El Silencio: la peste de la era digital
Usted camina por una calle ancha, una avenida para ser exactos. Autos, vendedores, merolicos y vibraciones dentro de un pantalón. Ruido, todo es ruido, su mente es igual o más ruidosa que la avenida, pero no la escucha. Prosigue su camino, todo suena, pero nada le llama la atención, nada en absoluto gana el premio de su mirada; mas todo al mismo tiempo se desborda en un sonido construido por mil sirenas en una piedra que ya no se distinguen… No deja espacio ni oportunidad para acomodar la maraña sonora y ajustar una melodía, no, no hay tiempo; todo debe sonar fuerte para no sentirse dentro de una caja, una caja de sosiego, que respira y piensa, un lugar donde no hay más que usted viéndose a sí mismo. La caja negra que repite en diversas formas, “¿Quién soy?”.
George Steiner, uno de los filósofos y críticos literarios más influyentes aún con vida, a sus 88 años, decidió salir de un descanso mediático para conversar con un corresponsal de El País. En una plática breve, el filósofo pone sobre la mesa algunas cuestiones que posiblemente muchos entusiastas de la hiper-modernidad toman como nimiedades quisquillosas, nimiedades que sólo los aburridos pensadores se atreven a subrayar.
La entrevista publicada hace unos días se titula, “Estamos matando el sueño de nuestros niños”, y partiendo de la crítica que genera el escritor al sistema educativo que ha imperado en el mundo, donde habilidades como la memoria han venido en detrimento; y hasta se le ha osado nombrar como algo maligno que hay que erradicar de los modelos educativos; detonan otras problematizaciones como el miedo al silencio de las nuevas generaciones, el miedo al aislarse en plena contemplación.
Una joya de entrevista a George Steiner: “Estamos matando los sueños de nuestros niños” https://t.co/lh5OeBl39N
— Alma Delia Murillo (@AlmaDeliaMC) July 6, 2016
Las nuevas generaciones, han nacido en un contexto donde el ruido de toda índole ha sido el éter por el cual desenvuelven sus vidas y sueños; una especie de contaminación por ruido – y esto, si se permite utilizar la construcción del concepto de ruido, no sólo desde lo audible – ; puede ser el sonido de los autos, la estática en los televisores analógicos, la radio, etc., pero también se puede denominar ruido a todo aquello que molesta o irrita debido a su desorganización o interfiere en un proceso, por ejemplo: el ruido informativo que se ha generado con la proliferación de plataformas, donde el usuario promedio se sume en la parafernalia tecnológica, repartiendo su atención – que de por sí ya es poca -, en una cantidad gigantesca de glifos que manan agua, que avientan a borbotones información, chistes, fenómenos, videos, etc.
¿Quién ha dicho que el silencio y el aburrimiento deben evitarse a toda costa?
Muchos autores han dedicado parte de su obra a explicar el fenómeno del sosiego y el proceso de aburrimiento. Nombres, demasiados, pero personas como Heidegger, Benjamin, Žižek y el mismo Steiner, coinciden que el silencio y lo que derive de éste, es la génesis de la creación. Podemos decir que, “El ocio es la habitación del Diablo”, demiurgo creador, el que acomoda, conciencia. Y así como el ocio también es el padre de todos los vicios, es su contrario, la madre de la creación y del acomodo de las ideas. Walter Benjamin llama al aburrimiento, “el pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia”, pájaro de buen o mal agüero, pero al fin y al cabo pájaro.
El ocio en sí no es el problema, ni el tiempo destinado a éste, el problema radica en el uso que se hace de él. Hemos llegado a creer que descansar es engullirse de chistes baratos en la Red, de videos graciosos, likear fotos en Instagram, transitar miles de veces por el mismo feed de Facebook o tratar de buscar una pareja ocasional por Tinder; en pocas palabras, descargar la responsabilidad de nuestro aburrimiento en alguien más para que nos salve.
Lo anterior ocurre primeramente por lo que Steiner en la entrevista acota, el siempre estar huyendo del silencio y de nosotros mismos que sólo en el silencio podemos cuestionarnos y encontrarnos.
La hiperactividad de la que somos presos actualmente, los estándares de rendimiento en los que nos desenvolvemos y el frenético afán de abarcar mucho para apretar poco por medio de la multitarea, hacen pensar que entre más consuma información, más haga, más corra y menos me aburra se progresa más, y quizá sí, se progresa en forma, pero no en fondo; asimismo, se progresa con el miedo al silencio.
El cansancio que genera el ruido se parece más a un cansancio sordo que perdura, es el tipo de fatiga que generan las nuevas tecnologías cuando se usan indiscriminadamente; estar al pendiente de quién o qué hace que mi teléfono “inteligente” vibre o emita un destello, ha detonado trastornos como el denominado Fear of Missing Out (FOMO), que consiste en el temor de aislarse del mundo que velozmente cambia en las redes, de dejar de tener contacto con los avatares que representan a los otros ausentes en el perfil de Facebook; bien se dice que el miedo más grande del Millennial es no tener buen Wi-Fi; esa angustia hiper-moderna ha devenido en personas cansadas con ganas de consumir fast foods informacionales que den un poco de forma al mundo, de conocer un poco de todo en 140 caracteres y sentirse ciudadanos de la sociedad de la información, pero desentendiéndose del meollo de las cosas y sin profundizar. No vaya a ser que pase de moda…
Para organizar lo que en un principio es sólo ruido, es necesario el silencio, el poner alto al flujo momentáneamente, para sólo así poder acomodar. En palabras de Steiner, “Los jóvenes ya no tienen tiempo… de tener tiempo”, y se agregaría el que tampoco tienen tiempo ya de prestar atención a una sola actividad, de llevarla acabo en silencio, concentrados y focalizados; se dice que el ser humano es la única especie del reino animal que se distingue no sólo por estar vestido, sino por la capacidad de focalizar atención en un sólo punto de acción y reflexionar.
No hacer caso al aburrimiento y al silencio puede generar idiotas mecanizados
Retomando la tónica presentada por Steiner, matar el sueño de los niños – y de las nuevas generaciones -, significa enseñarles que el silencio debe evitarse a toda costa; por el contrario, se debe reafirmar que es más bien una oportunidad de cambio. Si bien las nuevas plataformas nos ofrecen grandes posibilidades de entretención y conocimiento, no prestar atención para enseñar a las nuevas generaciones que muchas veces el interés hacia algo; como un deporte, el arte, la ciencia etc., se forman en los ratos de silencio y en el ciclo humano del hacer-descansar-pensar para volver a intentar. Depender sólo del ruido para que por arte de magia nuestro aburrimiento cese, detona en personas ruidosas que no escuchan, dicen mucho sin pensar, porque para pensar y escuchar, es enteramente necesario el silencio.
Efectivamente, el sosiego puede ser un demonio, una peste que vestida de blanco o negro, se postra en nuestros hombros para tirarnos preguntas que provienen de lo más profundo, de nosotros y del mundo. No hacer caso al aburrimiento y al silencio puede generar idiotas mecanizados que nunca preguntarán qué están haciendo, porque no se han dado tiempo de tener tiempo.
Fomentar la aberración al silencio y la concentración, puede traer diversas consecuencias negativas. Después no nos sigamos preguntando, ¿Por qué este niño no pone atención y todo le vale reverendo sorbete?