Diálogo abierto y construcción de mayoría

El pasado miércoles 29 de marzo, Democracia Deliberada dio a conocer un comunicado titulado: “Las izquierdas unidas algún día vencerán” en el que analizan algunas consideraciones sobre la posible fragmentación de las izquierdas de cara a las elecciones del 2018.

El comunicado hace un llamado a un “diálogo franco, abierto y horizontal” para conocer las posiciones de diversas organizaciones y actores, que a decir del comunicado, caracterizan la división actual de las izquierdas. Dado que entre los actores mencionados se encuentra Por México Hoy, iniciativa en la que participo desde su creación, me atrevo a hacer algunos comentarios a título enteramente personal y sin ningún tipo de consulta con alguien más que participe o se sienta parte de la misma iniciativa.

En primer lugar habrá que decir que independientemente de cómo las y los compañeros de Democracia Deliberada conciban ese diálogo, habrá que participar y escuchar con la disposición de que sea una experiencia para el fortalecimiento de las izquierdas en nuestro país. Ello se requiere no sólo para enfrentar las elecciones del 2018, sino también las de este año, y en realidad, para fortalecer un montón de luchas que a diario se desarrollan de diversos territorios y mediante diversas formas para encarar el despojo, la violencia, la corrupción, la desigualdad y la impunidad, por agrupar los agravios.

Desde su presentación pública, Por México Hoy ha fomentado espacios de diálogo con la participación de voces diversas, capaces de construir de manera colectiva los fundamentos un proyecto de nación diferente al que se nos ha impuesto por los agentes del neoliberalismo, buscando la participación de los más amplios sectores del país y poniendo énfasis en el dialogo intergeneracional. Más que construir una organización cerrada, Por México Hoy ha operado cuidadosamente como paraguas y punto de referencia de un dialogo múltiple entre una diversidad conformada tanto por voces reconocidas en la opinión pública nacional, como por liderazgos locales, que han podido encontrarse gracias, precisamente, a la disposición del dialogo franco, abierto y horizontal que se ha promovido.

Por México Hoy ha operado cuidadosamente como paraguas y punto de referencia de un dialogo múltiple entre una diversidad conformada tanto por voces reconocidas en la opinión pública nacional

Considerando lo anterior y a pesar del desacuerdo que conlleva encaminar la propuesta de dialogo al apoyo a una candidatura cuando falta más de un año para las elecciones -cuando otros estamos planteando discutir abiertamente programa y estrategia y cuando incluso faltan otras opciones políticas por presentar sus candidaturas- es cuestión de mínima congruencia responder afirmativamente a la propuesta de Democracia Deliberada.

Ahora bien, llamo la atención en una cuestión que se menciona desde el primer párrafo y que permea el resto del texto. A decir del comunicado, la carencia programática, factor de la fragmentación de la izquierda, se debe principalmente a un “silencio calculado que se impone en campaña para evitar que los candidatos se pronuncien sobre temas sustantivos”. Enunciarlo así implica dar por hecho que hay sintonía programática con AMLO pero que toca comprender las restricciones discursivas que imponen los procesos electorales. Dicho planteamiento prácticamente ignora la posibilidad de tener desacuerdos reales y de fondo con sus reivindicaciones o con la falta de ellas.

En lo personal tengo diferencias con AMLO tanto de programa como de estrategia. No estoy seguro, por ejemplo, de que más allá de la redistribución y de la lucha contra la corrupción compartamos una misma idea sobre cómo fortalecer al Estado como garante de los derechos sociales, ni sobre cómo regular al capital financiero. No estoy de acuerdo con muchos de sus posicionamientos sobre política internacional, tampoco con sus definiciones sobre género y diversidad sexual, con sus respuestas a las víctimas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en 2012 o con los comentarios que expresó después de que el EZLN y el Congreso Nacional Indígena anunciara su decisión de participar en el proceso electoral. Tampoco coincido en la decisión de que el republicano Giuliani haya sido asesor de su gobierno en el Distrito Federal, ni he estado de acuerdo con algunas formas de construcción política: ni con simular la unidad a partir de un pacto sin texto ni contenidos, ni con el nombramiento de Alfonso Romo y de Esteban Moctezuma Barragán como coordinadores de su proyecto de nación, por decir los casos más recientes. Son todos desacuerdos válidos, en ningún momento expresados para atacar a nadie, sino para enunciar que los desacuerdos no pueden ser acotados a tácticas discursivas propias de campaña electoral. Hay diferencias de fondo y aún desde ahí se puede dialogar.  

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No creo que se pueda pedir a un electorado que vote obviando temas que le son importantes para un modelo de país democrático. Considero, entonces, que más que justificar omisiones y especular sobre “temas chocantes”, toca demandar claridad en cuanto a las políticas y acciones que se pretenden impulsar y hacer lo que esté de nuestra parte para construir un ambiente en el que se puedan defender esos derechos. Creo, por ejemplo, que los comunicados de Democracia Deliberada o su nueva iniciativa de abrir un espacio en Sopitas.com para plantear abordajes didácticos a tópicos complicados o controvertidos va en ese sentido y es algo que vale la pena celebrar.

Buena parte de la acción política de Por México Hoy está justamente encaminada a crear lo que hemos denominado una “mayoría social”, conformada por todas y todos los que desde diversas plataformas y estrategias podríamos compartir un piso mínimo de proyecto de país. Para ello, es necesario superar las ataduras cortoplacistas que imponen los procesos electorales, dialogar sobre proyecto y no sobre candidatos, buscar coincidencias, naturalizar y aceptar diferencias, evitar incondicionalidades, romper la exclusividad de los partidos en el involucramiento en los asuntos públicos y promover el dialogo intergeneracional.  No se puede estar de acuerdo en todo y es claro que siempre habrá diferencias en detalles, procedimientos o en medidas concretas.

No creo que se pueda pedir a un electorado que vote obviando temas que le son importantes para un modelo de país democrático.

La aspiración, en todo caso, es expandir lo más posible la discusión sobre cómo lograr un Estado que, como expresa el documento  “Llamado por México”: “…sea garante del desarrollo de la nación con justicia, libertad y soberanía. (el Estado) No puede estar al servicio de intereses privados. Debe tener un papel protagónico en la regulación de las relaciones sociales y productivas, que no pueden quedar en manos del mercado. Con la mirada puesta en la superación del capitalismo neoliberal como forma de organización de la sociedad, se debe cambiar el enfoque hegemónico de Estado subsidiario para ponerlo en el centro de la vida nacional como conductor y articulador de las transformaciones a efectuar”.

Quien gane las elecciones del 2108, así sea el mismo Andrés Manuel, necesitará de fuerza social y opinión pública favorable para impulsar medidas que, si son contrarias a la hegemonía de mercado, serán combatidas por todos los medios de quienes se sostienen con base en privilegios. Cuando desde Por México Hoy apostamos a la construcción de una mayoría, pensamos en que, aunque la disputa del Gobierno es necesaria, no es el único espacio que las fuerzas progresistas tenemos que ganar.  Una “mayoría social”, más que un frente, plantea una disputa transversal contra el sentido común neoliberal que puede ser instrumentada desde diversos ámbitos de participación y opinión y que sólo se fortalece mediante el diálogo permanente entre diversos espacios políticos y la organización social.

Hay quienes insinúan que la victoria de Andrés Manuel es inevitable. Puede ser. Sin embargo, ese diagnóstico no puede provocar una situación de parálisis para quienes genuinamente diferimos en algunos de los aspectos de su práctica política, o quienes, por bagajes, arraigos, trayectorias y expectativas, plantean alternativas. En la capacidad que tengamos de dialogar sobre ejes comunes, no acotados a una u otra candidatura, radica la posibilidad de construir una política mucho más democrática e, incluso, estar preparados para enfrentar eventualidades.

 

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