Aketzaly Moreno #VocesVioletas
Aketzaly Moreno (Ciudad de México, 1992). Estudió la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado breves comentarios en torno a la poesía en algunas revistas electrónicas, como La llama azul. Aparece en la antología Historias de sexo, conspiración y muerte. Realiza espectáculos escénicos para niños, destinados a acercarlos a la música y a la poesía.
A continuación presentamos una breve selección de sus poemas:
Insomne
◊
La madrugada vierte sobre mí su líquido invisible.
Anegadas las paredes de ese extraño icor,
pataleo al centro de mí.
Nado hasta el fondo insalvable del espejo,
que devora rayos de bombillas parpadeantes
y vomita espadazos de luz que cortan la mirada.
El sueño profundo,
ese ausente,
deambula como estúpido,
ebrio de miedo,
calles abajo;
subirá a gatas la Cañada
y tocará a la puerta
cuando todos los trastos del patio recuperen su color
y el reloj del Centro entone el Himno a la alegría.
Cerrar los ojos es pensar que duermo,
fustigar la imaginación es creer que sueño;
en pleno tambaleo,
ahogada por el negro jugo que ha derramado el racimo de los días,
camino en bruto
a través de la indiferencia que resulta vivir entre cada uno.
Donde el índice del niño señala aurora y luz y nacimiento,
Escucha nuestro podcast
mi dedo zurcido traza la agonía, el inevitable cumplimiento de la promesa; la llegada de la bestia de pelaje mineral.
Quien sabe que el día es el preludio de la noche,
no sale de ella nunca.
Dos lustros
◊
Tendría que cavar en una piedra,
sangrar la roca
y devorar a puños llenos la tierra en que me he convertido desde que quise irme… (pero esto, como verás, no se comprende)
Te extraño como una mancha magenta que serpentea el cuello aletargado y adolorido,
escarbo el cielo o giro sobre la cama,
¿o me extraño?
Esta salpicadera,
el hermetismo de no apuntar a tu cara,
de no habernos conocido después de dos lustros,
uno para ti y otro para mí;
pero luego no habrá más suma,
cada quien irá a casa.
Recorro los lugares por los que nos amamos
desde mi habitación.
Mi pensamiento avanza patinando el tiempo;
un clon mío debería abrazarnos,
◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊protegernos debería un clon mío.
Alguien guiar la mano ciega del arrebato.
Estoy en una cabina (en las Vegas) y lo pongo todo en juego,
día a día me torturo,
y aunque con tus manos tomaras mi cura y la rebobinaras con una caricia de galope,
no habría regreso.
Volver es no volver nunca,
es gritar que no hay regreso,
colocarnos en la línea sin retorno donde hacen la parada autobuses fantasma que te llevan [al mismo sitio en que los abordaste,
avanzar sobre un cuadrante infinito, roto pero infinito,
sin extremos ni medidas,
que devuelve a la misma coordenada, ya lo dije.
Me embriagaría hasta la insensatez y la vulgaridad,
con un tono prosaico de lenguaje;
Me pondría una liana en el cuello para vaciar esta frustración temporal.
Romper la botella en mi frente y con un golpe de chingada temblar el día en tu boca,
como el reencuentro en que dos lustros coinciden,
los trenes que se encuentran en sendos conteos progresivos y regresivos, en cuyo número [idéntico se reconocen, se toman y se abrazan,
Y más que besarse,
sueñan,
cierran los ojos y viven la vida, que debieron pasar juntos, en lo que dure pronunciar el [número que los ha unido,
después siguen con su ruta.
Aquesto no es la promesa de la iglesia,
◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊el juramento que brota del orgasmo,
◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊la evocación perdonada;
puede seguir tu pie rutilante lo que devenga,
inconsciente de la muerte,
de la inutilidad de vivir para nadie,
de romperse el mundo por un choque de cenizas estelares,
pero a esto que algunos llamarían amor,
yo lo llamaría otra cosa,
–¿Has visto la tintura de Altamira?–
Yo lo llamaría permanencia,
a pesar de que no estés ahora que vuelvo en mí y abro los pinches ojos.
A lo mejor insisto excesivamente,
pero la Tarde está Partida,
esa fisura, ¿será nuestra contingencia?, ¡cómo saber!
Escribiría que temo lamer los resquicios de la dulzura que dejó esta llovizna,
un azaroso descubrimiento,
pero esta incomprensión me frena;
iba de un lado a otro, descalza,
sabiendo que se trataba de algo como el nacimiento maravilloso de un hijo tuyo
que yo maté.
Oh, soy la tarde partida,
mi cuerpo es la presa,
la fisura,
el revolcadero del recuerdo,
cuyo nido aún conserva el cascarón de las aves que a este tiempo
ya deben estar ahogadas.
¿Por qué debo regresar a esa noche?
Estoy teniendo el rebote de la luna que hace años pateé con fuerza y regresa a casa, como la visita indeseable que quiere quedarse a dormir.
Desearía jugar a que una habitación es el piélago
y la cama una balsa;
llega conmigo a la orilla del otro día,
sé que no habrá candidez
ni tremolar de pechos,
yo sólo quiero llegar al otro lado;
entregar de mis manos a las tuyas un puñado de confidencias y designios.
A lo mejor no entiendes nada,
yo no quiero que entiendas;
aunque por incomprensible parezca amor,
y yo misma presione sobre mi piel y caiga en la trampa,
es algo a lo que no le importa la comprensión, como la arena que todas las noches el mar [toca, pero no lleva consigo.
Llegado el día siguiente
el barco contempla la orilla,
la tarde se divide,
las olas se llevarán la figura del pie en la arena;
de tu nombre en la arena,
de la silueta de tu voz en la arena,
pero la arena permanece ahí mismo,
aunque la marea crezca,
aunque nadie la mire,
aunque pasen diez años.
Trinidad
◊
I
Hermosas, largas barbas pelirrojas,
como un río de salmones
que tocados por el sol
incendian las aguas de un bello candor,
son las que tiene Dios.
◊
II
El sexo de Dios es un misterio,
pero si es bello
entonces debe ser de mujer.
◊
III
Yo nunca dije que esas barbas
fueran las de su cara.
Cid
◊
Merodeando el resquicio que deja una separación,
mientras con mis propios pasos desprendo un gajo de cielo hasta que de su piel abierta brota la sangre y se hace el día,
lloro,
como algunos dirían,
fuertemente de mis ojos.
#VocesVioletas es un espacio semanal dedicado a compartir poesía escrita por mujeres de México y Latinoamérica.