El Paganini de Tierra Caliente
El Paganini de Tierra Caliente no tocaba el violín, lo incendiaba. La música que producían sus dedos en contacto con las cuerdas del violín era explosiva y dulce, una paradoja que sólo se suscita en el arte.
Nacido en la cuna de una familia humilde y bajo las condiciones más precarias, este artista se alimentó de lo único que tenía en exceso: los géneros tradicionales de la música de su región. Así comenzó la historia de Juan Reynoso, el nombre tras la leyenda.
Despojado de todo menos del genio artístico, el niño Juan —que vino al mundo un 24 de junio de 1912, en Coyuca de Catalán, Guerrero —, a la edad de seis años, tocaba “Paloma Blanca” y “La Cucaracha” con un violín de juguete. A escondidas de su familia, creyendo que nadie lo oía, porque su padre era severo y creía que la música no dejaba para comer. Pero la gente al escuchar al niño le hacía recomendaciones a su papá (Felipe Reynoso Betancour) para que le comprara un violín de verdad, porque a “ese guache sí le iba a entender a la música”.
Y le entró, porque Juan Reynoso tocó la música tradicional calentana hasta el día de su muerte, el 18 de enero de 2007, en Michoacán.
Su nombre se inscribe en la historia cultural de México, porque recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1997, debido a que su repertorio reunió dos siglos de tradición. Su memoria era privilegiada, gracias a esto el músico tuvo un conocimiento muy profundo de todas las expresiones musicales de su tierra. Tanto los géneros de la música destinados al baile de pareja, como sones, gustos, vals, marchas, pasos dobles, así como la música funeraria.
Como compositor también tuvo su mérito, ya que compuso alrededor de 30 piezas musicales, entre sones y gustos. Sus más famosas obras son “El Guachito” (un son con letra), y “Santo Domingo” (un gusto calentano).
Gracias a las herramientas tecnológicas de la época, la obra de Juan Reynoso pudo ser registrada. De esa tarea se ocupó el investigador y músico tradicional norteamericano, Paul Anastasio, quien durante años acompañó al maestro para levantar registro fonográfico y escrito (partituras).
A la muerte de Juan Reynoso, el investigador donó algunas copias de estos registros al Conservatorio de las Rosas, al Colegio de Michoacán y a la biblioteca de la Facultad de Música de la UNAM. Discos Corazón también grabó sus canciones. Gracias a esas grabaciones se logró proyectar a la música calentana más allá de sus fronteras.
En su natalicio número 105, recordamos a don Juan Reynoso Portillo como un músico legendario de la México, virtuoso de la ejecución del violín, y conocedor de la música tradicional de la región del Río Balsas, quien además era un gran cantor y tenía un gusto especial por la poesía tradicional calentana.