Elegir desde abajo
El filtro que los partidos le imponen a la democracia la ha asfixiado. Elegimos después de una cadena interminable de acuerdos internos, oscuros y privados. Nos llegan los que fueron fieles, los que aguantaron el camino, los que ganan elecciones, los que pintan en la foto. La mayoría de veces, también hay que decirlo, llegan los y no las.
Hipotéticamente tiene sentido alimentar financieramente a los partidos, porque a través de sus plataformas y posturas definidas, la sociedad encuentra la defensa legítima de sus intereses. Sin embargo, la cooptación de sus cúpulas, la facilidad de negociación en las agendas y el ensimismamiento de sus postulados, ha generado una brecha insalvable con sus “representados”. Hoy las posturas de los políticos cambian al ritmo de las encuestas o las tendencias en las redes.
El periodo anterior de elecciones se antojó como refrescante a partir de los ejemplos de candidatos independientes tanto a gobernador, presidente municipal como a legisladores. Hoy la enorme mayoría de esos cargos ha resultado decepcionante por decir lo menos. Un sabor de boca similar al de la transición fallida, pero con caras más divididas para echar la culpa y con fantasmas para responsabilizar. Ya no se trata de un fenómeno partidista, sino de decepciones particulares.
¿Qué pasaría si el sistema democrático nos permitiera participar desde el inicio y que las bases populares, aún las no afiliadas, pudieran opinar no solamente sobre quiénes pueden gobernar, sino sobre quienes pueden ser elegibles para los cargos?
Me parece que esa es la parte más rica del ejercicio que plantea ahora el zapatismo con su intento de registrar a una candidata mujer, independiente e indígena a través de un ejercicio amplio de consulta popular; misma que deberá ser considerado por los partidos y actores para el futuro como una señal de apertura a los nuevos retos democráticos.
Lamentablemente creo que las condiciones institucionales, de equidad, de preparación del electorado y el poder de la comunicación política no permitirán que se convierta en una fuerza viable; pero el ejemplo está de nueva cuenta, como hace 22 años, puesto en uno de los corazones del México diverso, del México profundo, el que resiste a la sangre, la marginación y el olvido, del México que hace estruendos del silencio y que hoy de nuevo lucha por hacer que retiemble en sus centros la tierra.
Ernesto Gutierrez, estudiante de la Universidad de Guadalajara.
Tw/ @ErnestoGtzG