Nos deben la justicia: la paz de nuestro corazón colectivo y el castigo a los culpables. Marichuy en San Pedro Tlanixco

No somos guerrilleros ni terroristas, no somos narcotraficantes ni ladrones. Pero nos deben mucho, nos deben todo. Nos deben alegrías, noticieros, canciones, memorias, nos deben aspirinas, risas, ropas, nos deben comida, cobertores, zapatos. Tienen muchas cosas qué pagar. Nos deben casa, carro, relojes, dientes, escuela, nos deben novias, tocadiscos, respeto, helados, penicilina, carne, jeringas, poemas. Nos deben camisas limpias, cocinas limpias, lágrimas limpias. Nos deben mucho, nos deben todo. Y mientras nos sigan debiendo nos seguiremos cobrando.

Rubem Fonseca, Cobrador.

 

«Gracias por venir a este pueblo, estamos muy agradecidas y agradecidos porque haya volteado a ver a este pueblo» le dice con una voz muy dulce una señora con cabello cano a Marichuy, la vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) que ha comenzado a recorrer el país para escuchar lo que está sucediendo ahora y recopilar las firmas que harán posible su registro como candidata a la presidencia del país.

Pero lo más importante, lo dice Valentina, una psicóloga, horas antes, en una mesa de trabajo que el pueblo de San Pedro Tlanixco, municipio de Tenango del Valle, en el Estado de México, organizó para discutir los temas relacionados con la justicia: «la propuesta del CIG y el recorrido de Marichuy nos han vuelto a motivar para organizarnos, hay que hacerlo pero para que esa organización perdure, que no se vaya, sea cual sea el resultado de esta iniciativa».

El frío hiela los huesos, hace temblar el cuerpo y es el detonante de que varias personas recorran las sillas y mesas colocadas en este descampado con jarras de café caliente. En Tlanixco siempre reciben con las manos llenas a quienes lo visitan, es un pueblo campesino, trabajador, con un territorio hermoso y con una dignidad gigante.

Arriba nos dicen que lamentan nuestros muertos, que buscan a los desaparecidos, que nos brindan seguridad, que persiguen a los culpables pero nada es cierto. No lamentan nuestros muertos sino que les alegran, pues con ellos creen enterrar nuestra dignidad; no buscan a los desaparecidos sino que negocian la verdad y el sufrimiento de quienes no paran de buscarlos.

No todo es gris en el Estado de México, que aunque doloroso por los efectos de la represión, el ambiente en esta comunidad nahua se llena de colores en el recibimiento que su gente y la Red de Apoyo al CIG de Toluca le ofrecen a María de Jesús Patricio, otra indígena nahua, como ellas y ellos.

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«Llegamos a esta comunidad de San Pedro Tlanixco con la dignidad y el sufrimiento de este pueblo en el pensamiento. Mucho hemos aprendido de ustedes en el espacio que somos en el Congreso Nacional Indígena, no sólo sobre la defensa del agua y el territorio, sino del camino consecuente y claro» empezó diciendo Marichuy en su intervención.

Prisión política y persecución por defender el agua

Varias denuncias a hecho públicas la comunidad, en ellas han compartido la historia de su dolor, que es la historia de la defensa del agua y de la represión que por ello sufrieron sus habitantes, en especial seis: Dominga González Martínez, Pedro y Lorenzo Sánchez Berriozábal, Rómulo Arias Mireles, Teófilo Pérez González y Marco Antonio Pérez González, los hombres presos desde 2003 y Dominga desde 2007; además, órdenes de aprehensión vigentes han impedido que dos habitantes regresen a sus hogares.

No nos brinda seguridad sino que negocian el terror, el despojo, la explotación y la represión con las corporaciones delincuenciales que dicen combatir. No buscan hacer la justicia para nuestros hermanos presos sino que buscan callar la verdad, detener el trabajo de quienes defienden la Madre Tierra y de paso matar la dignidad de quienes no tienen miedo.

Desde la década de 1980, una empresa floricultora asentada en la comunidad vecina de Villa Guerrero comienza a apoderarse del agua existente en la región. Cuando las y los habitantes de Tlanixco comienzan a sufrir la falta del líquido, a finales de esta década, comienzan a buscar opciones y ahí entran en problemas con la otra comunidad, que impide el uso de un bien que es de todas y todos.

Desde la década de 1980, una empresa floricultora asentada en Villa Guerrero comenzó a a apoderarse del agua existente en la región.

Suceden varios episodios en donde la empresa, apoyada por las autoridades de Villa Guerrero, trata de engañar y de forzar acuerdos con Tlanixco, sin embargo, las personas comienzan a organizarse para impedir que una empresa con intereses particulares se apodere del agua que le corresponde a las dos comunidades. Durante los años 90, el gobierno municipal de Tenango del Valle reparte a Tlanixco concesiones sobre al menos 4 manantiales, pero resultan inoperantes y esto sólo se trata de una medida de contención de la comunidad.

Nos deben la justicia para las compañeras sobrevivientes de la tortura sexual en San Salvador Atenco; para las y los compañeros que fueron privados de su libertad.

Nos deben la justicia para el compañero Alexis Benhumea, asesinado por el gobierno asesino de Enrique Peña Nieto.

No pararemos de acompañar a los padres y madres de los hermanos estudiantes de la Normal Rural «Isidro Burgos» de Ayotzinapa, Guerrero, en la búsqueda de los 43 compañeros desaparecidos y de los 3 compañeros asesinados.

Alejandro Isaac Basso, representante de los floricultores y miembro de la Comisión Nacional del Agua (CNA) fue la cabeza visible del despojo que atentaba contra el bien común del agua; la comunidad de Tlanixco refiere en sus denuncias públicas que esta cuestión del agua también estaba respaldada por el entonces gobernador, Arturo Montiel Rojas quien aparentemente era propietario de un rancho en Villa Guerrero.

En 2003 Basso, junto con 11 personas más entra sin permiso de la comunidad a los territorios donde se encuentran manantiales y alega que estas son las aguas que le pertenecen a la empresa; la comunidad, molesta, hace sonar las campanas de la iglesia y convoca a que mucha gente asista para frenar esta situación.


No pararemos de exigir el castigo a todos los culpables, principalmente a los que están en las altas esferas políticas, militares y policiales.

Nos deben la justicia para el compañero zapatista Galeano, asesinado por paramilitares al servicio de los malos gobiernos.

Los de arriba nos deben la justicia para los hombres y mujeres de la comunidad nahua de Santa María Ostula, en Michoacán. La justicia para los 34 compañeros asesinados y la presentación con vida de los 6 compañeros desaparecidos.

Se trató de hacer un acuerdo para que este señor y la empresa no molestaran más a la comunidad ni invadieran las aguas que ahí se encontraban, sin embargo Basso insultó a la comunidad, les gritó y parado en una pendiente, resbaló y cayó a la barranca, donde falleció. La versión que difundieron, tanto empresa como autoridades, es que el funcionario había sido linchado por la comunidad.


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A partir de entonces se dieron cateos y abusos policiales que derivaron en la emisión de órdenes de aprehensión y posterior detención de quienes hoy son los rostros de una lucha que no se frena.

 

Encontrarse y dialogar para construir la justicia

La mañana del 22 de noviembre de 2017 habitantes de Tlanixco organizaron una mesa de trabajo en donde se discutirían algunas interrogantes que son parte del análisis que sobre justicia ha mantenido el Congreso Nacional Indígena y las comunidades y pueblos que lo conforman: ¿cómo potencializar la denuncia de la represión y la injusticia? ¿qué justicia soñamos? ¿cómo construir una justicia desde abajo?

Nos deben la justicia para el niño Hidelberto Reyes García, asesinado por el ejército mexicano.

Nos deben la justicia para el pueblo tsotsil de Acteal, en Chiapas; el castigo a los culpables de la masacre de 45 hermanos que rezaban por la paz y 4 bebés no nacidos.

Nos deben la justicia para los hermanos y hermanas familiares y viudas de los 65 mineros de Pasta de Conchos, Coahuila y la justicia para los familiares de 49 pequeños de la guardería ABC en Sonora.

Más de 14 años han pasado desde que se detuvieron a la y los integrantes de la comunidad y tanto familias como amistades y habitantes no han dejado de luchar por recuperar su libertad. Tampoco han dejado de organizarse para mantener el agua como un bien común y para preservarla; tampoco han dejado de reflexionar acerca de los vericuetos que la justicia tiene en México, de las dificultades y retos urgentes ante tantas injusticias provenientes del Estado.

Una de las conclusiones de la mesa de trabajo fue reforzada horas después, cuando Marichuy profundizaba en su intervención: «La clase política de todos los niveles y poderes de eso que llaman Estado mexicano, nos debe tanto, que la cuenta la tenemos más presente que nunca. La verdad y la justicia no vendrán desde arriba, pues allá solamente hay mentira y traición».

Nos deben la justicia para los 4 asesinados y los desaparecidos de Diego Velazco, Chiapas, a manos de paramilitares con apoyo de los malos gobiernos.

Nos deben la libertad del compañero Luis Fernando Sotelo, preso por imaginar y luchar un mundo libre.

Y es que hoy, entre tanto frío, café, montañas, ríos y fraternidad, el tema de las injusticias y la justicia necesaria permeó las palabras y las reflexiones por completo. Por ejemplo…

Magdalena García, concejal mazahua y ex presa política, afirmó, al referirse a su propia experiencia, que «ellos piensan que en la cárcel nos vamos a callar pero ahí nos da más luz para seguir y no callarnos». Poco más de un año pasó presa, supuestamente por haber secuestrado a 6 policías, sin embargo, su abogada, Bárbara Zamora, logró demostrar lo que resulta lógico: que una mujer trabajadora no había planificado el secuestro de 6 policías.

«No creo en la justicia del Estado, sino en la justicia que viene del pueblo» concluyó Magdalena en el mismo sentido que su compañera del CIG, Marichuy.

“María de Jesús no nos va a salvar, pero usted es la voz de los pisoteados”

Por su parte, Bertha Nava, madre de Julio César Ramírez Nava, normalista asesinado el 26 de septiembre de 2014, señaló llena de compromiso: «María de Jesús no nos va a salvar, pero usted es la voz de los pisoteados, no podemos pagar la justicia de los de arriba, queremos la justicia verdadera. No nos vamos a rendir ni a resignar».

Nos deben la justicia por los feminicidios, que junto con la tortura sexual y la desaparición forzada de mujeres son el odio de los capitalistas hecho política pública y la impunidad garantiza el sostenimiento del patriarcado y la dominación, que son la base del enriquecimiento de los poderosos.

Entre cada intervención hubo algunas canciones, una preparada por el coro de niñas y niños de San Pedro Tlanixco, «Hoy te nombro libertad» y por un conjunto juvenil, «Las casas de cartón»; y para tratar de disminuir el frío, un bailable de chinelos hizo presencia, poniendo a bailar a buena parte de las personas presentes en este encuentro del CIG y su vocera con la comunidad indígena.

A todo el pueblo de México nos deben cientos de miles de asesinados y desaparecidos, nos deben la paz; nosotros no podemos olvidar porque sería condenar a la muerte a nuestros pueblos; no podemos perdonar porque sería esperar a que esos crímenes no ocurran nuevamente y sabemos que, por el contrario, será peor: que los capitalistas se alistan para una ofensiva contra todos y todas.

La rabia y el dolor de nuestros pueblos, nacen y crecen abajo, no caben en ninguna urna electorera ni en ninguna agenda de arriba, es la palabra de quienes están desaparecidos y desaparecidas, de quienes fueron asesinadas y asesinados, de quienes están privados de su libertad por defender para todos lo que es de todos.

Para Marichuy y para el CIG, las distintas historias de lucha confirman un camino para aprender, para no olvidar y para tratar de establecer una ruta que permita la organización social: «Esa palabra es y seguirá siendo una guía para nuestros pasos, para no olvidar, que así de grande como es la represión de los poderosos, así de grande es lo que defendemos».

Este encuentro es una de las visitas programadas en el Estado de México, en sus siguientes paradas estará en la comunidad otomí de Huitzizilapan, en Ecatepec y en Ciudad Nezahualcóyotl. Seguramente en cada punto de este recorrido se encontrará con luchas complejas, duras, pero ante ello, finaliza su intervención en Tlanixco con una petición muy concreta: «Organicémonos, veamos la manera en colectivo y desde abajo construyamos la verdad y tejamos la justicia, por ellas, por ellos, por la paz de nuestro corazón colectivo y por el castigo a los culpables».

 

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