que están al alcance de muy pocas personas.
Según el Presupuesto de Egresos de la Federación 2018, un Ministro percibe de manera anual, $4,659,489.00 netos; un Magistrado de Circuito, $2,978,235.00 anuales netos; y Juez de distrito, $2,698,064.00 anuales netos. También otras figuras como Secretarios, Directores y Subdirectores tienen sueldos semejantes, cuando más de un 50% de los habitantes del país padecen pobreza y cuando los derechos parecen privilegios, ya que la justicia no es imparcial ni ciega; además de la corrupción, la violación de derechos humanos y el desprestigio de las instituciones del Estado, es entendible que surja una coyuntura que dé lugar a sospechas y cuestionamientos: ¿es ético que los servidores públicos perciban ingresos que están muy por encima del promedio de la población? ¿Deberían estar dispuestos a trabajar los altos funcionarios del Poder Judicial por un sueldo menor? ¿Hay una verdadera una vocación de justicia en quienes procuran tener ese tipo de puestos o el nivel de vida y riqueza que pueden alcanzar los motiva? No hay duda, el servicio a la sociedad y la administración de la justicia tiene que estar por encima de cualquier prestación, privilegio u ostentación.
Es verdad que el tema sale a relucir por una situación política, -la reducción de sueldos a funcionarios- y que el cambio de gobierno adereza las controversias. Las diferentes crisis que vive el país hacen que cualquier acontecimiento pueda llamarse “cortina de humo”, pero es posible aprovechar los tópicos que se vuelven mediáticos, para investigar, profundizar y reflexionar en temáticas que conciernen a todos. Aquellos que son responsables de aplicar la justicia en México, tienen una oportunidad, no de ceder ante un eventual presidencialismo, ni de desistir ante la presión de un poder paralelo, sino de demostrar a la sociedad que en verdad poseen una vocación de justicia, que trabajan para hacer cumplir la ley y que no están ahí por dinero.