Redes sociales y desinformación.
Hablar de la construcción de la opinión pública en términos históricos refiere a la Revolución Francesa, sin embargo como lo señalara Aristóteles somos seres políticos y sociales, hacemos públicos nuestros intereses e inquietudes, por ello, desde la Antigua Grecia se estableció el ágora como el lugar para verter opiniones que, debían fundamentarse y expresarse por ciudadanos y conocedores de los temas ya que la consecuencia de emitir una opinión errónea o desinformada podía conducir al ostracismo, esto como lo explica Robert Dahl en su obra La Democracia. Una guía práctica para los ciudadanos fue una medida extrema que emplearon los griegos en casos donde se determinaba que se había cometido una falta grave contra la comunidad.
En el siglo xxi es mayor la posibilidad de expresar inquietudes y problemáticas que aquejan a grupos y sociedades en conjunto, sin embargo hay diferencias notables respecto a la antigua Grecia, en particular tres. La primera es el crecimiento de la población que hace inviable que todos se reúnan en un mismo recinto o ágora. La segunda es que el concepto de ciudadanía cubre en democracia a todas los personas y no sólo a propietarios, hombres y conocedores de los temas como aconteció en la antigua Grecia. Y la tercera, es la proliferación en el uso de las redes sociales como la avenida para dar información y opiniones sobre los acontecimientos diarios.
Cada vez es mayor la frecuencia con que las ciudadanías se enteran de hechos y opiniones a través de las redes sociales. Sin embargo, también diversos análisis muestran que este canal se convirtió en una vía de desinformación sobre los sucesos y las interpretaciones de tales sucesos. Las redes sociales son una nueva ágora donde se expresan informaciones y opiniones, y a la par es un lugar propicio para la desinformación y propagación de rumores.
El semiólogo italiano Umberto Eco de manera crítica expuso lo siguiente “Hace un tiempo se podía saber la fuente de las noticias: agencia Reuters, Tas…, igual que en los periódicos se puede saber su opinión política. Con Internet no sabes quién está hablando. Incluso Wikipedia, que está bien controlada. Usted es periodista, yo soy profesor de universidad, y si accedemos a una determinada página web podemos saber que está escrita por un loco, pero un chico no sabe si dice la verdad o si es mentira. Es un problema muy grave, que aún no está solucionado.” Él se convirtió hasta su muerte en uno de los teóricos que cuestionó con frecuencia los nuevos medios para difundir la información al indicar que habían permitido a una “legión de idiotas” el poder de la expresión.
El tema reviste una complejidad mayor debido a que la ciudadanía tiene pleno derecho a expresarse y enterarse de hechos y acontecimientos, empero, aparece el problema de la desinformación y de los rumores que circulan por las redes sociales, afectándose la construcción de la opinión pública al generarse con frecuencia informaciones imprecisas o de pleno mentiras que deben enfrentar gobiernos, periodistas, medios de comunicación y las ciudadanías.
En esta semana, respecto del justificado descontento social que provocó el llamado gasolinazo se difundieron imágenes donde personas protestaban contra un establecimiento, varios medios inclusive repitieron una imagen que resultó de protestas que se dieron en Medio Oriente. Este ejemplo, puede replicarse a otros casos donde la información que circula es errónea, produce rumores o presenta informaciones y datos deliberadamente erróneos con propósitos de diversa naturaleza que trascienden la tarea de informar e interpretar los hechos.
Una propuesta que se enarbola para evitar la desinformación es llamar a la responsabilidad ciudadana en el sentido de cerciorarse sobre los datos que se comparten y revisar otros medios y noticias, así podría transitarse hacia un ágora virtual con argumentos e información fidedigna. Lo cierto es que desde hace años se han propagado a través de las redes sociales informaciones que causaron miedo, angustia y preocupación en la ciudadanía de diversos estados de nuestro país. Mientras unos hablan de legislar en la materia, otros hablan de no hacer nada. Habría de pensarse en la educación y la responsabilidad ciudadana, así como en el profesionalismo de los medios de comunicación como vías para enfrentar esta problemática que afecta espacios sensibles de la vida pública.