Entrevista con Hubert Malina: “El silencio en la lengua mè’phàà no existe. Silencio es palabra”
Hubert Malina (Guerrero, 1986) me observa. Acostumbrado a los caminos de la montaña, sabe distinguir las cicatrices de los seres que lo rodean, su atención es precisa, serena y alerta. Bajo el ala del sombrero, sus ojos arden como brasas en la hoguera de su pensamiento. Es el desvelo y el relámpago de la inteligencia, desde las seis de la mañana se ha levantado para conceder entrevistas previo a su compromiso en el Palacio de Bellas Artes donde presentará su libro Xtámbaa/ Piel de tierra (Pluralia Ediciones, 2016), el primer libro que se escribe en la lengua mè’phàà.
La entrevista sucede en un restaurante al sur de la Ciudad de México, un día antes de dicha presentación en la que participarán destacadas poetas como Natalia Toledo, Francesca Gargallo e Irma Pineda. Con la voz serena, teje una conversación de la que brota una savia ancestral, el conocimiento de sus raíces y la conciencia de saberse responsable de preservar el fuego de una lengua en peligro de desaparecer.
El idioma mè’phàà está confinado a la región de la montaña de Guerrero, sus hablantes constituyen el pueblo originario más antiguo de la zona, Malina me explica con pesadumbre, “nuestra lengua se ha enfermado”. Sin embargo, su poemario que parte de la violencia, la muerte, el silencio, también aborda la esperanza, la palabra y la vida. Ganador del Primer Premio a la Creación Literaria en Lenguas Originarias Centzontle 2016, denuncia que no ha recibido el pago económico con el cual se anunció el premio, su voz es firme: la burocracia de las instituciones culturales sigue manifestando discriminación y violencia. Pese a todo, la esperanza y la poesía son dos ejes de nuestra conversación.
El idioma mè‘phàà enfrenta la desaparición. ¿Qué significa Xtámbaa/Piel de tierra ante este hecho?
Hay un parte en el libro donde están estos versos: “Para que se siembre en tu vientre/ la cicatriz que nos mira”. Para mí esto es lo que significa la poesía. Es el ejercicio de hacer memoria. Pero es una memoria en la que tenemos que mirarnos para marcar nuevos caminos. La poesía es el hecho de describir y nombrar. Pero no creo que sea la única manera. Los pueblos originarios nos han enseñado a resistir de las más diversas formas. La poesía sólo es una parte.
¿Cómo empezó tu andar en la poesía?
Surgió en mí la necesidad de retener en mi memoria los caminos de la montaña. Así es como empecé a escribir, para recordar. Eso me fue orillando a seguir conociendo palabras, como decimos nosotros, palabras transformadas en poesía, palabras transformadas en amigos; y así es como fui encontrando la escritura.
¿Tu descubrimiento de la poesía fue por contraste de tu lengua con el español, o ya tenías la experiencia de la poesía desde tu propia lengua?
Tenía experiencia, en el sentido de querer componer cosas, desde la lengua. Tenía un sentimiento de querer decir algo. Tuve esa necesidad de contar. Todo esto se fue haciendo ejercicio conforme yo aprendí a escribir.
Es muy difícil acceder a muchas cosas en la montaña. Pero entre las primeras cosas a las que accedí fue al conocimiento de los pájaros. Desde que era niño me gustaba andar en el monte. En mi comunidad había una colección de libros que habían dejado unos padres. Eran unos libros sobre la historia de la segunda guerra mundial; también había historias sobre el Islam. Me gustaba mucho leerlos. Conocer la literatura fue posterior, como una necesidad de saber qué escriben los poetas.
¿Cómo concebiste tu libro?
He concebido varios proyectos, pero nunca había pensado en la posibilidad de publicar. Sólo escribía. En 2015 tuve la oportunidad de ir a Centroamérica para rastrear la raíz de los mè’phàà. Eso me llevó a un lugar que se llama Sutiaba, Nicaragua. Allí encontré que el pueblo de Sutiaba se define como un pueblo Mè’phàà. Es una variante, separada desde hace 800 años, asentada allá en Nicaragua. Al llegar allí me di cuenta que ellos ya no hablaban la lengua, había muerto el último hablante en los años setenta. Conocí a un hombre que es nombrado como un recordador de la lengua. Esta persona recuerda palabras pero no puede mantener una conversación. A mí me preguntaban ¿cómo se dice esto (casa, árbol, amor)? Al ver el rostro de todas esas personas me transformó una emoción fuerte, sentí como si fuera de pronto un futuro para mi lengua. Entonces me surgió la necesidad de publicar algo, es muy necesario que se publique todo lo que se está escribiendo en la lengua. Junté una serie de poemas, de diferentes temas: mitos mè’phàà, ideas sobre el cuidado de la palabra, la violencia que se vive en la montaña…
Le di el título de Xtámbaa, que en la región es una ceremonia que se le hace a un niño cuando nace. Se le hace a partir de lo que se le llama la medida del hueso. Es para saber quién es su hermano animal y así encomendarlo a la tierra, a los bosques y a los ríos para que lo cuiden. Xtámbaa refiere a que tú no estás solo en el mundo, tú eres ese otro.
Le puse ese título porque el libro es una ceremonia del cuidado del mè’phàà, una metáfora que utilizo para tomar nuestra lengua como si fuera un hijo nuestro. Porque a través de la lengua nombramos nuestro mundo, nuestra historia. En el pensamiento mè’phàà, ‘xtá’ es una raíz que hace referencia a piel, panal, cobija, tallo, conceptos que refieren el acto de cuidar aquello que cubren.
Me gustaría profundizar en algunos temas que tocas en el libro. Te los mencionaré porque me gustaría saber tu opinión de cada uno de ellos. El primero es “muerte”.
Esto me conduce a otro tema: la violencia.
En la zona de la montaña se han vivido cosas inimaginables, donde las contradicciones de un sistema económico ahí se ven reflejadas. Ahí se ven las contradicciones de las políticas públicas por tratar de incluir a los pueblos en una sola lógica. En la montaña de Guerrero no son casuales muchas cosas que ahí ocurren. Porque hay muchas injusticias, además de ser un territorio no casual de violencia, tiene una historia que se debe explicar. Los pueblos que han sido invisibilizados es porque en la historia han jugado un papel importante, así ha sido con los pueblos mè’phàà. En la época de la colonia los pueblos mè’phààs resistieron bastante, sobre la colonización e incluso antes del imperio de la triple alianza. No fueron sometidos a los señoríos. De ahí viene esta parte de ‘xta’ que se ritualiza en la danza de los desollados. Esta historia no ha cambiado. ¿Qué ha cambiado? Nada.
En la montaña hay muertes que no se cuentan. Porque no hay justicia. ¿Pero en dónde la hay? No creo que la haya. A nosotros nos tocó un tiempo violento y ¿de qué más vamos a hablar? Quisiéramos hablar de otras cosas pero no se puede.
He escuchado a otros poetas —que no viven el mismo contexto de tu comunidad o de otras comunidades en donde la violencia es un evento cotidiano— cuestionarse ¿cómo escribir poesía en estos tiempos?
Justamente porque vivimos en tiempos violentos, es necesario escribir poesía. Hay que escribir para hacer comunidad. Hay que escribir para hacer memoria. Hay que escribir para generar esperanza. Hay que escribir para resistir. Es necesario.
¿Es una lucha contra una realidad?
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La poesía es parte de una diversidad, así como es parte de los procesos políticos que han generado los pueblos. Así como lo son los abogados que están analizando las cuestiones de las leyes, así como son los niños que están creciendo ahorita aprendiendo la lengua. Todo eso es necesario para que se genere comunidad. Al decir comunidad me refiero a ese conocimiento de un grupo o la reafirmación de una identidad; es una cosa que te permite cobijarte, como si fuera tu piel, tu lengua.
¿Para ti qué representa la esperanza?
La esperanza, por el hecho de escribir, o caminar, nos permite amanecer, querer seguir. Eso no se construye de manera individual, eso se construye de manera colectiva. Tengo amigos que hacen cosas, por ejemplo, medios alternativos, y los he visto quedarse sin comer para sacar un fanzine. He visto amigos que han tenido muertos y aún así han decidido construir proyectos. He visto gente que es capaz de hacer cosas con sólo ver la posibilidad de que hay esperanza. Eso reencarna en cada uno de nosotros. Eso configura la esperanza. Imagínate si tu no tuvieras un amigo así. ¿Qué haríamos solos?
Tengo amigos que hacen cosas, por ejemplo, medios alternativos, y los he visto quedarse sin comer para sacar un fanzine.
El último concepto que tengo escrito es el silencio. ¿Qué significa para ti?
Palabra. El silencio, en la lengua mè’phàà, no existe. Silencio es palabra. Entiendo la poesía en esta dualidad. Cada palabra germina. Por eso Xtámbaa es un poemario dedicado al cuidado de la palabra.
¿Cuál es tu opinión ante el núcleo cada vez mayor de nuevos lectores de poesía, sobre todo, poesía en lenguas originarias?
Para que yo pudiera escribir este libro con los signos de la lengua mè’phàà alguien tuvo que apostar para que yo los aprendiera. Esa apuesta fue para que el territorio de la montaña exista y que puedan nacer niños y puedan conocerlo y nombrarlo. Para que yo pudiera estar aquí, hubo gente que le apostó al espacio y al derecho de los pueblos originarios y que pagó con su vida.
También creo que quienes estamos escribiendo debemos dejar de llamarnos ‘poetas en lenguas originarias’, o ‘poetas indígenas’, ‘poetas mè’phàà’, ‘poetas nuzabi’. El alcance de la poesía es universal y entonces deberíamos eliminar esas fronteras que también son conceptos raciales. En ese sentido, nosotros somos los que tenemos que dar el paso de dejar de nombrarnos de cierta manera. Sin embargo, es cierto que todos estos conceptos de ‘originario’ e ‘indígena’ han funcionado para la defensa del derecho de los pueblos, para la contrucción de leyes para las pueblos. Es un paso muy largo, porque no queremos apostar a la muerte de nuestra cultura.
La traducción es una cuestión central en el proceso creativo de los poetas que escriben en una lengua originaria, ¿cómo manejas la traducción de tus poemas al español?
Creo que eso es una ventaja porque cada lengua está dada bajo sus propios simbolismos, y esos simbolismos configuran su existencia. Cuando uno escribe tiene que decidir bajo qué simbolismos está escribiendo o bajo qué sentimientos está escribiendo. Nosotros al escribir desde nuestra lengua lo hacemos desde un territorio que nos vio crecer, donde hay un abuelo, un padre, una hermana, un muerto y un amor, esos son nuestros simbolismos. Para escribir en español nosotros tenemos que abrir un diálogo con otra lengua, asumirla y sentirla como si fuera nuestra. Eso no es una limitante, al contrario, es un diálogo en el cual nosotros podemos enriquecer nuestra cultura.
Para escribir en español nosotros tenemos que abrir un diálogo con otra lengua, asumirla y sentirla como si fuera nuestra.
Es complicado porque la lengua castellana, a través de los años, se ha desgastado. Es muy fácil llegar a los lugares comunes, a los clichés, tal vez por esta razón nos han situado a los que escribimos en lenguas originarias en una categoría, no me atrevo a ponerle nombre, pero el problema es que nosotros debemos ir más allá de ese punto. Un punto donde logremos un diálogo, no sólo de palabra, sino un diálogo estético. Es un reto siempre para la gente que traduce en cualquier lengua.
Perteneces a una generación de poetas en lenguas originarias que buscan una manera diferente de escribir ¿Qué piensas de tu generación?
Pienso que es un paso que deben dar los pueblos, a lo mejor este trabajo es visible porque pertenece a un círculo que tiene proyección. Pero están los chavos lingüistas que están aprendiendo el orden de nuestra lengua, hay chavos que están estudiando biología, o que están haciendo proyectos alternativos. Es un paso que tiene que dar toda cultura que quiere seguir viviendo.
Nosotros decimos cuando una mujer está embaraza, que ‘está cargando el pensamiento’. Cuando da a luz se dice ‘está haciendo pueblo’. Mientras cada uno de esos niños siga caminando el pueblo va a seguir.
¿Cuál es la salud de la lengua mè‘phàà?
Cuando estás enfermo, buscas curarte. Esto es lo que está haciendo la lengua. El mè’phàà ha ido enfermándose por cuestiones de una cultura hegemónica que ha venido creando una mentalidad. ¿Tú cómo sacas un sistema económico de un lugar? Es complicado. Puedes vivir al margen pero es muy complicado La lengua necesita curarse, para esto tiene que mirar atrás, hacia adelante, y confiar en sus hijos.
¿Cómo imaginas el futuro de tu lengua?
Tiene que haber un pensamiento propio. Una educación basada en los propios conceptos filosóficos de la lengua. Bajo las categorías espistémicas y filosóficas, politicas y religiosas, de la lengua. Es decir, una educación propia. Y eso va a remitir a una política propia.
Hay un sistema educativo que no te permite desarrollar un pensamiento propio, te enseñan la lengua pero no te enseñan a pensar desde tu lengua. Confío en que poco a poco se irán abriendo espacios, espero que algún día los niños puedan decir ‘injusticia’ desde su propia lengua.
Pero es largo de contar todo el futuro que yo me imagino.
Al ver los retos y las adversidades ¿algunas vez pensaste en escribir sólo en español?
SI vemos bien las relaciones culturales, políticas y económicas que existen. ¿En qué lengua dialogamos? Incluso nosotros como pueblos. Eso ya no está a discusión, sabemos que estamos dialogando en español. El punto es que queremos pensar desde nuestra lengua, nombrar desde nuestra lengua, vivir desde nuestra lengua.
¿Cómo vas a dialogar incluso con otros pueblos? Es imposible pensar que vas a hablar todas las lenguas. En ese sentido, el español está presente. Hay que construir desde el diálogo sin olvidar lo que es tuyo.