La corrupción: Un cáncer que carcome al país
El camino de México en el combate a la corrupción ha sido accidentado, aún en sus diciséis años de vida democrática. De acuerdo con el índice elaborado por Transparencia Internacional, en el año 2000 nuestro país ocupaba el lugar cincuenta y nueve -de entre noventa países analizados- en la erradicación de prácticas corruptas. Por efecto, la calificación que se nos asignó en la materia fue de 3.3. Esta cifra reprobatoria es alarmante si la comparamos con países semejantes, como el caso de Chile, que obtuvo un 7.7; ya no digamos con Finlandia, que fue considerada con un 10.
Podría argumentarse que en el 2000 nuestro país sucumbía a los estragos del autoritarismo del PRI, partido para el cual la corrupción es la contraseña política fundamental. Sin embargo, durante las dos administraciones panistas no hubo mejoras sustanciales: en 2009 la posición de México en el índice de corrupción se desplazó al lugar número ochenta y nueve. Si bien esta caída en la lista de países de Transparencia Internacional se debe en gran parte al aumento de sitios analizados -que pasó de 90 a 180- la calificación obtenida fue la misma -un 3.3- que el país obtuvo nueve años antes.
Para 2015 México fue considerado en la posición noventa y cinco, si bien en ese año el estudio se acotó a ciento sesenta y siete estados soberanos. Con estas cifras, México se convierte en el país más corrupto de los miembros de la Organización para el Crecimiento y el Desarrollo Económico (OCDE) y uno de los más corruptos de América Latina.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2015 del Instituto Nacional para la Estadística y Geografía (INEGI), la tasa de corrupción en México es de 12,590 casos por cada 100 mil habitantes. Porcentualmente, los estados con mayor incidencia son: Morelos, Sinaloa, Chihuahua y Michoacán. En estos lugares se presentan más de 16 mil casos de corrupción por cada 100 mil habitantes, siendo Morelos el estado con la tasa más elevada, con 20,092. Otras entidades, como la Ciudad de México, Hidalgo, Jalisco y Durango presentan un índice que oscila entre los 14 y 16 mil por cada 100 mil personas.
Revisemos esta última idea. Por un lado, es difícil que todas las personas acepten haber participado en casos de corrupción. Además, los gobiernos estatales pueden manipular los datos para mostrar un panorama distinto a su situación real. Evidentemente necesitamos reforzar los mecanismos de medición y articularlos a instituciones que efectivamente castiguen dichas prácticas en todos los niveles.
Con base en el estudio “Los mexicanos vistos por sí mismos” elaborado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el 92% de la población del país acepta la existencia de corrupción en México. Por su parte, en cifras del INEGI, la corrupción fue considerada en 2015 por el 50.9% de los mexicanos como el segundo mayor problema en el país, solamente después de la inseguridad.
Por si esto fuera poco, la mayoría de los mexicanos son pesimistas respecto al futuro: el 64.7% de la población en el país considera que la corrupción será aun peor dentro de cinco años. Al mismo tiempo, el 57.6% de la población declara que es muy difícil terminar con ella.
Las mujeres, de acuerdo al estudio de la UNAM serían más optimistas acerca de la erradicación de la corrupción
También de acuerdo con el estudio de la UNAM, en 2015 el 72% de la población se vio afectada por al menos un acto de corrupción en ese año. Al mismo tiempo, el 63.2% afirman haber escuchado al menos una vez sobre un caso de corrupción en algún medio de comunicación cada semana. Llama la atención que en cuestión de género son las mujeres quienes tienen mayor optimismo sobre la erradicación de la corrupción. Mientras que el 64.5% de los hombres ven como una tarea inalcanzable terminar con el problema, el 49.% de las mujeres piensa sí se puede resolver.
El sector en donde se considera que hay más corrupción es el gobierno. El 73% de la población declara que es en la administración pública donde se concentran la mayor cantidad de actos de este tipo en el país. En segundo lugar se encuentra el sector privado -con 10.1%- y las organizaciones de la sociedad civil con 8.5%. Respecto a la corrupción dentro del gobierno, el 47.5% de la población considera que se presenta sobre todo en los altos mandos, 20% en los niveles medios y 21% en los niveles más bajos.
“Una nueva apuesta progresista tiene que ser totalmente frontal contra la corrupción”
Jorge Álvarez Máynez es Maestro en Administración Pública y en Estudios Internacionales. Fue uno de los principales promotores y defensores de la Ley 3 de 3 en la Cámara de Diputados. En su opinión, celebrar los “pequeños avances” de la Ley Anti-corrupción es engañar a los ciudadanos. Ante lo que considera una “comentocracia” agotada, en esta entrevista propone mirar más allá del horizonte del nacionalismo revolucionario y reformular a la izquierda combatiendo la cultura política priísta.
¿Cuál es tu diagnóstico del paquete antocorrupción aprobado en la Cámara de Diputados?
Creo que en general el paquete anticorrupción le da la razón a la peor de las oposiciones de México, que es la que no matiza, la que descalifica en términos absolutos los proyectos de reforma que ha impulsado este gobierno y los anteriores. Creo que perdimos mucho con esta serie de reformas del sistema anti-corrupción, particularmente con la llamada Ley 3 de 3, pero en general con todo el paquete.
Lamento que metieran muchos goles que no se advirtieron. Las ONGs que más involucradas en el proceso están hablando del artículo 29 y 32 de la Ley de Responsabilidades Administrativas, pero hay muchas arbitrariedades y perversiones de la ley que imposibilitan que este sistema opere. De hecho, las dos cosas más importantes que aportaba este sistema anticorrupción no van a estar: por un lado, el sistema de información pública, al que le han llamado de evolución patrimonial, en el que los mexicanos darían seguimiento a un servidor público a lo largo del tiempo para ver como evolucionaban sus ingresos y su patrimonio, además de conocer cuáles eran los intereses que representaba. Para eso servían las declaraciones 3 de 3. Presentarla esporádicamente como candidato o como servidor público sirve para el morbo, pero en general no produce ninguna idea de la corrupción en la que se pudo incurrir. El asunto es ver cómo cambian en el tiempo.
“Las dos cosas más importantes que aportaba este sistema anticorrupción no van a estar”
La otra piedra angular era la fiscalía anti-corrupción. Como siempre, el problema es la autonomía. El primer o la primera fiscal anti-corrupción va a ser nombrada por la procuradora, y los siguientes van a seguir un modelo de dependencia absoluta de la PGR, que tampoco es autónoma. Es el mismo modelo que ya conocemos. La imagen de eso es Virgilio Andrade. Va a pasar lo mismo con el fiscal anti-corrupción: vamos a tener otra FEPADE, otra institución de ese tipo, burocrática, sin margen de acción y sin independencia.
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¿Consideras que hubo avances?
Yo no me quedo con la lógica de que se dieron pasitos hacia algo mejor. Más bien perdimos una oportunidad histórica quienes creíamos que podía haber un diseño institucional distinto para combatir la corrupción en México.
Pensemos en Luis Carlos Ugalde, ex consejero presidente del INE, quien escribió que aunque no se había ganado todo, era necesario reconocer los avances que sí se alcanzaron en estas reformas, pues de no hacerlo, se desalienta injustamente a las más de seiscientas mil personas que dieron su firma en favor de la Ley 3 de 3. ¿Qué opinión te merece esa perspectiva?
Yo difiero completamente. Luis Carlos Ugalde es el ejemplo perfecto de una comentocracia que yo veo agotada en México. A él le aplica muy bien el adjetivo. A esa comentocracia la veo agotada porque no le es útil al páis, ni siquiera en términos intelectuales. Yo estoy seguro que él ni siquiera leyó las leyes que aprobamos para opinar como experto en el tema. No significa que él como ciudadano tenga la obligación de hacerlo, sino que alguien que se quiere convertir en el referente intelectual para la discusión sí tendría que generar una reflexión a través de un estudio serio de los temas. Eso es lo que yo veo que pasa en otros países, y no sólo en democracias consolidadas, sino aún en lugares que no cumplen con esa condición, pero que cuentan con una clase intelectual mucho más informada y rigurosa.
¿Por qué crees que no la leyó?
Revisemos otro ejemplo. El PAN celebra una “Ley Anti-moches” que no cambia nada. Crear nuevos tipos penales no resuelve los problemas por sí mismo, y es lo que muchos teóricos han llamado populismo penal: antes había cohecho y peculado como tipos penales. Los diputados que pedían sobornos a cambio de asignar recursos públicos caían en esos tipos penales. Si ahora ponemos uno nuevo, que se llama “moche”, eso no resuleve nada. Yo creo que las cosas van a empezar a cambiar cuando se sancione y cuando la gente empiece a ver que Diputados, Senadores, Secretarios de Estado o Presidentes que incurren en actos de corrupción son castigados. No creo que el sistema que quedó aprobado sirva para eso.
Por eso digo que trágicamente esto le da la razón a la oposición más irracional y que menos matiza el debate público. Por eso lo lamento.
Tu representas a una opción política de la izquierda. ¿Consideras que esa parte del espectro político en México tiene un relato convincente sobre la anti-corrupción, o ésta ha sido una trinchera que han asumido mucho mejor desde la derecha?
El PRD y el PAN regionalmente ascendieron por representar una alternativa al PRI. La gente votó distinto en Chihuahua, Guanajuato, Jalisco, Michoacán y la Ciudad de México para generar una opción respecto al PRI. En el fondo creo que las élites de la derecha y de la izquierda mexicana asumieron que existió una reflexión que nunca tuvo lugar, pues en el fondo reprodujeron la misma cultura política. De nada le sirve a la gente si una declaración de tal o cual partido es de izquierda, si la cultura política clientelista, caudillista, corporativista y el mismo nacionalismo revolucionario seguían ahí. Más allá de cualquier matiz, la diferencia de fondo que tengo con AMLO o Cárdenas es que ellos en el fondo y públicamente siempre han hecho una reivindicación de ese nacionalismo revolucionario y sus implicaciones.
En esa lógica parece que México se hubiese extraviado a partir de De la Madrid y el neoliberalismo y que lo que hay que hacer es recuperar ese modelo del milagro mexicano con crecimiento sostenido de mediados del siglo pasado. Pero en ese periodo que ellos reivindican, en que militaban en el PRI, estuvo Diaz Ordaz, estuvo Echeverría, estuvo Lopez Portillo. Creo que la izquierda nunca debió asumir esas reivindicaciones, ni culturalmente, ni políticamente, ni socialmente. Eso nos llevó a relativizar el valor de la corrupción a la hora de gobernar.
Créditos
Narrativa: César Alan Ruiz Galicia Fotografía original: Annick Donkers Diseño Web: Francisco Trejo Corona Datos: César Suárez Ilustración original: Jonathan Gil