Discusiones navideñas

A la mayoría de las personas no les gusta discutir. Es razonable. Pero admitamos que la gente a la que menos le gusta discutir suele ser la que siempre pierde las discusiones. No les gusta “debatir” porque ven que su nivel de argumentación es el de un chofer de ruta en hora pico. Y encima dicen: “yo no hablo ni de religión ni de política”, como si fuera por respeto y no porque en su puñetera vida se ha interesado en algo que no sea tetas-nalgas-si me la daba.

Pongamos que es la cena de navidad. Están el abuelito, la abuelita, los hijos, los nietos, los primos y los yernos que construyeron un piso arriba del piso de arriba del piso de arriba que erigió el primer pariente que tuvo que mudarse con su suegra. Todo marcha bien. Pero cuando están a punto de comer, la abuelita dice: “hay que dar gracias a Dios antes de cenar”. Y no falta el nieto de bachillerato que dice: “Dios no existe”.

PUM!

La mamá le da una pamba:

¡Cállate Javier Arturo González Rojas!

La abuela enmudece y ve a su nieto con susto, tanto que ya no sabe si enfocarlo con los lentes de miopía o con los bifocales.

-O sea demos gracias abue pero Dios no existe.

-¿Cómo que no existe javiercito? Pues si a él le debemos todo.

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-No, a quien le debemos todo es al Monte de Piedad, pero igual Dios no existe.

-Y si no existe, ¿Quién creó el cielo y la tierra, la luna y las estrellas?¿Quién te creó a tí, Javier?

-Todo eso lo creó el tiempo abue.

-Tiempo es lo que te voy a dar hijo en la cabeza condenado chamaco hijo de tu 8@#|¢∞wdj-

Lo que sigue es que Javier tenga que aguantar las miradas -ya sojuzgadoras, ya condescendientes- de toda su parentela. En tanto, la madre y el yerno organizarán una comitiva para firmar el armisticio, y al final la abuela aceptará a regañadientes el obligatorio beso en la mejilla del nieto arrepentido. Luego, se quedará un poco sola, mirando sin mirar, hablando del árbol de navidad, del perro que no ha comido o del vecino que pone su música bien fuerte.

Al otro lado de la sala, en tanto, ya se armó el debate al estilo mexicano:

-Ay Javier si sigues así vas a acabar de porro de esos de filosofía y hierbas -dice el tío Heriberto.

-Bueno, por lo menos estudiaría algo, no como otros…-dice entre dientes la esposa, que le dedica una sonrisa cortante a su marido-.

-Tsssssssssssssss -se mofa el yerno, como apagando su cigarro en una vieja herida-.

-Claro que Dios existe -replica el ahijado que estudió un año en el Seminario y que luego se arrepintió-. De hecho la prueba es que lo pensaste, y si lo pensaste, pues ya existe…¡eh, te la maté!

-¿O sea que si yo pienso en una cataparra ya existe sólo porque la pensé? -pregunta el novio de Lulis, que nadie sabe quién invitó-.

-Claro: si lo puedes pensar, existe.


-¿Por qué? -inquiere con un gesto periodístico el colado.

-Porque así es la lógica -asegura el ex seminarista-. Consumatum est.

-Cálmate consuatum -dice la sobrina más inteligente mientras camina para ayudarle a los niños a bajar un juguete de la vitrina-. Consumatum fue, y por eso te saliste del seminario y te casaste con Virginia.

-Ya ya ya ya…¡júntense pa la foto! -declara la madre, clausurando el simposio improvisado. En medio de una pequeña multitud, la matriarca entrelaza su brazo al de su marido y sostiene la mano de su padre.


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Todos salen sonriendo en la foto. Y si, admitamos que en parte es porque lo sienten.

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