El estado de la poesía en México: Entrevistas en Tercera Vía
Entrevistamos a tres escritores mexicanos acerca de su obra, lo que les inspira y el estado de la poesía en México. Martín Tonalmeyotl nos comparte una perspectiva de la poesía indígena, su disgusto con los intelectuales y los retos de la difusión. Eduardo Parra abunda sobre la finalidad de expresarse por medio de la poesía y la importancia de los silencios. Finalmente, Gerardo Miranda cuestiona las modas en la poesía, lo fugaz de su belleza y la importancia del cuerpo en la escritura.
Martín Tonalmeyotl: “No debe verse nuestro trabajo como literatura indígena”
Martin Tonalmeyotl (Guerrero, 1983) es un poeta cuya alma está escindida entre dos lenguas: el español y el náhuatl –su lengua materna. Su poesía canta al agua cósmica, pero su canto es desgarrador. Su poesía es un arma de denuncia, que pone en el centro del discurso literario el dolor, la miseria, la violencia y el estigma de ser indígena en un país anclado al racismo como México. Profesor de la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, el poeta mantiene una lucha constante contra la realidad, sin perderse en el abismo de la literatura sabe que el papel del escritor radica en el compromiso entre el decir y el hacer.
Forma parte de la antología Los 43. Poetas por Ayotzinapa (México, 2015). Es colaborador de las revistas Sinfín, La Jornada del Campo y Ojarasca. Con motivo de su participación en la pasada Fiesta de las Culturas Indígenas, en el zócalo de la CDMX, Martin Tonalmeyotl conversó con Tercera Vía acerca de los prejuicios que abordan la literatura escrita en lenguas originarias, los esfuerzos por difundir esta literatura sin el adjetivo indígena, y la aparición de su primer libro Tlakatsajtsilistle – Ritual de los Olvidados.
¿Cuáles son tus influencias literarias?
No lo sé, nunca lo he sabido. Pero si hablo de literatura me gusta mucho la literatura mexicana. Mi primer acercamiento a la literatura fue Juan Rulfo. Cuando lo leí por primera vez me enamoré de su escritura porque me transportó a mi lugar de origen, todo lo que escribía yo lo podía apreciar y conocer, por eso me gustó. Lo he leído infinidad de veces.
También leo otras cosas, por ejemplo me he leído a casi todos los escritores en lenguas originarias –casi a todos—. Otras de mis lecturas cercanas son José Emilio Pachecho, Francisco Hernández, Antonio Gamoneda, Carlos Montemayor, Mardonio Carballo, Balam Rodrigo y todos los que me vaya encontrando en el camino; cuando escucho que están leyendo a un autor yo también lo leo.
¿Cómo fue tu acercamiento a la literatura?
Creo que me gustaba la literatura desde pequeño, pero en una comunidad es difícil: yo tuve un libro hasta después de los veinte años. En mi casa solamente era trabajo y trabajo, cuidar chivos y así. Llegué a los ocho años y no sabía hablar español. Entonces mi intención era aprender el español y poder comunicarme en español. En mi comunidad había escuela bilingüe y monolingüe, yo me metí a una monolingüe con tal de aprender el español. Pasó el tiempo, en la prepa me interesé por la literatura y en la universidad estudié Literatura Hispanoamericana, entonces escribí en español queriendo hacer cuento pero no le encontré, y terminé escribiendo poesía en lengua náhuatl.
¿Cuál es la salud actual de las lenguas indígenas?
Actualmente existen sesenta y ocho lenguas originarias, más el español. De éstas, las más vitales son cerca de diez, entre ellas está el náhualt, el maya, el zapoteco y el mixteco —son las más vitales porque se siguen hablando, es decir, conservando, en mayor medida en las comunidades. En ciudades como la Ciudad de México, Acapulco, Puebla y otros centros urbanos grandes, hay una población de migrantes –de los pueblos originarios— que sólo hablan su lengua dentro de sus hogares, no hay forma de que socialicen su lengua en la calle por ejemplo. El náhuatl tiene más de dos millones de hablantes actualmente…
El náhuatl tiene también una gran cantidad de escritores, pero no puede concentrar a tantos porque estamos distribuidos de manera diversa
¿Esta vitalidad cómo se manifiesta en la literatura —y en la poesía—?
El ejemplo más claro está en los mayas. Es un grupo concentrado en la parte sur de la república. Ahí como todos los pueblos son cercanos hay una infinidad de escritores, muchísimos. Otro grupo cultural grande, en cuanto a la escritura se refiere, son los zapotecos, quienes han implementado en su escritura una forma de proyectarse hacia la sociedad, hay realizado eventos que difunden su lengua y su cultura. Esto ha creado muchos escritores, tanto poetas como narradores, y otros artistas que están indagando nuevas maneras literarias y formas de expresión.
El náhuatl tiene también una gran cantidad de escritores, pero no puede concentrar a tantos porque estamos distribuidos de manera diversa: San Luis Potosí, Guerrero, Tlaxcala, Morelos… Entonces no tenemos una concentración geográfica que nos permita trabajar de manera conjunta, eso se puede notar en la producción literaria.
¿Cómo es la difusión de esa producción literaria?
Es un proceso difícil, porque nuestros pueblos no leen tanto. Nuestro papel sería, en principio, enseñar a leer a las comunidades. Puede haber mucha producción, no importa de qué editoriales o empresas, pero se seguirá quedando en las ciudades si no resolvemos este problema. Es lo que pasa ahora, en esta Feria de las Culturas Indígenas, Pueblos y Barrios Originarios de la Ciudad de México, leemos nuestra poesía aquí pero para gente hispanohablante, nuestra gente –la gente que mantiene la lengua, que vive con la lengua, que piensa en la lengua y que le da vida a la lengua— vive en las comunidades y no en la ciudad.
Creo que tendríamos que publicar mucho, pero no sólo literatura o poesía, sino que necesitamos todos los demás medios de conocimiento: desde indagar las matemáticas, la pintura, la arquitectura… para que nuestras culturas originarias se refuercen aún más y de aquí a diez años se pueda conocer más a nuestros pueblos, y a la gente que venimos de pueblos originarios, y que no se nos vea diferente. Que no se nos vea como indígenas —como escritores indígenas. Porque antes que escritores, somos seres humanos. Y se nos debería respetar como tales.
Para no se vean a las lenguas originarias como algo exótico, casi extinto, diferente.
Creo que estamos avanzando, estamos haciendo muchas cosas, pero no es suficiente. Debería de haber más esfuerzos, como implementarse políticas desde el gobierno federal, donde se salvaguarde nuestra cultura, nuestra lengua y todo lo que tenga que ver con nuestro entorno.
¿Cuál es el mayor problema al que se enfrenta la literatura de los pueblos originarios?
Son dos problemas; el primero, es que los escritores en lenguas originarias se cierran en un espacio donde ellos conviven y discuten –acerca de su cultura y de su literatura—, pero no abren una puerta para convivir con otros idiomas, principalmente con el español –con escritores en lengua española. Hay un círculo, una élite de escritores en lenguas originarias, donde ellos hacen sus eventos, se invitan, pero no abren otro espacio de convivencia.
El otro problema es que muchos poetas de habla española, cuando ven literatura en lengua originaria dicen: “ah sí, es indígena”. O si no lo dicen lo piensan, pero no nos leen. Ellos leen a Francisco Hernández, a José Emilio Pacheco, cuando deberían también estar indagando qué se hace en las lenguas originarias, con Mardonio Carballo, con Enriqueta Lunez, Briceida Cuevas Cob, Irma Pineda… gente que está haciendo un trabajo interesante –que está aportando tanto a la “literatura indígena” como a la literatura mexicana. No debería de haber diferencia entre estos términos. Nosotros como escritores en lenguas originarias estamos aportando al enriquecimiento de la literatura mexicana y no al de la literatura indígena. Porque no debe verse nuestro trabajo como literatura indígena, sino como literatura de un idioma cualquiera que está aportando a la cultura, a nuestra vivencia como seres humanos y al entorno de lo que es México. Escribo para mi gente, pero también para la gente que habla español.
¿Cuál crees que sea la manera para quitar el estigma de “indígena” y la gente pueda abordar la literatura de los pueblos originarios sin esta concepción anquilosada y sin estos prejuicios?
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Los primero es ganar espacios y poder participar en todo evento literario, desde este evento que se hace en la Ciudad de México hasta —por qué no— usar los medios de comunicación, la radio, el internet, la televisión; para que nos conozcan y no se vean a las lenguas originarias como algo exótico, casi extinto, diferente.
Te aseguro que de toda la gente que ves caminando por aquí en el Zócalo, muchos conocen una lengua originaria pero no la hablan por pena o por miedo a ser discriminado, o por cualquier otra situación. ¿Por qué se nos ve diferente? No pasa lo mismo si escuchamos a unos alemanes o franceses hablando. Esta cuestión de racismo social se debería eliminar. Porque sí hay un racismo muy elevado. En mi experiencia personal, cuando voy en el metro o en la combi y encuentro a mis amigos o paisanos, vamos platicando en lengua originaria y se nos quedan mirando como si fuéramos raros o seres extraterrenales. Pues somos personas que pensamos, que vivimos, que sentimos y soñamos. La cuestión cultural aquí en México es la del racismo. Pero no solamente hacia nosotros, porque hay racismo hacia las mujeres, los homosexuales, hacia los pobres…
Se acerca el magno festival de poesía Las Lenguas de América, ¿qué opinas acerca de la construcción de estos festivales?
Estos espacios se han ganado, hay compañeros que empezaron a trabajar desde los años cincuentas, sesentas y durante el transcurso de los años han luchado para obtener estos espacios. Pero reitero que estos espacios son núcleos cerrados, que deberían estar más abiertos para que la gente nos conozca de verdad. Porque hay gente que sabe del evento pero dice: “ah, son de los pueblos”. No hay interés, pero si hubiese otro festival internacional de poesía donde vengan escritores de Nueva York, de Chile, Argentina o Colombia sería distinto.
Debemos de dar a conocer esos eventos y hacerlos más grandes, para que se conozcan, y que sepan que no es diferente, es un evento cultural que está aportando a toda la cultura mexicana y en particular a la literatura de nuestro país.
Los espacios son válidos, se han ganado y se siguen ganando, pero no hay que encerrarlos en ese estigma de indígena. Porque no sólo son de nosotros, sino de todos —finalmente estos eventos se realizan con dinero de todos.
Háblanos de tu poesía, ¿cuáles son tus temas y tus preocupaciones como poeta y como ser humano?
En realidad yo empecé a dar a conocer mi poesía a partir de lo que sucedía en mi comunidad, yo vengo de una comunidad muy peleada por el narco, donde hay corrupción del Priismo; y a partir de esas problemáticas sociales aprendí a reflexionar sobre mí mismo. Escuchaba a la gente que quería decir algo y no lo podía decir, yo quería decir algo y no lo podía decir; entonces en la poesía encontré esa voz que me ha ayudado a difundir –yo le llamo— un poco de denuncia social.
¿Cuál es el papel del escritor en la sociedad?
En mi contexto, el escritor debe de tener algo de compromiso social. Una consigna importante de las letras es que eso que decimos con tanto sentimiento debemos hacerlo. Se debe de vivir de tal manera como se escribe. Ser escritor no tiene sentido si vivimos de la fantasía cuando nuestra realidad está dolida y secuestrada. El papel del escritor no está detrás de un escritorio, el poeta debe actuar y decir.
Eres profesor de la Universidad de Puebla y estás involucrado con la enseñanza, ¿cuál es tu perspectiva sobre la educación?
Como empecé a trabajar hace poco, me tocó conocer sólo la perspectiva de la reforma educativa. Yo sólo tengo derecho durante un año, después de este tiempo tengo que renovar mi contrato. Es la nueva modalidad de la educación, yo ya entré con esa dinámica. Pero mi papel como profesor de lengua náhuatl es enseñar la lengua –que la gente lo aprenda a hablar y a escribir—, pero no sólo eso, también busco que mis estudiantes tengan identidad como personas, no solamente como hablantes de una lengua originaria y habitantes de una comunidad. Porque las comunidades son pequeñas. Yo quiero que salgan y vean la realidad de nuestro México. Mi papel es enseñar la lengua náhuatl así como mostrarles una manera de sobrevivir siendo hablante de una lengua originaria en una sociedad hecha pedazos. Quiero que aprendan a sobreponerse cuando tocan una puerta y se la cierran, cuando uno quiere decir algo y no lo dejan hablar.
Claro que no estoy de acuerdo en la reforma educativa, porque es una reforma laboral que perjudica de manera directa a todos los que estamos involucrados con la enseñanza. La manera de colaborar en el desacuerdo general es denunciar, tanto a través de la escritura como en mi cotidianidad.
Piensas en náhuatl, escribes en náhuatl y traduces en español. Eres traductor de ti mismo todo el tiempo. ¿Qué significa esto para ti?
Voy a ser sincero en esta respuesta. Trato lo más posible de pensar en la lengua náhuatl y escribir desde la lengua náhuatl, pero a veces nuestro contexto nos gana, ¿por qué? Por una situación que tiene que ver con nuestra educación, nosotros fuimos educados en la lengua española, y leemos cada que se puede en la lengua española —de veinte libros que leemos tal vez uno será en lengua náhuatl. Entonces el español nos gana la mente. La mitad de mis poemas están pensados desde el náhuatl y los traduzco al español, y la otra mitad los pienso en español y los escribo en náhuatl para después reelaborarlos en español. Decir que yo escribo todo en náhuatl sería mentir, la mayoría de los escritores en lenguas originarias hacemos esto. Incluso la moda actual es escribir en español y traducir. La parte que no me gusta es que traducen muy mal, porque traducen pensando en español. Es decir, escriben pensando en español y traducen pensando en español. Tenemos que analizar este hecho: estamos escribiendo un poema en español para después escribir algo muy parecido en náhuatl. Lo que nos falta es trabajar la traducción en español.
No me interesan los intelectuales –me caen mal algunos— cuando escribo un poema en español al traducirlo a náhuatl pienso en la gente, si ya escribí algo en español ahora me toca preocuparme por traducir en náhuatl pero desde la perspectiva del pensamiento náhuatl. Me interesa que me escuchen y me comprendan. ¡Y hasta les gusta lo que escribo!
Platícame de tu libro que está a punto de salir.
Mi libro tiene ochenta páginas con prólogo de cien páginas [Risas]. Es un libro bilingüe náhuatl-español que se llama Tlakatsajtsilistle – Ritual de los olvidados. ‘Ritual de los olvidados’ es una palabra que no existe en nuestra lengua, es un invento mío, porque más que un ritual es una denuncia del olvido: por qué la lengua se está dejando de hablar, por qué dejamos que maltraten nuestra comunidad, que destruyan el ecosistema… En la mitad del libro hablo del narcosistema que opera en guerrero: los desaparecidos, los asesinados, los que han sido corridos… Gran parte de lo que yo escribo es de lo que habla la gente, yo escucho e interpreto lo que piensa mi comunidad.
La Universidad de Puebla es quien pone el recurso económico para que se publique mi libro, pero en realidad el cuidado, la producción y la hechura del libro están a cargo de Jaguar Ediciones, una editorial que está en Colima en coordinación con la UP, que me apoyó. Por eso voy a sacar mi primer libro.
Eduardo Parra Ramírez: Conocer un idioma implica también conocerte a ti, las posibilidades de tu decir, de tus sentimientos, de tus emociones.
Eduardo Parra Ramírez (Ciudad de México, 1970) sostiene, al igual que Tales de Mileto, que todas las cosas están habitadas por dioses. Tal aseveración no es producto de un espíritu romántico sino del malestar de una generación que atravesó el desencanto —de la ideología, de la política, pero jamás de la literatura— para abordar la ira como un elemento de creación artística capaz de subvertir la consciencia. Refractario (Malpaís, 2016) es su más reciente poemario, aunque una versión de éste recibió en 2007 el Premio de Poesía Ignacio Manuel Altamirano. En esta obra el poeta ha diluido la ira para habitar el silencio: “Sin la liturgia de la despedida/ Deshabitar la casa del sonido/ en donde la palabra/ se cansó de sus propias oquedades”. Lejos de ser un escritor iracundo, el poeta nos recibe amablemente en su casa para charlar en exclusiva con Tercera Vía sobre el libro, el silencio que lo obsesiona y los otros temas que también habitan su escritura.
¿Qué tan difícil es habitar la poesía y la prosa?
Más que una dificultad… La persona que balbucea un idioma vive en una especie de desamparo, de indigencia. Porque un idioma es algo muy complejo, que tardas mucho tiempo en aprender a usar –ya no digamos dominar— para altos propósitos. Conocer un idioma implica también conocerte a ti, las posibilidades de tu decir, de tus sentimientos, de tus emociones. Lograr que lo de adentro —que son imágenes y sentimientos sin nombre— puedan salir y queden adheridas a las palabras precisas.
Quien no quiere vivir en esa indigencia de balbuceos, de lugares comunes, de frases hechas, de lenguaje utilitario, académico o empresarial, político, ideológico o de cualquiera de esas cosas que reducen el idioma a un mero servicio, y quiere crear una enunciación propia, personal, expresiva, y en el mejor de los casos, artística y resplandeciente, tiene que contemplarse en el espejo del idioma y penetrar la espesura de la sombra y descubrir qué hay adentro. Al referirte a ese adentro también estás hablando de una casa que creaste (la casa de tu infancia o la casa de tu imaginación temprana).
A mí se me reveló en algún momento la estructura de la casa como la forma idónea donde podía vaciar el contenido de mis exploraciones
Refractario es una conciencia que trata de salir del encierro de su casa, que también es el cautiverio de un lenguaje previamente establecido por otros para habitar esa casa. A esa conciencia se le revela que cada una de las habitaciones representa otras cosas: el ático es luz, es pensamiento, es idea; el sótano es víscera, oscuridad, instintos, sueños; y lo que hay en medio, son diferentes versiones del adentro y el afuera. Por eso a mí se me reveló en algún momento la estructura de la casa como la forma idónea donde podía vaciar el contenido de mis exploraciones, de mis obsesiones: la luz, la sombra, la palabra y el silencio.
Es un lugar común pensar que combatir el ruido sólo es posible mediante el silencio de la poesía.
¿La ira es un canal hacia lo místico?
En cierto modo. Todo sentimiento llevado a un extremo de alteración o de delirio hace posible una puerta hacia lo místico y hacia lo divino. En su origen la palabra poética era una invocación a la divinidad; se trataba prácticamente de la plegaria. Esto con el tiempo fue traicionado por la visión intelectual y académica.
Cuando se escribe con cierto grado de alteración emocional, puede abolirse la dictadura del raciocinio. Esto a contracorriente de las prestigiadas formas apolíneas de la poesía, muy atenidas a recursos teóricos. Por eso cuando alguien escribe desde el arrebato del espíritu —como lo llamaba Juan José Arreola— está apelando a lo sagrado con su palabra, de una manera que pareciera comunicarse con potencias que uno desconoce. Esta opinión puede llegar a verse como algo hasta esotérico, pero no me parece falso. En el ejercicio creativo la consciencia se asume de formas absolutamente insospechadas.
Sus artículos breves son de un aspecto lúdico verdaderamente opuesto a la ira. ¿Cuál es la conexión entre la ira y el humor?
Hay mucha conexión porque —a diferencia de lo que podría suponerse— el humor no necesariamente es el resultado de la felicidad o de sentimientos positivos. El humor también puede estar cargado de violencia. El cinismo, el sarcasmo, la ironía, la socarronería, son armas incluso más poderosas que aquellas formas del exabrupto. Es muy fuerte lo que tú puedes provocar en una persona mediante el humor. Cuando detrás de la mano armada de humor hay un consciencia indignada y furiosa puede dar cosas realmente muy interesantes. La clave es el buen gusto.
Gerardo Miranda: El final es subjetivo, si hay arte fragmentario es porque las condiciones de nuestro tiempo así lo requieren.
Gerardo Miranda ha desarrollado una poética basada en la disección, su escritura es un viaje que inicia en la taxidermia del ser para cuestionar la realidad. Donde la oscuridad es el punto de partida, ha señalado: “somos la perpetuidad del ojo”, la carne es el cuarto oscuro más allá de su párpado. Además de ser un poeta con el síndrome de Diógenes, se mantiene alejado de la palestra editorial, manteniendo inéditos cuatro libros. Ha publicado Venus y las Moscas y Odilón. Desinteresado de la difusión y distribución de sus propios libros, se ha confinado en un mundo propio.
Crees que el arte debe tender a lo inconcluso?
El arte sigue sus propias reglas, quien lo concluye es el espectador o el lector. El final es subjetivo, si hay arte fragmentario es porque las condiciones de nuestro tiempo así lo requieren. Surge porque el autor dialoga con su tiempo.
Antes de dedicarme a la poesía experimenté con la fotografía, el cine, la música y el dibujo. Me sirvió mucho. Estudié ciencias humanas y me especialicé en Literatura, pero sin lugar a dudas la poesía me ha permitido expresarme con mayor holgura, es lo que más disfruto y en lo que soy menos malo (risas). Soy muy perfeccionista, trabajo mucho mis textos, tardo mucho en escribirlos, por esta razón tengo libros que nunca verán la luz.
Las modas son perecederas y responden a intereses específicos de su tiempo. No trascenderán.
Eres un hombre de muchas obsesiones, ¿cuántas obsesiones tienes?
Creo que no son tantas, dos o tres tal vez, más las que aún no descubro o las que sólo son manías. Lo que tengo de sobra son manías provocadas, creo, por estas obsesiones.
No sé, pero afortunadamente no aparece una cada semana, sería mortal. Tengo el síndrome de Diógenes, soy un acumulador compulsivo. Colecciono objetos. Creo que esto se da mucho en personas que se dedican al arte, no en vano Neruda llenó una casa con mascarones de barcos. Bretón coleccionaba guijarros, piedritas que encontraba en la calle. No he ahondado mucho en esto, sólo me dejo llevar. La poesía, el arte, es una forma también de lidiar con esto, de sublimar las obsesiones. He sido acumulador desde mi infancia. Colecciono fotografías; juguetes antiguos; taxidermia. Mi casa es como un pequeño museo del horror.
¿La poesía es una forma de coleccionar?
Sí claro. Una forma de coleccionar experiencias, de diseccionarlas, de tratar de entenderlas.
La literatura es una necesidad, una forma de sobrellevar la existencia. A mí la poesía me permitió abrirme al mundo, verlo de una manera distinta y de soportarlo.
Un poema que nos parece bello ahora ¿en el futuro ya no nos parecerá así?
Un poema, una pintura, una escultura; el arte verdadero, aquél que proviene de lo más profundo del ser, aquél que es intrínseco a la naturaleza humana siempre tendrá algo que decirnos. La belleza es subjetiva, responde a los parámetros de épocas y regiones, no obstante, la dicotomía expresión /comunicación del arte real, siempre será digna de tomarse en cuenta. La capilla Sixtina, por ejemplo, siempre será bella, una obra maestra. La calidad de la técnica y lo que comunica no da lugar a dudas más allá de la polisemia. También existen modas en cuanto al arte, a la poesía. Las modas son perecederas y responden a intereses específicos de su tiempo. No trascenderán. A final de cuentas el tiempo lo determina todo.
¿Esta es tu opinión sobre la poesía contemporánea?
Hay infinidad de vertientes poéticas. Hay poesías, hay infinidad de cauces por donde el río transita. Es un término ambiguo. Incluso el término poeta joven me parece algo muy difícil de entender. He leído a poetas de mi edad que me parecen bastante clásicos, puedo ver a Huidobro más propositivo que muchos poetas actuales. Hay opciones para todos los gustos afortunadamente. Bienvenidas sean.
Leo a mis contemporáneos, conozco lo que están haciendo. Me siento parte de una generación sólo por la fecha de nacimiento, pero no me siento parte de ningún grupo. Me siento cercano a ciertas estéticas, alejado de otras y nada más.
Mario Meléndez te ha señalado como una de las voces más “frescas” de tu generación, pero en tu poesía también está el diálogo con una tradición muy particular.
Para romper la tradición traté de faltarle el respeto a los padres, en un sentido muy adolescente, pero también con conocimiento de la forma. Mi primer libro me da vergüenza, aunque hay algunos textos que no son tan malos. En Venus y las Moscas intenté abordar mis filias y mis obsesiones, aunque en los libros posteriores ahondo más en ellas. A partir de Odilón descubrí que tengo una obsesión por el cuerpo en tanto ente mecánico desprovisto de erotismo. La disección del cuerpo, no como elemento erótico sino como una máquina con un complejo sistema de engranes. Buena parte de mi infancia quise ser cirujano y en los mis libros posteriores esta fijación se hace cada vez más presente de una forma un tanto inconsciente. No me propongo escribir sobre ello, simplemente aparece al menor descuido y pienso que hay que seguir por ese camino.
CRÉDITOS
Entrevistas: José Manuel Vacah Edición y diseño web: Francisco Trejo Corona Fotografía original: Annick Doners