Dios vio todo y no hizo nada: Crónica de un refugiado iraquí en Europa
Bélgica, mi país natal, siempre ha recibido a migrantes y refugiados. En los últimos meses la situación rebasó la capacidad de respuesta de toda Europa, y lamentablemente, los gobiernos se inclinaron por establecer políticas que cierran la puerta a la mayoría de las personas que requieren la solidaridad internacional.
Yo estaba decidida a saber lo que estaba pasando exactamente. Mi primera intención fue ir a los campamentos ilegales, ubicados en la costa belga. Había escuchado que ahí las condiciones de vida eran prácticamente inhumanas, pero que también existían muchas iniciativas nobles, de gente con buen corazón, que querían hacer la diferencia.
Una amiga me contó que estaba involucrada en un programa financiado por un organismo internacional, cuyo objetivo es guiar a los refugiados en su búsqueda de un nuevo camino en un país desconocido. Me aseguró que ahí encontraría a muchas personas cuyas historias valía la pena escuchar. Así conocí a O. Siwaily.
– Annick
Retrato de un hombre acorralado por las guerras
Siwaily nació en Sylaymaniyah, una ciudad de la región autónoma Kurda de Irak, al sureste de Erbil -la capital de la región kurda- y al este de Kirkuk. Él proviene de una familia con renombre en Kurdistán, que ha ganado prestigio por ser la cuna de escritores famosos. Su padre, además, es gobernador de la tribu Siwaily. De ahí la elección de su seudónimo para esta entrevista*.
En 1979 su familia migró a Irán, pues su padre también era miembro de ejercito Kurdo. En aquella época, Saddam Hussein (de la minoría Suni) gobernaba Irak. Junto a su parentela, O. Siwaily permaneció en aquellas tierras hasta el día en que estalló la Primera Guerra del Golfo, en 1991, y la revolución Kurda obligó a los iraquíes a irse. Eventualmente se desató una guerra civil. Para O. Siwaily, “era el plan de los enemigos: apoyar a un grupo para que luchara contra el otro”. Ante las nuevas circunstancias, tuvo que migrar a Erbil, la ciudad del partido político de su padre.
En 2003 inició la Segunda Guerra del Golfo y con ella terminó el gobierno de Saddam Hussein. Fue entonces que los norteamericanos llegaron a Irak, donde modelaron un gobierno federal -apoyando a los Shia, la mayoría de la gente- al margen de los Kurdos, que también tenían su propio gobierno. En esta transición pactada desde afuera, relegaron a los Suni, quienes contaban con un partido político para promover sus intereses, pero que al ser una minoría, recibían pocos votos.
Gracias a su trabajo interrogando a presos de ISIS, el ejercito Kurdo pudo obtener laptops y celulares con información importante: fotografías sobre el fatal destino de las personas capturadas por ISIS -niñas que fueron quemadas vivas en jaulas por no querer tener sexo con ellos- así como los retratos de integrantes de la organización terrorista infiltrados en centros de refugiados de Europa.
En Bélgica le dijeron a Siwaily “No vemos la diferencia entre tu y esa gente”.
Siwaily recuerda las dificultades de su trabajo: “Tengo en la memoria, por ejemplo, a un miembro de ISIS que no quería hablar. Lo único que dijo fue: “Déjame morir, porque tengo las instrucciones de estar en el paraíso a las 4 p.m.”. Era común que los terroristas portaran una llave, que para ellos, “abre las puertas al cielo” y que se les entrega como promesa de una gloriosa eternidad si se convierten en mártires.
Cuando llegó a Bélgica , O. Siwaily acudió a la policía para mostrar algunas de las imágenes de los presuntos infiltrados de ISIS en los campos de refugiados. La respuesta que obtuvo fue como un golpe en el estómago: “No vemos la diferencia entre tu y esa gente”.
RUTAS PELIGROSAS
Al igual que miles de personas, cuando O. Siwaily se vio involucrado en la guerra, buscó un sitio seguro, lejos de las bombas y las balas. Para llegar a ese lugar, paradojicamente, debía someterse a innumerables riesgos. En su situación, existían tres métodos para llegar a Europa y solicitar refugio:
En un barco
Son muy pequeños y de plástico. Navegan de Ezmir, en Turquía, hacia las islas de Grecia. El trayecto dura de tres a cuatro horas, pero es muy peligroso. Cuesta tres mil euros.
Las organizaciones involucradas en el tráfico de personas por esta vía están conformadas por miembros de diversos países, pero operan especialmente desde Ankara y Atenas.
Quienes deciden viajar de esta forma tienen que ir a cierto bar y preguntar por las salidas. Ahí les dan instrucciones y una fecha de partida
Posteriormente, se presentan en un departamento que les asignan para esperar hasta la noche antes del embarco. Si la policía los descubre, son detenidos por una noche y luego liberados, pero en ese caso, pierden su dinero y la oportunidad de conseguir refugio.
En avión
Se pagan doce mil quinientos euros. Por esa cantidad se obtiene un pasaporte falso, además del paso a Europa, pues los traficantes corrompen a miembros de las aduanas de los aeropuertos. Las autoridades involucradas en ese negocio informan sobre los horarios en que estarán en la zona de control, para dejar pasar a las personas más fácilmente.
En un camión
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Siwaily debió quedarse tres días en un lugar muy pequeño, escondido en uno de esos camiones. En todo ese tiempo solamente pude comer un Snickers y beber un poco de agua. Cuando arribó a Liége -en la parte francesa al sur del país belga- no sabia donde estaba, pero pensaba que se trataba de Francia, por la lengua que escuchaba.
EN EL LIMBO
Por ahora, O. Siwaily permanece en un centro para refugiados dispuesto por la Cruz Roja. El alcalde de la ciudad, conocido por su política derechista, ordenó que se estableciera el campamento en un lugar alejado del centro, lo que complica mucho la movilidad de los refugiados.
A pesar de todo O. Siwaily se mantiene abierto, con muchas ideas en mente, mirando hacia el futuro con optimismo. Tuve la oportunidad de visitarlo en varias ocasiones para conocerlo mejor. Nuestros encuentros debieron ser clandestinos, pues el centro no estaba al tanto de mis actividades como fotoperiodista y pedir un permiso hubiese significado un proceso prolongado y muy burocrático.
Siwaily y yo nos vimos primero en las inmediaciones del refugio, pero eventualmente me permitió tomar algunas fotos de su habitación. Ahí me mostró todos sus documentos y los objetos que conserva de su viaje.
Fotografías: Annick Donkers
O. Siwaily escribe de vez en cuando -lo lleva en la sangre-. Me mostró uno de sus poemas -garabateado en una hoja maltratada- que se titula “El primer día de la guerra”: “Sí, me acuerdo/ yo llegué al campo de batalla/ estaba temblando como un pájaro recién nacido que se ha caído del árbol/ un árbol que es demasiado alto para poder remontarlo/ yo dejé de escuchar el canto de la mamá pájaro/ y tuve que luchar para sobrevivir/ tuve que volar/ pero no estoy desagradecido por poder extender mis alas/ más no tengo fuerzas para viajar por el aire y sentirme libre/ el cielo se oscureció, para nunca más iluminarse/ el sol ha dejado de brillar/ todo a mi alrededor se precipitó como las hojas de aquel árbol/ y tuve la visión de una fotografía ardiendo, convirtiéndose en cenizas/ Dios vio todo sin decir nada/ ese día fue el final”.
Siwaily desconoce su futuro. Por ahora, está trabajando con alumnos de una escuela de cine que quieren filmar su historia. Como en su caso, hay miles de personas que emprenden su búsqueda de un nuevo hogar, lejos de la guerra. ¿Serán recibidos en algún sitio que les permita volver a empezar, para desde ahí, abrigar nuevas esperanzas?
CRÉDITOS
Fotografía y entrevista: Annick Donkers Narrativa: César Alan Ruiz Galicia Diseño web: Francisco Trejo Ilustración original: Jonathan Gil