Ready Player One y el fin de la venganza de los nerds
La generación X tiene uno de sus sellos en ser acumuladora de recuerdos, referencias y objetos físicos. Además, el halo de dicha mentalidad ha permeado en los milénicos (como el que escribe) gracias a que nuestro clasemediero consumo cultural temprano (noventas llenos de reruns ochenteros en tele abierta, falta de internet) era prácticamente el mismo para una persona del 82 que para una del 91. O en corto: nos hicieron bastante daño las trilogías de Canal 5. El quiebre de esta etapa fue con las secuelas de The Matrix (2003), las cuales marcaron una diferencia entre los ñoños (como uno) que todavía podían darse el lujo de ser parásitos de sus padres otros seis años y aquellos que serían absorbidos en la fuerza laboral, por mera edad. Es decir, los de 12 contra los de 18. Mismas referencias en el albor del nuevo milenio, diferente momento generacional.
Ernest Cline, el autor de Ready Player One es acusado de hacer una especie de lista-artículo a manera de literatura para el mostrador del Sanborns, con el libro ahora es una película dirigida por Steven Spielberg. Nada nueva la premisa, si recordamos la manera irónica en la que se trató el tema dentro de Fight Club o High Fidelity.
Incluso Wreck-It Ralph había tratado con mucha gracias una historia dentro del mundo virtual llena de referencias que no te gritaban “hey ubícame, soy lo que gusta” en la cara. Este arte ha sido perfeccionado por todas las películas recientes de Marvel (no tú, X-Men 3) y sus huevos de pascua discretos. Es decir, los últimos quince años han normalizado el rollo geek a tal punto que no es necesaria una sección geek en un medio generalista porque todo el entretenimiento ya lo es. Los nerds, dorks, inadaptados y tetos ya ganamos la batalla cultural pop. Mi frase estrella: por lo que antes te golpeaban, ahora te aclaman. Hasta en moda. ¿Usar lentes de pasta y tirantes con shorts en bici además camisa cerrada hasta arriba? Te tenemos cubierto.
Nunca leí Ready Player One ya que entré en la edad donde la premisa me parece aberrante, además de la superioridad de decir huh, ya consumí Scott Pilgrim y ya me ví reflejado, junto a mis gustos, en otro producto multimedios. La película de Spielberg algo parecido a El Hobbit o las Transformers, no me hizo llorar pero es una gran aventura y la verdad es por eso uno paga 80 pesos para ir a un cine (o 150 en CDMX): para un espectáculo irrepetible y temporal. En línea he visto que varias se quejan de que el apenas dibujado personaje de Samantha tiene más historia y agenda que en el libro, y pues, no mamen, sin eso hubiera sido el festival puro tornillo.
En el tema de las referencias y aprovechando la mención Scott Pilgrim vs. The World de Edgar Wright, Ready está en la misma liga. No son menciones a lo idiota en como en The Big Bang Theory pero tampoco hay que esperar un comentario cultural nivel Seth Cohen… o el neo Judged de Riverdale. No recomendaría ir en plan de cazar todo, ya que por ejemplo, la saga Mortal Kombat aparece sólo como un avatar y un pin. Eso es todo. Yo, que no sabía mucho del libro, encontré algo liberador ese enfoque en lugar de algo tipo Lego Movie, que es una pornografía de referencias. Y es que todas estas marcas en Oasis (el Facebook combinado con Second Life donde la gente está inmersa dentro de Ready) son sólo aspectos para la personalización de los jugadores. Y en realidad no ví algo tan clavado.
Ready da paso a una conversación de lo que no estamos lejanos: no habla de una adicción al VR o los videojuegos, sino a drogas modernas como obsesionarse al comunicar cierto estilo de vida en Instagram o darle una importancia desmedida a lo que pasa en Facebook.
¿Es una cinta descerebrada? Por supuesto y con muchos momentos de pena ajena. Pero uno sabe a lo que se enfrenta desde el poster. ¿Tiene la magia Amblin? Tanto o más que otros clásicos de Spielberg.
Aunque el mejor Amblin moderno es Super 8.
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Una versión de este artículo apareció en LJA el primero de abril