“¿Dónde quedan nuestras micropolíticas del deseo?”, una respuesta a Pedro Kumamoto
Nuestro colaborador Luis Gatica responde la columna Manifesto y Destino de Pedro Kumamoto:
Yo no tuve el romanticismo de los ritos de paso de la juventud a la adultez, ni la manifestación de un destino al que se ha de llegar. Lo que sí tuve fue una adolescencia de juegos con las tribus urbanas: de amigos fresas, de música emo, de playeras negras. Hace unos diez años llegó a mí el manifiesto punk de Greg Graffin que ya no suscribo, pero que nos da una clave para responder al manifiesto y destino de Pedro Kumamoto, donde habla de cómo “la agenda de los jóvenes” está en la periferia de la política.
Primero quisiera decir que discrepo porque los jóvenes no tenemos una agenda. Tenemos muchas agendas: casi pienso que tantas como los jóvenes. pues dicen por ahí que la juventud no es más que una palabra, pero los jóvenes —heterogéneos— somos muchas cosas más. Y entre eso, precisamente, somos también la posición que habitamos en los márgenes. En niveles diferenciados somos esa precarización que Kumamoto alcanza a delinear con algunas estadísticas.
En un sistema que —como dice una amiguita— nos engulle vivos para después vomitarnos, los jóvenes somos basura social, basura que a veces se vuelve el oro de otros, pero regresa al final a esa condición de desecho. Y ésa es precisamente nuestra relación con el punk. Somos esa basura que dicen que no participa de la política, esa basura que dicen que no se interesa en participar de lo común.
Los jóvenes no tenemos una agenda. Tenemos muchas agendas
Pero muchas jóvenes, como los punks de Graffin, seguimos los hilos de los juegos para buscar sus límites y romper sus reglas: nos cuestionamos el mundo que nos es heredado. Sí, Kumamoto vislumbra esto, pero para luego decir que la política ha tomado poco de nuestros asideros de ideas. Por el contrario: ¿cuál política no se teje de sueños, de deseos o hasta de miedos? La otra, ésa que nos ha expulsado, ésa “La Política” unitaria que preserva el orden del mundo aunque cambie de partido, de dueño o de ejecutor, a esa convenimos en llamarla policía.
Estoy seguro de que el instrumento del IFE para medir la “participación ciudadana” de ninguna manera se acercó a “medir” o al menos a operacionalizar nuestra actividad política. En ese caso, la implicación política de muchas jóvenes se borra del mapa, Kumamoto toma ese dato diciendo que deliberadamente dejamos a los adultos la decisión de nuestros futuros y reproduce una idea de los jóvenes que no da cuenta de nuestra politización. En pocas palabras, ¿dónde quedan nuestras micropolíticas del deseo?
Porque son justo esas micropolíticas las que defienden los pueblos que otros (adultos) quieren inundar, las que luchan contra la contaminación de los ríos. Es gracias a la máxima feminista de que “lo personal es político” que se ha peleado y se pelea por mucho, ampliando y habitando los horizontes de la política, y son muchas las jóvenes que nutren los nuevos feminismos en México y el mundo. Son también jóvenes quienes reivindican a Ricardo Cadena en un memorial, a él que fue asesinado a sus dieciocho años por la policía. Somos jóvenes quienes ocupamos la calle para habitar la política y hacerla hablar.
Entonces vuelvo a interrogarme sobre la macropolítica, ésa que observa lo estadístico y lo espectacular en contraposición a aquello singular que todo gobierno pierde de vista. Si esa macropolicía es la gran vía para la participación cuando sistemáticamente nos han excluido de ella. Y si, en lugar de apoderarnos de la torre que administró el basurero, no se trata ahora de inventar nuevas vías a través de esas políticas donde se pone en juego otro deseo, donde por fin algo se pone en fuego. ¿Cuál es el destino que nos aseguramos entrando a la boca del dinosaurio? Y quien quiera intentarlo, adelante, pero algo debe quedar claro antes. Que algunas preferimos buscarnos otros caminos: caminos que tracemos al andarlos, fugándonos de la policía.
Los jóvenes estamos dejando en manos de los adultos nuestro futuro. Mi columna en @maspormas https://t.co/T6NrsQCTaP pic.twitter.com/R6wFE7Ug2y
— Pedro Kumamoto (@pkumamoto) July 8, 2016
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¿Bueno pero por qué es un enfrentamiento? ¿cuándo “lo personal es político” se desarticuló con el colectivo y con la búsqueda de un bienestar mayor? La política funciona en diversos níveles y de ninguna manera es una visión contrapuesta el deseo de incidir dentro de la sociedad con el deseo de mejorar nuestros entornos más inmediatos. La cuestión de fondo aquí es el deseo por ocupar los espacios, por disputar las estructuras que existen. Desde fuera y desde adentro, desde arriba y desde abajo. Ya no existe la “revolución o reforma” ya no existen las dicotomías que nos separan.
¿Por qué decir que una juventud heterogénea no puede articularse para construir nuevas oportunidades y nuevos horizontes? ¿Será acaso que esa articulación, ese acompañamiento de los grupos heterogéneos disminye su singularidad o acaba con las diferencias? Por supuesto que no, la historia nos ha demostrado que precisamos de estos espacios de articulación mayores, porque hay un sistema que nos oprime y que necesitamos cambiar. Y al contrario, el utilizar la frase de “lo personal es político” en un sentido negativo puede crear las históricas divisiones que simplemente nos debilitan.
Es un enfrentamiento porque no estoy dispuesto a admitir que los jóvenes deliberadamente dejamos nuestros futuros en las manos de los adultos. No: más bien es cierto que hay un régimen adultocéntrico que nos ha presionado hacia los márgenes de lo político, pero lo que quiero decir es que eso no ha impedido que participemos de lo común.
“Lo personal es político” se desprende precisamente de los diálogos en colectivo de muchas mujeres que descubrieron que sus problemas no eran individuales. No me parece que “el deseo de mejorar nuestros entornos más inmediatos” sea sólo eso: se trata del deseo de vivir vidas que valgan la pena de ser vividas, ¿no? Y en eso, precisamente, está la “incidencia en la sociedad”: en hacernos de otras formas de administrar nuestras vidas (hacer política).
Sugiero que revisemos los textos de Amador Fernández Savater para discutir la cuestión de esas estructuras que existen. Sostengo que esa política (policía) más bien es una forma del teatro, y lo que algunas buscamos no es ese teatro sino esto que hemos dicho ya sobre la vida. No es que nosotras construyamos esa dicotomía: es que la historia se nos revienta en la cara una y otra vez.
De ninguna manera digo que una juventud heterogénea no puede articularse (para lo que sea). Claro que podemos articularnos. Claro que muchas queremos articularnos, que no unificarnos. Me parece que en ese sentido hay que mantenernos fragmentarios que no fragmentados: formando archipiélagos y no una gran isla. En otras palabras: aprender a caminar juntas, pero también aprender a caminar por separado, porque a veces toca. Y sí: esto es lo que nos exige lo que nos pasa ahora si nos queremos vivas. Digo que las flores y las piedras pueden convivir…
terceravia.mx/2016/04/flores-las-piedras-simbolos-fierros-cuerpos-consignas/
Puedo coincidir parcialmente con tu respuesta, pues cuando yo estoy hablando sobre el “deseo de mejorar nuestros entornos más inmediatos” efectivamente es un deseo de vivir una vida que valga la pena ser vividia, y es algo que no se queda en lo individual, sino esa vida que valga la pena ser vivida tiene que ver con la relación con el otro, es decir, con nuestro entorno comunitario.
Además, la política (polícia) independientemente de que sea una forma de teatro o no, independientemente hoy en día se siguen tomando decisiones que nos afectan a todas y a todos, los presupuestos públicos, las leyes, los reglamentos, etc… entonces más allá de nuestros actos micropolíticos cotidianos es necesario incidir dentro de esas estructuras que ya están establecidas, ya no es tiempo de “revolución o reforma” es tiempo de trabajar adentro y afuera del estado, arriba y abajo, en todas las posiciones para hacer cambios verdaderos, habría que revisar los trabajos de Boaventura de Santos Sousa y de Enrique Dussel.
Y por último, tu comentario final, me parece hasta un poco ortodoxo, por supuesto que hay que articularse, acompañarse y solidarizarse, pero eso de que “no hay que unificarnos” y no hay que “ser una gran isla” me parece peligroso. Hoy en día no podemos sostener algo así, habrá que caminar separados cuando las condiciones así lo sean y habrá que unificarnos cuando tengamos que hacerlo, la vida es muy compleja para estar sosteniendo que siempre hay que caminar por separado, hay momentos en que toca que sea así y hay momentos en que habrá que volver a ser bloque. Habría que revisar el trabajo de Edgar Morin para entender sobre como tenemos que ser flexibles y en la práctica podremos aprender del movimiento de Podemos en España.
Yo lo que creo es que tienes que leer de nuevo, porque nadie está
diciendo que siempre hay que caminar por separado… Mientras no haya un
empeño por leer a los otros con verdadera atención, entonces me parece
que el juego del diálogo no es provechoso. Si yo dijera que tenemos que
caminar separados siempre, mi comentario no sería ortodoxo sino
estúpido.
Insisto, de nuevo, en leer a Amador Fernández Savater.
De ahí podemos ver cómo Podemos puede ser un ejemplo… de algo en lo
que no hay que caer. Pero, vamos, esto no tiene por qué cerrarse.
Ninguna discusión tiene que ser clausurada, sino lo contrario. Yo no
rechazo que se participe en el teatro de la política. Lo que hago es
señalar que hay muchas políticas fuera de ese teatro y que hay quienes
decidimos no jugar ese juego, sobre todo en el contexto de una
forma-estado que nos asesina y nos desaparece.