Dos maromas pa’delante, una maroma pa’tras
Asi se llama el estilo personal de gobernar de Trump.
En sus discurso de ayer frente al congreso estadounidense, a pesar del prolegómeno en el que intentó aparecer como un convencido anti-racista refiriendo a la historia de los afroamericanos y hablando de manera esquiva del anti semitismo galopante y de los asesinatos de odio como el caso de dos migrantes de origen indio, Trump fue poco convincente.
Pero aún con un tono menos áspero al que usualmente utiliza en persona y en twitter, el presidente Trump repitió los mismos argumentos mentirosos y propuestas sesgadas por su racismo.
Afirmó ufano la construcción de un muro de la ignominia. Anunció un nuevo decreto ejecutivo para afectar el tránsito de musulmanes –muchos de ellos con ciudadanía estadounidense o con permisos de residencia–. Habló de los inmigrantes que ha deportado como si fuesen gangsters y criminales, cuando menos del 10% de los expulsados durante el mes pasado tienen algún antecedente criminal, y en su caso, generalmente está ligado a multas de tránsito o faltas menores. Terminó exagerando las personas muertas por inmigrantes –no niego que son reprobables- cuando en todo caso debió referirse a los migrantes muertos a manos de la policía.
Volvió a usar las palabras clave que encubren el racismo anti islámico en general –terrorismo islámico radical- sobre todo cuando no se explica que se trata de una minoría repudiada por la mayoría de las comunidades islámicas.
Trump también recetó a los ciudadanos de nuestro país vecino una serie de promesas: el más GRANDIOSO PLAN de infraestructura, un NUEVO Y MEJOR SISTEMA DE SALUD que repudia y reemplaza el odiado Obamacare –que sin embargo permitió que mas de 20 millones de ciudadanos accedieran por primera vez a un sistema de salud–. También dijo que vendrán muchos, pero muchos empleos y que regresará la manufactura automotriz, como si esta se hubiera mantenido en estado de hibernación hasta que El Donaldo llegó como salvador con sus superpoderes.
Lo que Trump no dijo es cómo se pagaría todo eso. Y por si faltaba su helado de limón, pidió varios billones de dólares para armar aún más a la maquinaria de guerra. Un grupo significativo de generales, estrategas militares y diplomáticos ya habían expresado su opinión unos días antes en un desplegado: no me ayudes, compadre, se necesita dinero para la diplomacia, que es lo que evita guerras.
Trump jugó con el primitivismo conservador que cree que lo mejor es que no exista el Estado –y en todo caso que hay que destruirlo, como se propone el leninista asesor de Trump, Darth Vader, o sea, Steve Bannon- sobre las maravillas de un mundo desregulado, donde cada quien decide lo que quiera con su vida –eso si sobreviven a las inevitables pasiones de su espíritu animal–.
En el aplauso más prolongado de la noche, que le permitió a Trump hacerla de médium, aseguró que desde el más allá estaba mirando a una viuda su marido, feliz de que rompió un record. Todo lo que le importa a Trump es el rating. Y por eso nada dijo del padre de ese militar que se negó a acompañar al presidente a recibir el cuerpo de su hijo.
Otra vez Trump con pan y circo. O como dijo una de sus principales asesoras: hechos alternativos.