Tejiendo la resistencia: la visita de Marichuy en el segundo aniversario de la autonomía ejidal de Tila, Chiapas
El pasado 16 de diciembre fue histórico para el ejido de Tila: celebró su segundo año de autonomía con la visita de María de Jesús Patricio, “Marichuy”, la vocera del Consejo Indígena de Gobierno, quien actualmente se encuentra en el proceso de presentar su candidatura a la presidencia de México.
Cabe destacar que al ser una candidatura independiente, Marichuy requiere 800 000 firmas de ciudadanos mexicanos para que pueda aparecer en la boleta. En ese contexto, además de enmarcarse en esta celebración, su presencia tuvo la finalidad de sumar a las 700 000 firmas que hacen falta para lograr dicho objetivo -algo muy importante si se toma en cuenta que el plazo límite establecido por el instituto electoral se cumple en el mes de febrero-.
Pero el pueblo es optimista: entre tamales y cohetes se prepararon las condiciones para celebrar este segundo año caminando en la autonomía, y por eso todas las actividades fueron organizadas de forma comunitaria.
En el lugar llamado “nido” concurrieron mujeres grandes y jóvenes a preparar tamales. Los hombres también participaron de las tareas.
La tarea era ardua, pero los ocho barrios que componen Tila prepararon cerca de mil tamales. Por otro lado, además de este trabajo comunitario, las festividades fueron realizadas gracias a la cooperación voluntaria de cincuenta pesos por tilense. Es importante mencionar que esta forma de organización se revitalizó en el proceso de lucha territorial del pueblo ch’ol, misma que se concretó en el año 2016, cuando luego de ganar una lucha jurídica en favor de la recuperación de su régimen ejidal, el Estado no entregó al pueblo ch’ol sus tierras, por lo que ellos se organizaron para “tomar justicia por sus propias manos” -tal como menciona un integrante de la guardia ejidal-. De esta forma, frente al incumplimiento del fallo jurídico por parte del Estado y ante el repliegue de la militarización del pueblo, los habitantes expulsaron al presidente municipal del Partido Verde y destruyeron el antiguo palacio municipal. De hecho, actualmente se organizan jornadas de demolición colectiva:
De aquel edificio hoy no quedan paredes ni tampoco el segundo piso, y a los restos de piedra y granito en el pueblo los llaman: “las ruinas de Tila”, en referencia a las ruinas de Palenque, punto arqueológico emblemático de la región.
Desde aquel día se han ejecutado acciones del gobierno contra el proceso de Tila. La principal manera de hostigar a sus impulsores ha sido a través de la acción de grupos paramilitares y caciquiles – muchos de ellos activos en la región desde la gran campaña de financiación contra-insurgente a partir de los años 70-, mismos que operan desestabilizando los procesos locales de rebelión. Un ejemplo de ello es la manipulación de la información sobre los linderos territoriales del ejido de Tila, lo que detonó conflictos intercomunitarios con poblaciones aledañas que, de esta manera, identifican a Tila como una amenaza. Otro modo de operar también ha sido mediante la financiación de proyectos de desarrollo en Tila que implican dependencia para con el Estado y un alejamiento del proceso de organización local. Ambas estrategias -en alguna medida- han afectado el tejido social intracomunitario.
En el contexto de esos intentos de desestabilización del proceso autonómico, la llegada de Marichuy fue esperada por aproximadamente tres mil personas, principalmente del municipio de Tila, además de ser cubierta por un importante grupo de medios alternativos. Los retos para estar con la candidata, sin embargo, no fueron pocos: mujeres y ancianas hicieron hasta dos horas de trayecto para llegar al segundo aniversario de Tila, e incluso una de ellas vino desde Unión Juárez con su hija y con su nieta, después de andar media hora descalza por los caminos.
Marichuy llegó a Tila entre consignas:
“Se ve, se siente Marichuy está presente”.
Como gesto de fraternidad, los habitantes de la comunidad le regalaron un collar de semillas germinadas, un símbolo de la fertilidad de la tierra de Tila, e iniciaron una marcha desde el nido hasta la plaza principal del pueblo.
Es importante mencionar que la Asamblea del pueblo estableció tres días de ley seca para evitar cualquier tipo de incidente. A su vez, la guardia ejidal, quienes son responsables de la seguridad omunitaria, coordinaron barreras de protección tejidas entre las manos de campesinas de Tila, las cuales aseguraron que las camionetas del grupo de apoyo del CNI que llevaban a Marichuy circularan sin dificultad en medio de la marcha de recepción.
Así es como Marichuy descendió y caminó abrazada de dos mujeres tilenses:
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En Tila todos se asomaban para observar lo que pasaba en la plaza principal: desde mujeres amamantando hasta niños trepados en la copa de los árboles, una multitud de personas inundaron las calles del ejido en rebeldía.
También los vestigios del ayuntamiento y hasta los techos de las casas le sirvieron a decenas de habitantes locales para ver el paso de Marichuy. De ese modo, el aniversario se celebró con bailes tradicionales de las y los más grandes del pueblo, poniendo en práctica la memoria colectiva del pueblo ch’ol.
Los más pequeños también tuvieron su lugar en el evento: un niño recitó un discurso en el que demostró su orgullo por tener vínculo con la Madre Tierra en Tila, mientras que otro deleitó al público con una canción ranchera.
La fiesta del ejido de Tila es una ruptura radical frente a otros eventos electorales, sobre todo porque Marichuy rompe con todos los esquemas de los políticos en México: tiene 54 años, es médica, es indígena, y sobretodo, es mujer, y por eso tantas otras mujeres que acompañaban a Marichuy se colocaron en primera fila del templete.
Este también fue mi primer encuentro con la candidatura del CIG, y aunque he asistido a otros actos políticos en México, lo que me impresionó en Tila fue la forma en que las mujeres aparecieron en primera fila, pero no sólo para ver a Marichuy, sino también para protagonizar los discursos políticos.
Una de ellas -que impactó con su mensaje- fue Lupita Vásquez, quien perdió a su padre diácono un 22 de diciembre, en la masacre de Acteal, hace veinte años. Ese día también asesinaron a cuarenta y cinco personas de su pueblo, entre quienes estaban tres mujeres embarazadas. Por eso Lupita recordó las muertes, los desplazados y los feminicidios, así como la necesidad de unirse “para decir basta a tanto dolor”. Rememoró que:
“A los que nos dicen que estamos provocando al gobierno y que va a haber guerra, que sepan que ya hay guerra. Una masacre mató a toda mi familia”.
Su discurso fue un llamado a organizarse, pero también mencionó a los que ya están organizados, como es el caso de Tila, quienes “deben fortalecerse”. También recordó de qué manera el Estado desestabiliza los procesos de lucha:
“El estado propondrá dinero para pagar nuestro silencio, como lo hizo después de la masacre de Acteal impulsando una “solución amistosa”.
Luchando contra el olvido, Lupita hizo hincapié en que:
“Es importante perdonar, pero: ¿Cómo nos vamos a olvidar? No es fácil olvidar o recibir el dinero. Para nosotros es vender la vida de nuestros padres y hermanos”
Los discursos estaban impregnados del orgullo de reunir pueblos y culturas diversas en el evento. En ese contexto, Lupita recordó la situación histórica de marginalización que han sufrido los pueblos indígenas:
“Para ellos no somos nada, pero aquí estamos”.
Y recordaba también que:
“Ellos no son nada sin nosotros”.
Por su parte, Hernán Rodríguez, integrante del CNI, decía orgulloso:
“Mírenme, porque ya no es tiempo de mirar al suelo: es tiempo de aprender a vernos y de ver quiénes somos”.
Y es que también es el tiempo de asumir responsabilidades en la falta de unidad de los pueblos. Por eso un compañero del CNI apeló a rechazar ofertas cortoplacistas que no contribuyen a cambiar las realidades de los indígenas:
“No aceptemos ser sicarios”
Antonia Hernández, por su lado, defendió el deber de luchar:
“Qué tal si nuestros hijos un día nos dicen: “no tenemos tierras porque nuestros padres se dejaron convencer y las vendieron”.
A pesar de que el Estado los quiere, según Hernán Rodríguez, “dormidos como los animales en el fondo de los bolis” -dulce mexicano con un juguete en el interior-, hay muchas esperanzas, porque es “el tiempo del florecimiento de los pueblos”.
Finalmente, Antonia Hernández compartió su confianza en la candidatura del CIG:
“Con Marichuy vive nuestra raíz: por esto estamos acá”
Y añadió:
“Van a salir las ramas que cortaron: van a florecer”
De manera más informal, para festejar su segundo aniversario, los integrantes de la guardia ejidal, uno tras otro, saltaron entre dos machetes que servían de “orejas de conejo” a uno de sus “compas”, así como en círculos de fuego. Y aunque algunos se cayeron con el fuego en la colchoneta, se levantaron rápidamente y siguieron saltando: así también, a pesar de las dificultades encontradas, siguen luchando por su autonomía y por fortalecer la vida comunitaria en Tila.
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